• 17/01/2023 00:00

El legado de Benedicto XVI a la UP

“Este es el legado de BXVI a la Universidad de Panamá: defender el pensamiento del profesorado; discusiones profesores-estudiantes, usar la razón, defender la libertad de cátedra, [...]”

Tuve la oportunidad de estar con Benedicto XVI en su visita a Cuba del 26-28 marzo 2012, en viaje oficial de Panamá. Recuerdo el acto final, misa en la plaza de la Revolución José Martí de La Habana, junto al presidente Raúl Castro, que emocionado saludó al papa; después conversó con Fidel Castro. Pero, otro era el tema que quería desarrollar.

Tras fallecer BXVI, recordé que fue profesor universitario de Teología en la Universidad de Ratisbona, Alemania. El 12 septiembre 2006, ya papa, regresó a esa universidad y pronunció ante rectores y profesores una famosa lección magistral titulada “Fe, Razón y Universidad”, que causó revuelo, defendiendo la razón. Fue un discurso acorde con nuestra Universidad de Panamá, plural, con estudiantes cristianos, católicos, hebreos, musulmanes, diversas culturas, defensora del pensamiento racional.

BXVI rememoró en su discurso los encuentros llamados “dies academicus”, donde profesores y estudiantes de diversas facultades discutían mensualmente con la razón; incluyendo facultades de teología que se interrogaban sobre la racionalidad de la fe; con la extrañeza de un profesor que se cuestionaba por qué una universidad investigaba algo que no existía: Dios. Para BXVI era lógico interrogarse sobre Dios desde la razón.

BXVI en este discurso, citando al profesor Theodores Khoury de la Universidad de Münster, narraba el diálogo entre el docto emperador bizantino Manuel II paleólogo y un persa culto sobre la verdad, relación cristianismo-islam, Dios-hombre, Biblia-Corán, para hablar del tema “fe y razón”; creer en lo sobrenatural frente a lo racional.

En ese diálogo, el emperador habló de la yihad, la guerra santa, citando la surah 2, 256 del Corán, que establece no restringir las cosas de fe. El emperador dijo al culto persa: “Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba”. El emperador explicó que la difusión de la fe mediante violencia es insensato, la violencia es contraria a la naturaleza del Dios y del alma. “Dios no se complace con la sangre —dice—; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas. Para convencer a un alma racional no hay que recurrir al propio brazo ni a instrumentos contundentes ni a ningún otro medio con el que se pueda amenazar de muerte a una persona”. Lo importante del argumento es que para el cristianismo no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. Para el emperador la doctrina que mantenía el persa era diferente; es absolutamente trascendente: Dios no está obligado a nuestras categorías humanas, ni a la racionalidad; Dios no está obligado ni por su propia palabra, nada le obliga a revelarnos la verdad. En contra de esta doctrina, el Dios del Antiguo Testamento de Abraham es el de la zarza ardiente, < >, contrario a mitos.

Para el emperador Manuel II, no actuar con la razón, es contrario a la naturaleza de Dios: la fe es racional, no fanática ni absurda; lo contrario no es de Dios. La razón y la fe van juntas, porque el cristianismo se desarrolló con la filosofía griega, el intelectualismo agustiniano y tomista, que contrastan con la teología de un Dios —el del persa— que hace lo que quiere, incluso lo contrario de lo que quiere, no vinculado con la verdad ni el bien. Quitar la base filosófica-metafísica de la religión-teología, como hizo la Edad Moderna, dejar que solo baste la Biblia, es ajeno a fe y teología. Kant no lo entendió y llegó a decir que tuvo que dejar de pensar para dejar paso a la fe. Otros distinguieron entre el Dios de los filósofos del Dios de Abraham. Quisieron un Jesús con un mensaje meramente moral, sin apoyo de la filosofía-teología ni razón.

Para BXVI, lo anterior acabó en la pelea entre conocer la naturaleza de la materia o conocer la materia solo para nuestro propósito, lo que me conviene. Es decir, conocer la verdad-falsedad de las cosas solo si hay experiencia, solo es ciencia, lo que es resultado del método experimental, lo demás es acientífico, como el problema de Dios. Ese planteamiento quita los interrogantes fundamentales de la vida (saber de dónde viene y a dónde va el hombre) del debate científico. El hombre decidirá según su experiencia lo ético-religioso. La ética se convertirá en algo personal de la conciencia de cada sujeto; cada uno decide lo que está bien-mal.

Concluyó BXVI que todos estamos agradecidos por los progresos de la humanidad; pero la ética de la investigación científica implica obedecer a la verdad, rasgo del cristianismo. Nos alegramos de los progresos, pero vemos sus peligros. Para evitarlo, van juntas razón y fe.

La teología, ciencia que se interroga sobre la razón de la fe, tiene su espacio en la universidad: diálogo de ciencias, culturas y religiones. Los ataques a ideas religiosas y convicciones íntimas dejarán la religión al ámbito de subcultura.

Para BXVI la tarea de la universidad es diálogo razón-culturas, abrirse a la razón sin negarla: no actuar conforme a la razón es contrario a la naturaleza de Dios.

Este es el legado de BXVI a la Universidad de Panamá: defender el pensamiento del profesorado; discusiones profesores-estudiantes, usar la razón, defender la libertad de cátedra, consagrada en el artículo 105 de la Constitución panameña. Gracias, Benedicto XVI, por su defensa de la libertad de cátedra.

Investigador de la UP.
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