En una misa dedicada al pontífice en la catedral de La Habana, el nuncio apostólico, Antoine Camilleri, recordó la sencillez del pontífice y sus formas...
- 05/05/2021 00:00
La libertad de expresión: entre lo apolíneo y lo dionisíaco
El filósofo alemán Frederick Nietzsche, en su obra “El nacimiento de la tragedia”, plantea que existe una dicotomía filosófica, que identificó con lo apolíneo y lo dionisíaco.
Lo apolíneo significa, mesura, lo racional, lo limitado, el orden, la luz; mientras lo dionisíaco representaba la embriaguez, el exceso por los placeres, la vida subjetiva de los individuos. Los denomino así por el dios griego Apolo, divinidad del Sol y Dionisos, divinidad de la fertilidad y el vino.
La libertad de expresión en este momento se plantea dentro de esta dicotomía.
Por un lado, podríamos decir que lo apolíneo sería ejercer el derecho de la libertad de expresión y la libertad de pensamiento sin más requisito que decirla, con mesura, con verdad, pero con firmeza. Y no impedir a quienes no piensan como nosotros decir su realidad, su inquietud y su verdad. Y lo dionisíaco sería no hacer caso a esta libertad y dejarse llevar por los deseos egoístas e individuales.
Aunque ha existido, históricamente, la intención de impedir que otros hablen sobre lo que no están de acuerdo, en el mundo antiguo exponer sus ideas era un derecho fundamental e innegable. Se tenía para todo ciudadano la libertad de hablar y ser oído en el Ágora o en Foro.
Para la época medieval, en donde el derecho a expresarse solo correspondía a los representantes del poder, es decir, solo monarcas y obispos podían expresarse con tal soltura, toda opinión expresada por otro individuo, grupo o comunidad estaba sometida a censura y castigo. Eran considerados herejes.
En la era moderna, en el periodo de la Ilustración, el filósofo y célebre barón de Montesquieu planteó que todas las personas, sin distinción social o económica o política, tenían derecho a declarar sus ideas, aun cuando no se estuviese de acuerdo con estas ideas, esa libertad de expresión es inalienable y negarla era una acción que no pertenecía ni a los monarcas ni ninguna otra autoridad.
En la actualidad, en el siglo XXI, en plena era de los derechos humanos, hemos quedado totalmente sorprendidos al constatar cómo las opiniones, las ideas, el derecho a la expresión y el derecho a disentir sobre una política del Estado o de una empresa, ya no puede realizarse, porque estarías condenado al ostracismo, volvemos a los tiempos de una renovada versión de la Inquisición, que creíamos acabada en el siglo XIX, por obra de Napoleón.
Cada época tiene unos valores morales específicos, unas libertades también muy definidas. De ahí viene si somos apolíneos o dionisíacos.
Para quienes no piensen en este siglo como las “elites” mundiales, que implican medios de comunicación, partidos políticos, ideólogos de derecha o izquierda, corporaciones religiosas, grandes empresas, están censurados, perseguidos, “herejetizados”, porque la idea es que los individuos y la sociedad no piensen, no se expresen, solo son aprobados quienes están a favor de sus tendencias. Además, se nos exige que no ejerzamos estos derechos, sino que sigamos la “línea ideológica y material; es decir, dedicarnos a comprar y consumir, productos y servicios, sin chistar. Obedecer ciegamente lo que un grupo o un solo individuo considera lo aceptable.
Es ahí en donde la batalla existencial, individual, social, política y cultural tiene en lo apolíneo y lo dionisíaco una especial representación.
Al parecer, en nuestro mundo actual, lo racional, lo mesurado, lo ético, está perdiendo mucho terreno, ante la embriaguez del poder, del dinero, y de lo oscuro y grotesco de la vida.
Lo dionisíaco se está apoderando del mundo. Mencionaba Nietzsche que en la tragedia griega había un balance, eran dos caras de una misma moneda, pero estamos concluyendo que está borrando el aspecto brillante de la humanidad, su libertad de pensar, libertad de expresarse, porque ahora, en esta época, solo hay manipulación grotesca, y desmedida, en donde la mentira es más valiosa que la verdad. Estamos en el umbral dionisíaco de la tiranía moral, política y económica de unos cuantos sobre muchos.
Y en ese sentido no nos declaramos dionisíacos, sino apolíneos, ¡hijos de la luz, la mesura y la razón!
¡Salud, compatriotas!