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- 18/12/2013 01:00
Me quejaba hace cinco años
Parece que las cosas no han cambiado; por el contrario, que han empeorado. Revisando opiniones que expresé anteriormente en este mismo espacio, siendo aún diputada de la nación en febrero del 2009, encontré unas reflexiones que hoy son tan válidas como ayer. Resulta interesante compararlas con promesas del entonces candidato presidencial, con esperanzas que ese candidato reiteró al tomar posesión del cargo que ostenta, y con promesas repetidas ahora en la campaña electoral del oficialismo.
Me quejaba en el 2009: ‘Cada día nos empantanamos más con el agua al cuello. El costo de vivir ahoga a todos, pero a algunos con más crueldad que a otros. Para el pobre o subempleado, el aumento de precios le significa sacrificar sus gastos esenciales, como sus alimentos, poniendo en peligro su propia salud y la de su familia... El problema no afecta a los acaudalados que pueden pagar hasta más del doble para mantener su estilo de vida. ... Lo triste de esta situación es que no tiene visos de cambiar, por lo que debemos prepararnos para ajustar el modo de vida al cual hemos estado acostumbrados. El ajuste a nivel individual o familiar será cuanto más severo si los gobiernos simplemente no implementan las medidas que podrían tomar ni actúan a tiempo con firmeza y transparencia. ... Nada parece escapar a la escalada de precios y cada día todo cuesta más. Se le achaca todo a la inflación, a la devaluación del dólar estadounidense, al costo del petróleo, al desempleo, a la recesión económica, a la demanda mundial de alimentos y a otros conceptos que los economistas dominan con maestría y perfección. Con gran erudición, analizan la situación existente para decirnos con palabras elegantes lo mal que estamos —como si no lo sintiéramos en carne propia—, pero no atinan en hacernos recomendaciones concretas y prácticas... Ante al aumento irracional del costo de los alimentos, del precio de la energía eléctrica y de la tarifa del transporte no nos queda otra que hacer ajustes a nivel individual y familiar, mientras que el gobierno adquiere una todavía mayor responsabilidad ante la ciudadanía: ayudar a producir los alimentos que consumimos y controlar a los intermediarios; producir la energía eléctrica con nuestros recursos hídricos y naturales, controlando su uso sin petróleo extranjero; con políticas sostenidas, reducir distancias entre las áreas residenciales y centros escolares, laborales y de salud; construir medios masivos y confortables de transporte público. ¿Poco podemos hacer para reducir precios? Mucho, con ajustes decididos y creativos’.
Como si respondiera al clamor popular y al mío, el candidato decía en los Ejes Social y Económico de su Plan de Gobierno: ‘El gobierno saliente prometió pero no ha brindado las respuestas a las necesidades básicas del pueblo... No hay justificación alguna para que Panamá, teniendo indicadores de crecimiento económico de los más altos de la región, muestre señales de deterioro en sus sistemas de salud, educación y seguridad... La gran mayoría de los panameños no percibe ningún beneficio del crecimiento económico. Por el contrario, en algunos casos, su situación ha desmejorado sensiblemente... Los políticos de siempre no han resuelto los problemas que aquejan a la población, como el incesante incremento de la canasta básica’.
En su toma de posesión en Atlapa, el presidente electo dijo: ‘Nada es más importante que bajar el costo de la comida. Vamos a darle más crédito al sector agropecuario y apoyar las granjas autosostenibles. Así vamos a aumentar la producción nacional y ayudamos a nuestros campesinos a producir más comida y comida más barata’. ¿Cumplió? El 4 de mayo el votante dictará sentencia.
EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.