Benito es el nombre real de un buen amigo de esos que te regala la vida. Llegó a Panamá hace más de medio siglo desde el reino de España, huyendo de una miseria que intentaba atraparlo.

Traía como patrimonio su idioma, el recuerdo de los consejos de su abuelo y el amor inmenso de su madre.

Hasta entonces, su vida se había circunscrito a los campos de un pequeño pueblo de Galicia, de donde era oriundo; su relación con el resto del mundo era a través de las cartas de unos parientes que a veces llegaban y que le leían en casa.

Un día, su abuelo tomó la decisión de enviarlo a las Américas, y así lo hizo.

Al desembarcar en Colón, luego de una travesía inquietante, quedó atemorizado al no encontrar en su destino lo que en su mente había anticipado; esta realidad lo obligó a asumir el rol de un adulto.

Empezó su nueva vida alquilando un cuarto en un sector de la ciudad conocido como “el Vaticano” y que no goza de ese apodo por bendito, sino por lo contrario. Pero eso no lo amilanó; aunque me confiesa que como tenía un pasaje de ida y vuelta que exigían las autoridades para poder viajar, no pocas veces pensó rendirse.

Pero entonces recordaba los sacrificios de su progenitora y se esforzaba más. Eran los años del gobierno revolucionario y está pequeña metrópoli recostada en una de las entradas del canal gozaba de una sorprendente vida nocturna.

Trabajó de sol a sol como dice el refrán y en muchas ocasiones este astro maltrató sus mejillas de niño cuando sus necesidades o deseos de triunfar lo empujaban más allá de sus horarios habituales.

Y este chico se hizo hombre en un proceso natural en que no hubo pautas para cumpleaños ni fiestas de ninguna clase.

Transitó por múltiples y diversos trabajos en los que su ingenio remplazaba su escasa educación. Adquirió cada vez mayor experiencia en la escuela de la vida, que al final remplazo con creces su colegio y su universidad.

Pasaron algunas décadas y, poco a poco, se convirtió en uno de los empresarios más respetados de Colón.

Contribuyó mediante sus múltiples negocios al crecimiento y bienestar de esta ciudad, creando empleos y compartiendo con generosidad lo que Dios le dio.

A su vez, el pueblo de esta costa atlántica le retribuyó premiándolo con las más altas posiciones que en el sector privado puede alcanzar un hombre de su valía.

Hoy, he querido rescatar parte de su historia porque lo que no se escribe se olvida y para que sirva como ejemplo de los que todos podemos lograr.

No te rindas, el éxito te espera en la otra esquina.

*El autor es comisionado de derechos humanos
Llegó a Panamá [...] desde el reino de España, huyendo de una miseria que intentaba atraparlo [...]. Trabajó de sol a sol [...] y en muchas ocasiones este astro maltrató sus mejillas de niño [...]. Transitó por múltiples y diversos trabajos en los que su ingenio remplazaba su escasa educación.
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