• 20/05/2009 02:00

Lucy Molinar en la mira

Un gran interés ha despertado en la opinión pública —¿o serán, solamente, opiniones publicadas?— el anuncio y la posterior aceptación de...

Un gran interés ha despertado en la opinión pública —¿o serán, solamente, opiniones publicadas?— el anuncio y la posterior aceptación del cargo de ministra de Educación de la colega periodista Lucy Molinar.

Los periodistas y los docentes tenemos razones para esperar de ella un buen desempeño. Aun cuando no la conociera, que no es el caso, porque conozco su capacidad y honestidad profesionales, cualidades fundamentales y necesarias de todo buen funcionario.

La periodista y comunicadora social Lucy Molinar, lleva al Gabinete y al Ministerio su gran experiencia en la comunicación humana, que es la materia prima de la educación y de las relaciones humanas, indispensable en la administración.

El trabajo del periodista, en general, se desenvuelve en el ámbito de la búsqueda primaria de la verdad; la cual debe comunicarse como un servicio a la sociedad, y que necesita ser profundizada en su conocimiento para alcanzar los objetivos propuestos. Ciertamente que todos los ministros necesitan trabajar con la verdad, con información correcta y adecuada; por ello deben contar con auxiliares de la comunicación, como son los relacionistas públicos, publicistas y periodistas. Cuando se es comunicador por profesión y formación, se tiene una ventaja.

El comunicador también sabe escuchar, pues no hay comunicación sin respuesta atendida y entendida. Es la diferencia con la sola divulgación.

Uno de los males que perjudica a los gobiernos es la falta de comunicación, no la falta de divulgación; sino la desatención a las aspiraciones populares conocidas y a las promesas hechas; la desatención a las denuncias, y a los reclamos de la población. Cuando se cumple una promesa y cuando se atiende una queja o un reclamo, se completa el proceso de la comunicación.

En nuestra sociedad falta mucha educación en ese sentido: falta cultura comunicativa. El diálogo se entiende como la imposición de mi propuesta al otro, acompañada con presiones, y amenazas. Pretende ganar quien más grita, y se miente sin sonrojo, porque la verdad se cree relativa, “según el color del cristal con que se mira”, según los equivocados versos conocidos.

Las grandes expectativas y temores que ha creado el triunfo del señor Martinelli han producido, también, aprehensiones y rechazos apresurados. Quizá sea por mala fe, ignorancia o simplemente por el temor al fracaso de un gobierno en el que se han puesto grandes esperanzas de cambios; cambios, que, algunos anticipan como un retroceso. Un analista político venezolano calificó el triunfo de Martinelli como un retroceso de cien años: una opinión que podríamos calificar de silvestre.

Según sus propias palabras, para Martinelli el cambio prometido no es destructivo, como exigen los “revolucionarios”, sino constructivo, es decir, para restaurar valores morales, fortalecer la familia, la educación; combatir la pobreza; extender la salud que se ha perdido; rescatar la eficiencia en el transporte público; cambiar para que las cosas funcionen. Por lo menos, así deberían entenderse los mensajes del presidente electo. Mensajes de tono conservador, como los de la candidata Herrera, por cierto; pero que el votante resolvió a favor del candidato de la oposición, como es casi normal que suceda en una sociedad libre y conservadora, como la nuestra, gracias a Dios.

-El autor es comunicador social.miguelesinop@hotmail.com

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