Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
Pasado el Día de las Madres, celebrado desde 1930 en honor de la Virgen de la Inmaculada Concepción, amanecieron los mariachis con sus serenatas, no faltaron las reuniones familiares y demás eventos en lugares de trabajo y escuelas, los obsequios perfectos u odiados, aunque las flores nunca fallan.
Con ello hubo manifestaciones de gratitud a las madres que, con amor incondicional y desvelo, cuidan a sus hijos, los protegen, y hay una frase que dice “No hay amor tan grande como el amor de madre”, y se tiene la idea de que todas las madres son buenas, aunque hay malas madres y madres asesinas.
El calificativo de “buena madre” dentro del imaginario social se construye sobre la idea de una madre abnegada y de lo que se espera de la mujer-madre, que es una madre perfecta, afectuosa, comprensiva, paciente, disponible y amable, entre otros. “Estamos ante el mito de la mujer-madre, basado en la creencia en el instinto materno, en el amor materno y en el sacrificio y la entrega gustosa de las mujeres a la maternidad” (Palomar Verea, 2004), que es una visión cultural e histórica de la maternidad de la mujer (López, 2022).
Por su parte, las “malas madres,” son aquellas que no tienen esa entrega total y vocación por la maternidad, en algunos casos porque han sido madres sin desearlo, o que lo desean pero no tienen un apoyo, o es la que quiere serlo sin renunciar mucho; las que no desean ser madres, las que no saben hacerlo bien, o también las que no son capaces de cumplir con las necesidades de sus hijos a la perfección.
Y, en efecto, la madre ideal se contrapone a aquellas madres tóxicas ( supercontroladora, absorbente, posesiva), a las madres ausentes (que delegan la maternidad), las impredecibles (estilo de crianza caótico de acuerdo con su estado emocional del día a día), la madre gallina (sobreprotectora), o las que utilizan a sus hijos para vengarse de su exesposo, acusándolo de supuesto abuso sexual en perjuicio de su hijo, o para que deje de dedicarle amor a su progenitor (síndrome de alienación parental), y las que abandonan a sus hijos o los maltratan.
No falta tampoco la supuesta madrastra que manipula, envenena emocionalmente a su pareja para alejar a los hijos de un matrimonio previo, con toda clase de maniobras engañosas y difamatorias, y este supuesto, como todos las anteriores tienen en común que son malas madres que afectan el bienestar psicológico y mental de sus hijos.
Pero, lo anterior no es nada comparado con las madres que matan a sus hijos, de manera violenta, cometen homicidio por parentesco (parricidio, filicidio), o en otros casos se identifica como infanticidio, la muerte de niños recién nacidos o de corta edad por parte de sus progenitores, en la que la madre comete este acto brutal y deshumanizador, y no faltan las preguntas: ¿Cómo pudieron hacerlo?
Solo hay que recordar a Medea, en la mitología griega, hechicera, esposa de Jason, líder de los argonautas, que recuperó el vellocino de oro en poder de Etes, con la ayuda de Medea. Esta, para castigar a Jason, que la había dejado por Glauce, la hija del rey Creonte de Corinto, mata a los dos hijos de ambos.
Pero las madres asesinas todavía existen, aunque se contabilicen solo los casos en que el hombre es el homicida, hay madres que asfixian a sus bebés por diversos motivos o porque no paran de llorar, los degollan tras nacer (Ondarra, 2024), o la madre que ahoga al bebé en la bañera (Gutiérrez, 2024).
Por otro lado, el rol de la mujer ha ido variando, aunque persiste aún esa visión de la maternidad y del matrimonio desde la cultura patriarcal, de que la mujer está obligada a renunciar para dedicar su vida a su marido y a sus hijos por completo, sin espacio y tiempo para nada, pero de la otra mano, está la mujer del siglo XXI, esposa, madre que hace sus tareas domésticas y de los hijos, unas veces compartidas con su pareja, y es trabajadora fuera de casa.
En resumen, es necesario, ir eliminando esa imagen anticuada de que la mujer solo se realiza cuando es madre y hay que reconocer los derechos reproductivos de todas las mujeres, en cuanto a tener hijos y cuándo tenerlos, y no estigmatizar a aquellas que no quieran serlo, pues no todas las mujeres pueden ser madres, y se puede correr el riesgo de tener malas madres y madres asesinas, por lo que la maternidad debe ser una decisión bien informada y pensada, y no hacer caso a los que nos digan: “para cuándo los hijos? “El reloj biológico tiene límites”.