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- 05/04/2022 00:00
Mi hermano Abel Candanedo Castillo
Con enorme pesar y como reza la frase, “haciendo de tripas corazón”, escribo estas líneas para recordar a mi querido hermano Abel Candanedo Castillo, quien “inesperadamente”, a sus 93 años, partió de este mundo, dejando una huella imborrable para todos los que lo tratamos.
Abelillo, como le nombró mi madre para distinguirlo de mi padre Abel, desde muy niño mostró a todos su talento para el arte, sobre todo con la chispa de humor que lo caracterizaba. Todas sus anécdotas las convertía en chistes graciosos que disfrutábamos sus familiares y amigos y con ello nos brindó siempre, con simpatía, el amor propio de los que sabemos que el buen humor es Amor, que era lo que desbordaba en su caminar nuestro querido hermano.
Fue egresado de Instituto Panamericano (IPA), en donde aprendió, entre muchas materias importantes, el inglés, el cual hablaba fluidamente, lo que le permitió que se le abrieran muchas puertas dentro de las finanzas, logrando alcanzar grandes puestos de trabajo en la banca, en especial en el Chase Manhattan Bank de Chiriquí, en donde llegó a ostentar cargos de alta gerencia y ser consultado por sus conocimientos. A sus cuarenta años se trasladó a la ciudad de Panamá y después de trabajar como gerente de algunas empresas, inició labores en la Aseguradora Mundial, en la que, como era de esperar, fue referente y llegó a prestar servicios por casi cincuenta años, hasta el día de su muerte, ya que aún mantuvo hasta el final su cartera de seguros.
Si bien, tuvo un gran éxito a nivel profesional, como contable, gerente, banquero y asegurador, lo que más deseo destacar de la vida de Abel Candanedo Castillo es su don de gentes, su creatividad y ejemplar forma de ver la vida con la que iluminó a los que lo tratamos. En Chiriquí, Abelillo es una leyenda, porque allá en su juventud fue un personaje de antología, que bien se presentaba con su guitarra y entonaba melodías de su época, o contaba sus anécdotas jocosas y recitaba, con su prodigiosa memoria, poemas y composiciones de grandes autores o de su propia inspiración.
A pesar de su modestia, logramos convencerlo de que publicara hace algunos años un libro con sus poemas, al que título simplemente Mis Poemas, en donde se identificaba como un poeta sencillo. Además, después de sufrir una isquemia, se dedicó a la pintura, para lo que siempre tuvo gran facilidad. Muchos de sus cuadros se encuentran en manos de sus amigos y familiares, quienes los atesoramos, ya que reflejaban su amor por la vida y la naturaleza.
En sus últimos años, muchas veces se le encontraba en las tertulias del ya desaparecido restaurante Galicia, de su fraternal Pancho Varela y después en el restaurante Sabor Interiorano, de sus entrañables amigos Randall Novey, padre e hijo, deleitando a los contertulios con su proverbial humor que conservó, como él mismo manifestara jocosamente, a pesar de las cinco enfermedades incurables que padecía.
Mi hermano tenía dones especiales que Dios le dio, uno de esos fue el don de la amistad, tanto a sus familiares como a pesonas de todas las clases sociales, además del don del humorismo sano, que como dijera anteriormente, es una expresión de amor, el cual nos alegrará por siempre.
Todavía en el ocaso de su vida, hace escasos dos meses, recibió el reconocimiento de la Fundación Mai Panamá, por mostrar su talento en la Tercera Edad. La Fundación publicó en internet algunos de sus poemas recitados por él mismo.
Nos abandonó sin previo aviso, pero nos quedan las memorias felices de su fructífera existencia, que nos llevan al recuerdo permanente que le ofrecemos en esta despedida.