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- 23/08/2019 02:00
Viajando al Valle de la Luna
Con motivo de la celebración de los 500 años de fundación de la ciudad de Panamá, quiero ofrecer mi granito de arena sobre mi experiencia de lo que fue viajar a Chiriquí desde las décadas de los sesenta.
Confieso que soy un enamorado de estas tierras, que tienen llanuras y montañas. La primera vez que fui a Chiriquí fue en 1958, cuando acompañe a mi padre, quien era administrador del Servicio de Cooperación Interamericano en Panamá (Sicap). Contaba con siete años, y la salida fue a las 4:00 a. m., donde puntualmente el conductor Cloney puso en marcha un Chevrolet 1955. La primera parada fue en La Boca, donde debíamos cruzar el Canal en el ferry. Seguimos hacia Arraiján por la antigua carretera y pasamos la garita de control. Ya en los albores de la mañana estábamos en Aguadulce y el tramo de carretera nacional estaba en construcción en algunos segmentos.
La primera escala de trabajo fue en el INA de Divisa, imponente escuela agropecuaria donde se formaban los mejores agrónomos, y contaba con muchos equipos modernos de labranza y sembradíos para el aprendizaje y consumo de los internos. Después de medio día, tomamos por Soná en un tortuoso camino empedrado, donde el auto perdió su silenciador y hubo que amarrarlo con alambre. Bordeando la isla de Coiba que se veía a lo lejos, despedía un hermoso, pero caluroso paisaje.
Seguimos hasta David, llegando en la noche, y de allí subimos a Boquete, nuestro punto de hospedaje, donde la familia de don Carlos Tasón, funcionario el Sicap. La experiencia vivida en este viaje, que duró cerca de 18 horas, fue agobiante, pero maravillosa, tal que aún la recuerdo con mucho cariño después de sesenta años.
Cuando en 1974 el general Omar Torrijos decidió que el MOP se trasladase a Chiriquí, siendo Tommy Guerra su ministro, me ofrecí de voluntario, y residí varios meses en Boquete.
La carretera era en ese tiempo de doble vía desde Panamá. Se tomaba aproximadamente cinco horas y media en automóvil. Ya existía desde 1962 el Puente de las Américas y la recién inaugurada autopista Arraiján - La Chorrera.
El MOP dispuso los primeros meses un transporte de tipo americano y frontalmente ñato, operado por el experto Ready Canales. Lamentablemente, poca veces llegó hasta la ciudad, debido a que siempre sufría desperfectos mecánicos y quedábamos varados en el camino.
Muchos transportes en esos años setenta eran incómodos Blue Bird, incómodos diablos rojos de tres asientos. Otros eran buses tipo Grey Hound, jubilados de las autopistas norteamericanas. Viajar a Chiriquí era realmente extenuante en transporte público, y la piquera estaba en la Plaza Herrera.
Uno de los conductores estrella era Amílcar Largaespada, quien también era un histórico estudiante del Cruchi de Periodismo.
Es importante señalar en esta crónica que siempre existió el sueño de un ferrocarril que viajase a la ciudad capital. Gracias a la visión de estadistas, se construyó el ferrocarril de Chiriquí que iba de David a Bugaba y Puerto Armuelles. También hubo un ramal a Boquete. Desgraciadamente, el modernismo hizo fenecer el mismo y estuvieron entre sus últimos defensores el Sr. Arciniegas, gerente, Johny Landero y el carismático dirigente Sr. Tello.
En los últimos momentos del Gobierno de Juan C. Varela, se planteó la construcción de un moderno tren que uniera Panamá y David construido por el Gobierno chino. Pero parece que quedó en chino.
Entiendo que hoy en día existe una moderna carretera de cuatro carriles, lo cual hace muy cómodo viajar al Valle de la Luna. Yo no la he transitado, ya que mi molido esqueleto me hace viajar en cómodos aviones, cuando me es posible visitar este pequeño paraíso terrenal.
DOCENTE UNIVERSITARIO RETIRADO.