• 22/11/2015 01:00

Mi último médico de cabecera

Cada vez que se me moría el médico, escogía a otro conocido por el recién fallecido

Cada vez que se me moría el médico, escogía a otro conocido por el recién fallecido. Y así han sucedido cinco médicos nacionales que me han atendido desde los 23 años hasta ahora cumplidos los 68.

Me atendieron de maravilla en las clínicas que trabajaron, nunca fui al Seguro, porque mi mamá me decía que a ella le olía ese hospital como una antesala grande de las mortajas. Todos mis doctores, cuando les preguntaba, hablaron de la muerte como algo incómodo para ellos, pues asistían a sus pacientes hasta el último suspiro o, al menos, estaban al tanto. Ellos, están en la paz del Señor y no parecieran idos, eran tan especiales que las visitas que les hice eran más para conversar de mujeres, política y de la naturaleza que para analizar los resultados de los laboratorios y todos, después de tomarme la presión y decirme que abriera la boca y dijera en voz alta ‘¡A! ', solo me recomendaban tomar ocho vasos de agua diarios, comer balanceado y continuar con los ejercicios.

Con mucha tristeza pude acompañar con mi mejor vestido hasta el borde de la tumba a los cuatro primeros y consideré como un gran respeto y obligación de amigo de verdad, el acto de la última palada de tierra, aprendido en los entierros capireños, eso lo hice con cariño, menos con mi último doctor de cabecera. No pude, no dejaron.

Estoy molesto, porque no pude ir al sepelio de mi último médico. Y es la segunda vez que me pasa esta vaina con un amigo, y se ha dado cuando los familiares deciden ‘comerse el muerto '. La primera vez fue con la desaparición de un diputado, que como tal no fue muy bueno, pero como amigo y confidente, sí. A este legislador le conocí cuatro mujeres de planta, cuando ni pensaba que iba a ocupar un escaño en la Asamblea, ¡imagínense después! Cuando le llegó la hora al diputado, se me advirtió que ni se me ocurriera ir al sepelio, porque la esposa había jurado que insultaría a cada uno de sus amigos, ya que, según ella, éramos los celestinos del político.

A la persona que me aconsejó, le dije que a lo mejor yo no estaría en esa lista de acusados, porque esa señora sabía que de a mala había conseguido una mujer para mí. Bueno, por cosas del destino esa mañana cuando ya estaba ‘ensacado ' me llamaron de Capira muy alarmados que una ventolina se había llevado el techo de la casa y que mi viejita se había mojado y estaba muy nerviosa.

Y me salvé, no fui al entierro de mi amigo, en donde insultaron al que era y al que no era. Y ahora con mi último médico no hay terrorismo de amenazas, sencillamente que no quieren que nadie tenga vela en el entierro de un gran médico, a quien puse el mote de ‘El brujo del saino ', porque fue un gran chorrerano, fue una bella persona y un gran profesional.

Ahora tengo el pesar de que no le pedí recomendación para mi próximo médico de cabecera, voy a preguntarle a Eladio.

ESCRITOR COSTUMBRISTA.

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