• 26/06/2024 00:00

Liberalismo: estilo de vida, más que doctrina

La libertad individual se basa en comprender que todas nuestras decisiones conllevan una responsabilidad, y que para crecer y ser mejores debemos afrontar esas responsabilidades

Cuando escuchamos liberalismo, lo asociamos con una doctrina económica, basada en la propiedad privada y el libre mercado. Pero el liberalismo es mucho más que una corriente de pensamiento económico.

Esto permite al liberalismo a través de la coherencia de ideas, principios morales y éticos, desarrollar una estructura teórica, capaz de dar a entender la realidad desde el individuo y mantener un sentido crítico basado en sus principios o axiomas fundamentales.

Es por esto, que más que una corriente de pensamiento o una doctrina económica, el liberalismo es un estilo de vida. Mediante sus enunciados y axioma, quien ve el liberalismo como un estilo de vida, puede desarrollar capacidades individuales de autoestima, disciplina y éxito en lo que haga, además permiten entender la realidad y convivir con ella, sin dejarse llevar por la ansiedad, el miedo y la incertidumbre.

A través del liberalismo las personas, desarrollan su máxima potencia para una vida equilibrada y saludable, priorizando metas y fines, logrando entender la realidad que le rodea, y le permite basado en una serie de principios éticos y morales, enfrentar cualquier obstáculo que se le presente, así como también poder afrontar todo proyecto personal o profesional.

Libertad individual: se basa en comprender que todas nuestras decisiones conllevan una responsabilidad, y que para crecer y ser mejores debemos afrontar esas responsabilidades. Los éxitos y fracasos son resultado de nuestras decisiones. La libertad individual evita que caigamos en el comportamiento de querer evadir nuestras decisiones, culpando a otros por lo que nos sucede, por cómo elegimos o por la situación en la que estamos.

Salir adelante, es deber de cada uno, y no podemos culpar a otros por lo que hacemos o no hacemos. La libertad individual, además nos obliga a entender que todas las personas piensan y tienen principios diferentes, por ende, no todos pueden ni tienen que pensar, ni actuar como nosotros. Es esencial respetar los planes de vida de los demás, siempre y cuando, no usen la agresión o imposición de la fuerza o de las ideas hacia nosotros o viceversa.

Preferencias temporales: Nuestros objetivos y metas los desarrollamos por medio de decidir que cuáles son nuestras prioridades. ¿Son estas en el corto plazo o en el largo plazo? ¿Se basan en satisfacciones y logros en el momento o un proceso para un fin mayor? Las preferencias temporales nos permiten, bajo una escala de prioridades, decidir qué es más importante y, por ende, buscar satisfacerla de lo más importante a lo menos importante.

Si soy una persona joven, seguro, mis prioridades no serán las mismas que una persona mayor. En consecuencias las preferencias cambiarán respecto a la edad y el momento en el que nos encontramos. Lo importante es mantener claro qué es lo que queremos y en qué plazo deseamos alcanzarlos.

Usualmente queremos las cosas para el momento, pero hay que entender que no todo se puede obtener de un momento para otro, hay que formar las necesidades ilimitadas para ir o ir paso a paso. El tiempo juega un rol relevante dentro de nuestras preferencias, por ello, debemos cambiar esas preferencias para que vayan del corto al largo plazo.

Lo que no podemos hacer es pretender que las cosas que queremos las debemos tener en el momento o peor, que alguien debe garantizarnos lo que queremos en el momento.

Igualdad ante la ley: Todos ser humano es único e irrepetible, esto quiere decir que por naturaleza todos somos desiguales. Diferentes habilidades, diferentes formas de pensar, diferentes prioridades. Esto quiere decir que, cada uno logrará sus planes de vida u objetivos en tiempos y momentos diferentes. Que buscar compararse con qué tiene o no, otra persona, poco importa. Lo importante es que todos estemos bajo un tablero donde las reglas son iguales para todos.

Algunos tendrán que esforzarse más que otros, pero eso no justifica caer en la mentalidad de obligar a otros a tener que ayudarlo. O buscar imponer sus creencias o formas de pensar a otros, a fin de “estar al mismo nivel”.

No podemos buscar a un tercero que sirva de verdugo para cambiar lo que no nos gusta, o imponer lo que queremos a los demás. Ni mucho menos usar las leyes y las reglas del juego para declarar ganadores y perdedores, ni establecer qué es justo o injusto. Recuerde lo que usted piensa, cree y desea, no es lo mismo que puede pensar otra persona. Por ello, necesitamos un ambiente de convivencia de reglas generales para todos.

El final: Nadie estaría dispuesto a cambiar nada, si sabe que va a perder o que se está perjudicando. No hay idea ni plan de vida tonto, y no hay uno mejor que el otro.

Lo importante es que lo alcancemos de una forma que respete a cada uno de los individuos, incluyéndolo a usted. Cada cabeza es un mundo, donde no todos pensamos igual, no se compare con los demás. Respete las diferencias, y no busque que otro sea responsable de sus decisiones o sus insatisfacciones.

El autor es economista
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