• 06/07/2024 23:00

La importancia de ponerse de acuerdo

Hay que brindarle confianza al pueblo que los acuerdos de gobernanza no son sinónimos de impunidad en la investigación y auditorías [...]

La democracia es un equilibrio entre acuerdos y desacuerdos, entre confianza y respeto, entre cooperación y competencia, entre lo que exigen los principios y lo que las circunstancias permiten. La política no puede producir cambios en la realidad social sin algún tipo de sacrificio mutuo y ceder en la línea de pensar de los nuevos diputados y de los viejos. Muchas veces la manera de buscar un compromiso político puede ocultar el hecho que generalmente hay que elegir entre bienes que no son del todo compatibles, que el acuerdo no siempre es posible y que muchas veces resulta necesario escoger o rechazar.

Los acuerdos no son fáciles y exigen sacrificios de todas las partes. El período legislativo que pasó, la comunidad de diputados se caracterizó por tener una línea de pensamiento desconectada de la realidad social panameña, pero sintonizada en armonía dentro de palacio legislativo, con el subsecuente resultado electoral de una renovación de más del 70% de sus miembros. Es prioritario que los nuevos integrantes lleguen a acuerdos “integradores”, a juegos de suma positiva y acuerdos de ley win-win para beneficio del pueblo.

La realidad que se impuso el 01 de julio en la Asamblea Nacional dejó en evidencia que los desacuerdos políticos son menos arriesgados que los acuerdos y que la sociedad panameña está tan polarizada entre lo viejo y el cambio. Los costos del desacuerdo son muy elevados, ya que permitieron asentar el statu quo en la Asamblea, y el pueblo espera que los problemas que debemos priorizar no estén en riesgo al ser abandonados por faltas de consenso y vuelvan a estar a la deriva.

El desacuerdo en la nueva política mundial goza de un prestigio exagerado. Radicalizar la crítica y la posición es el procedimiento más utilizado para hacerse ver, una exigencia imperiosa en ese combate por llamar la atención que se libra en nuestra sociedad panameña. El antagonismo ritualizado y previsible, convierte a la política en un combate en el que se trata de discutir asuntos relevantes de manera más o menos objetiva, sino de escenificar unas diferencias necesarias para mantener o conquistar el poder en las redes sociales.

Impresiona que los actuales diputados están en una eterna campaña política dentro la Asamblea que explicaría la mentalidad negativa de los panameños a los acuerdos para las leyes. La campaña permanente ha borrado por completo la diferencia entre estar en búsqueda de votos y estar gobernando. Los políticos tradicionales hacen demasiada campaña y gobiernan poco.

Tristemente los discursos de los diputados no se realizan para convencer, sino que adquieren carácter plebiscitario de legitimación en redes sociales. Han priorizado sus discursos por encima del pueblo, el acontecimiento más allá del argumento, el espectáculo sobre el debate y la dramatización sobre la comunicación.

Hay que brindarle confianza al pueblo que los acuerdos de gobernanza no son sinónimos de impunidad en la investigación y auditorías de las licitaciones del seguro, la descentralización paralela y las compras directas durante la pandemia. Solo con la publicación de las auditorías de la gestión previa, los “telespectadores de los circuitos electorales” tendrán la paz que no están siendo traicionados por maletinazos por los nuevos diputados, y lo que está pasando es que la nueva sangre está cumpliendo su obligación de buenos políticos tratando de descubrir las oportunidades para los acuerdos de ley.

Quien gobierna necesita oponentes con los que colaborar y no tantos enemigos que descalificar. Gobernar es diferente a las campañas electorales que obliga a pactar y hacer consensos. La política es el arte de distinguir correctamente en cada caso entre aquello en lo que debemos ponernos de acuerdo y aquello en lo que podemos e incluso debemos mantener el desacuerdo.

¡Dejemos de estar haciendo campaña electoral en la Asamblea y comiencen a buscar consensos para gobernar!

El autor es cirujano subespecialista
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