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Desde las sacudidas manifestaciones multitudinarias, en octubre y noviembre 2023 y las elecciones nacionales, nuestro país ha vivido un despertar convulsivo, con denuncias, rechazos y condenas, que obligan a ser asentadas particularmente en la historia patria y latinoamericana. Considero que se han señalado los efectos, pero no un análisis de las causas reales-originales. Vemos las ramas, pero no el tronco.
Estamos al borde de una convulsión total que, quizás con los ruegos ante Dios, este nuevo gobierno, inteligentemente puede dirigir, por ejemplo, devolver la confianza herida de muerte y fortalecer nuestra identidad como país, antes de que entremos en convulsiones revolucionarias y violentas que se presagian, como ha sucedido históricamente en otras latitudes. ¿A quién culpar?
Empero, debemos felicitar a la Prof. Maribel González y al Sr. Juan Carlos Tapia; quienes, blandiendo su capacidad de análisis reflexivo, expusieron la crisis de la CSS y algunas medidas para su sostenimiento, señalando tenuemente una lucha de clases, donde una burguesía pro capitalista, con dominio en lo político, campea abiertamente una corrupción para sostener e incrementar su poder económico, dejando entender que son los valores materiales los verdaderos generadores de la armonía-paz social, soslayando que ese criterio es causante de convulsiones revolucionarias costosas. Entonces, ¿quién es el verdadero culpable de las revoluciones, quien las ejecuta o quien las provoca?
Considero que la verdadera causa de nuestra crisis socio-política-económica es la imperante ideología heredada por nuestra posición geográfica de tránsito, donde el factor comercial ocupa el primer lugar sobre la agricultura y la industria. Recordemos a los fenicios y los dominios imperiales, ideología que enfatiza el presente sin visión de futuro, creando una conciencia individualista, oportunista y amoral.
Si aplicamos como ejercicio elemental de evaluación empresarial, un FODA ( Fuerzas, Oportunidades, Debilidades, Amenazas), por simple observación podemos colegir que poseemos más debilidades y amenazas que fuerzas y oportunidades, lo que nos lleva a deducir que estamos al borde de un Estado fallido, sin claridad para un futuro mejor, donde disminuya el desempleo, mejore el ingreso familiar y la delincuencia, la distancia socioeconómica entre ricos y pobres y recibir servicios de calidad para la salud y educación.
Estamos al borde de un orificio profundo sin control para una clase empresarial corrupta que nos gobierna sin debido control, tomada como apéndice para aumentar enquistada en el gobierno para ser servida y poco servir, y sí reprimir protestas que, según ellas, lesionan los “derechos democráticos” que ella ha pisoteado y negado.
Estimo, que, a largo plazo, podemos producir un cambio de esta consciencia autodestructiva, si:
1. Se cambian las reglas de juego, iniciando con y creación de una nueva constitución, consultada y debatida popularmente, donde se plasmen nuevos coherentes derechos y deberes ciudadanos para servir y no ser servido.
Los cambios estructurales para los resultados soñados deben partir de lo invisible, para obtener los logros materiales y no a la inversa. Reconocemos lo corporal y su influencia en la conciencia, pero jamás debemos priorizarlo sobre lo espiritual-moral, para no caer en un materialismo enajenante-alienante.
2. Establecer un acuerdo nacional para crear y accionar una comunidad educativa que enfatice y estimule el desarrollo de una alta moral, que exalte virtudes de seres ejemplares y no a debilidades delincuenciales. Colaborar para la ejecución de insinuantes contenidos estimulantes en la creación de seres con amor para servir con humildad y entrega desinteresada por aumento de pecunias económicas.
3. Soy uno de los sorprendidos por la actuación del actual Presidente de la República, pese a no confiar en la mayoría de sus ministros, muy ligados a empresas comerciales, exhibiendo un diálogo y consulta permanente para gobernar con el pueblo para el pueblo. Accionar ejemplar suyo que nos estimula a mirar más hacia adentro y no a distraernos con los problemas en otros países. Actuar que debe ser imitado por futuros mandatarios. Nada fácil, pero es buen ejemplo que dará ganancias colectivas a corto y largo plazo; y, solo si cambiamos otra forma para hacer y producir lo pensado, tendremos la alegría de un Nuevo Panamá.