• 08/12/2023 14:08

La doble hélice de Watson y Crick

El trabajo que terminó por dar sentido biológico a los ácidos nucleicos había comenzado cuarenta años antes en los destartalados laboratorios del ministerio de Salud del Reino Unido en Londres

Hace 70 años, el 10 de diciembre de 1953, James Watson y Francis Crick publicaron en la revista “Nature” una correcta interpretación de la estructura cristalina del ácido desoxirribonucleico, el ADN. Fue un gran descubrimiento, algo mucho más allá de simplemente deletrear el diseño espacial de una molécula grande, complicada e importante. Explicaba cómo esa molécula, dentro del marco de una única estructura, podía servir para propósitos genéticos y existir en formas lo suficientemente variadas como para codificar los mensajes de la herencia. Señalaba además cómo el ADN podría ser estable en un sentido cristalino y, sin embargo, permitir la mutabilidad. Y sobre todo revelaba a nivel molecular, cómo el ADN experimenta su propio acto de reproducción, la creación de más ADN exactamente como él mismo.

El trabajo que terminó por dar sentido biológico a los ácidos nucleicos había comenzado cuarenta años antes en los destartalados laboratorios del ministerio de Salud del Reino Unido en Londres. En 1928, Fred Griffith, uno de los oficiales médicos del ministerio, publicó en el “Journal of Hygiene” un artículo que describía extrañas observaciones sobre el comportamiento de los neumococos, comportamiento que sugería que podrían experimentar algo parecido a una transmutación de especies bacterianas. Los neumococos tienen una variedad diversa de tipos genéticos y se distinguen entre sí por la composición química de sus cubiertas externas. Griffith inyectó en ratones una mezcla de células neumocócicas muertas de un tipo y células vivas de otro tipo y, a su debido tiempo, recuperó células vivas del tipo que distinguia a las células muertas en la mezcla original. A primera vista, había observado una transformación genética.

No había ninguna razón para cuestionar los resultados del experimento. Griffith era un experto bacteriólogo muy conocido y cuya vida profesional había estado dedicada a describir y definir las formas variantes de bacterias, y sus experimentos fueron directos y convincentes. Griffith, ante todo epidemiólogo, no siguió su trabajo sobre la transformación neumocócica; tampoco fue testigo de su apoteosis, pues en 1941 cayó una bomba que hizo estallar el laboratorio del ministerio mientras él y su colega cercano William Scott trabajaban en él.

Unos años más tardes, el análisis de las transformaciones neumocócicas fue realizado por científicos de la Universidad de Columbia y los resultados fueron de gran interés para los bacteriólogos porque dieron una nueva visión de los asuntos relacionados con los virus, aunque la mayoría de los biólogos y genetistas desconocían por completo que estaban en desarrollo. La edad oscura del ADN llegó a su fin en 1944 con la publicación por Oswald Aver del Instituto Rockefeller de un artículo que daba muy buenas explicaciones sobre las transformaciones neumocócicas pero que, sin embargo, no aclaraba el hecho de que los ácidos nucleicos parecían demasiado simples en su composición y demasiado estables molecularmente para cumplir una función genética.

Estas dudas fueron disipadas por Watson y Crick al revelar que la variedad combinatoria de las cuatro bases diferentes que entran en la composición del ADN es más que suficiente para especificar o codificar los veinte tipos diferentes de aminoácidos de los que se componen las proteínas. De hecho, suficiente para transmitir el mensaje genético detallado mediante el cual una generación de organismos especifica la constitución innata de la siguiente. Gracias a este descubrimiento se sabe ahora la forma del código genético, el esquema de señalización y el mecanismo por el cual se transmite el mensaje genético y se mapea en la estructura de una proteína.

Sin duda, este fue la serie de descubrimientos más importante y el mayor logro de la ciencia en el siglo XX. Digo serie porque los descubrimientos no fueron una sola ola de esfuerzos. Cada uno fue fundamental y más diferente al anterior. El de Griffith fue una revelación, en el sentido filosófico de la palabra. No cerró un capítulo en el conocimiento natural, sino que abrió un territorio que hasta entonces no se sabía que existía. Si la investigación científica se hubiera detenido por arte de magia, digamos en 1920, no se sabría que nuestra imagen del mundo es incompleta por falta de ella. Y la elucidación de la estructura del ADN en forma de doble hélice por Watson y Crick fue de carácter analítico, gracias a la técnica de la difracción de rayos X. Con lo cual, si la investigación científica se hubiera detenido en 1950, aún tendríamos una imagen imperfecta de la estructura del ADN y no se hubiera avanzado en el desarrollo de la genética molecular.

Sin duda esta serie de experimentos que culminaron con el descubrimiento de la doble hélice nos han traído aquí. La pregunta clave ahora es saber hacia dónde nos llevan. La respuesta, a pesar de 70 años de conocimientos y experiencias, está aún en desarrollo.

El autor es empresario.

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