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Nuestro país está bendecido. Sea usted creyente o no, es algo innegable. Muy pocos países serían capaces de resistir por tanto tiempo la cantidad de ataques que recibimos en este pequeño pedacito de tierra. No hablo de ataques bélicos, gracias a Dios. Pero ataque es ataque. Agresión es agresión. Y nos vienen agrediendo desde hace rato. Nuestra posición geográfica nos puso a la vista de los poderosos desde que el mundo es mundo. Siendo un país pequeño, resultamos ser un enorme problema para consorcios regionales y globales que tratan de hacernos doblar rodillas ante sus exigencias y no lo logran, aún.
Tenemos un centro bancario que causa ronchas en países desarrollados. Tenemos un clima bendecido que causa urticaria a los países destino turístico y de retiro, quienes invierten millones en el desarrollo de la industria sin humo, y pierden clientes a nuestra tierrita. Tenemos una economía basada en el dólar. Y tenemos el Canal. Le servimos al mundo. Esta lista de ventajas debería ser suficiente para que el país estuviera desarrollado,y creciendo económicamente hacia el futuro.
¿Por qué estamos a la baja, teniendo tantas ventajas? Somos el blanco de aquellos que quieren que el pedacito de negocio que nos llevamos les pertenezca. Escándalo tras escándalo en el que se nos menciona internacionalmente, lista tras lista en las que nos incluyen tienen una sola intención: quebrarnos. Y poco a poco lo van logrando, con ayuda desde adentro.
Nuestros peores enemigos no son los foráneos. Nuestros peores enemigos son domésticos, criollitos. Cada vez que se contrata a una empresa que tiene un largo historial de incumplimientos para que se encargue de una obra, cuyo propósito debería ser beneficiar a los ciudadanos, se castiga al país y se premia la corrupción. Cada vez que se nombra a un incapaz en un puesto bien remunerado, se desmotiva a los capaces y se promueve el nepotismo. Con cada mínima investigación que se haga y se encuentre tráfico de influencias, el sistema judicial grita a los cuatro vientos que aquí el crimen sí paga.
Hoy, el presunto hombre más poderoso del mundo nos tiene entre ceja y ceja. En sus discursos no escatima en inventarnos faltas y mentir abiertamente para atizar un fuego colonialista ante una audiencia cansada de sufrir los males que resultan de sus propias malas políticas, y que ven en atacar e intimidar a los demás la venganza merecida, ante una afrenta que nosotros no cometimos. ¡Qué lío!
Mientras eso sucede allá, acá, los que dirigen la carreta suenan látigos y dan voces para que el pueblo aguante, que el pueblo resista. Al final, la corrupción termina llevando a los países al mismo lugar. Si los gringos viven confundidos sobre la realidad, cortesía de sus políticos, a nosotros no nos va mejor.
El Canal funciona gracias a sus colaboradores, no gracias a la gorda junta directiva. El país avanza gracias a su gente, no gracias a sus malos políticos. Tenemos de todo para surgir, pero nos hundimos. Analizando la cosa, tanto los gringos como nosotros tenemos problemas similares. Y la raíz de todos los problemas es la misma.
Se ha venido condenando el talento contra la “palanca” desde hace tanto tiempo, que hemos terminado demonizando la honestidad. Si acusas a algún corrupto, la “justicia” te va a perseguir a ti, mientras cubre los rostros de los delincuentes. Mientras no haya consecuencias reales para los funcionarios que han actuado en contra de los intereses del país, no caminaremos en la dirección correcta.
“Oye, hoy decidí que esa empresa no tiene que pagarle nada al país por usar su infraestructura” y aquí no pasa nada. “Esa empresa está señalada por corrupción, incumplimientos y malas calidades en todo el mundo, pero vamos a adjudicarle la mayor obra del país”, y nadie dice nada.
Ahora nos sorprendemos y nos ofenden los ataques que recibimos desde afuera, pero mientras nos atacan desde adentro, no decimos nada y aceptamos que cuatro bellacos se hagan con los beneficios que deberían reflejarse en obras y desarrollo para todos, no para las fincas privadas de los corruptos.
El común denominador de cada carencia, de cada problema que hay en el país es siempre la falta de capacidad para dirigir. En vez de elegir líderes seguimos empoderando pusilánimes, que terminan engrosando la planilla estatal, sin aportar nada de valor al futuro nacional. Y peor aún, esos mismos pusilánimes tienen el hacha con el que cortar la cabeza del que ose tratar de hacer algo que deje al descubierto la posibilidad real de trabajar por el país, pues quitaría la opaca cubierta bajo la que se ocultan los malos funcionarios.
Eso lo podemos ver nosotros, y también lo pueden ver otros países. Un Estado con una débil estructura institucional, sin un sistema de justicia real, y con ciudadanos que se pueden comprar es blanco fácil de ataques. Somos una piñata para aporrear con un palo y llevarse los confites. Y eso sucede con la complicidad de los funcionarios que allanaron, por monedas, el paso de intereses externos. Judas criollos, que no son otra cosa. Nos enrumbamos, “or else”.
Dios nos guíe.
*El autor es gerente de construcción