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- 15/11/2022 00:00
¿Izquierda o derecha... o todo lo contrario?
La reciente elección del Brasil puso a muchos a hablar del peligro de la izquierda si Luiz Inácio Lula da Silva ganaba. La alternativa era la derecha plasmada en Jair Bolsonaro, mandatario que poco hizo para reforzar la democracia brasileña, con sus ínfulas militaristas y poco apego científico para el tratamiento de la pandemia. Pretendía ser una imitación criolla de Donald Trump, sin pudor alguno, coqueteando con Vladimir Putin en su criminal genocidio contra Ucrania.
Lula da Silva, fundador del Foro de Sao Paulo, e icono de la izquierda latinoamericana, estuvo preso por corrupción por 22 meses. Después fue liberado, pero, no por inocente, sino por violaciones en el procedimiento en las investigaciones en su contra.
La elección de Brasil fue lamentable. Por un lado, un comprobado corrupto y, por el otro, un furibundo militarista y disociado. Este dilema también suele presentarse en nuestro patio, cuando las clases políticas obligan a elegir al menos malo de los candidatos.
Lula da Silva, histórico líder obrero que había competido en tres ocasiones anteriores, llegó al poder la primera vez en 2003, reelecto en 2007 y ahora, a partir del 1 de enero de 2023, será el primero en ocupar el cargo en tres ocasiones. Su legado fue impresionante. Con la bonanza del precio de las materias primas, sacó de la pobreza a 30 millones de sus paisanos, proyectó la imagen de Brasil al mundo, pero dejando una estela enorme de corrupción. A lo interno, con innumerables escándalos, como compras de diputados y senadores y expoliación de recursos petroleros en Petrobras. En el exterior, su mano llegó a nuestros países a través de Marcelo Odebrecht, quien se llevó el mérito de ser el orquestador del caso de corrupción más extenso del continente, porque también hizo negocios en Miami.
El dilema que algunos presentan sobre qué es mejor, ¿izquierda o derecha?, a mi juicio es irrelevante. Al final ambos extremos, supuestamente irreconciliables, terminan dándose la mano cuando gobiernan.
Veamos el caso panameño. Aquí nadie puede decir que se asoma un Gobierno de izquierda, aunque dentro del PRD haya una tendencia que de la boca para fuera hace aspavientos de ser de izquierda y “progresista”. Los llamo izquierda de caviar, enriqueciéndose a la sombra del poder.
Panamá ha tenido gobernantes corruptos como Venezuela con Hugo Chávez y Nicolás Maduro. En el caso local, Martín Torrijos, coqueteó con los marxistas para figurar en el exterior, mientras que Martinelli, Varela o Cortizo no tienen un pelo de izquierdistas.
Sin embargo, se identifican por su desprecio popular, falta de transparencia y apego a apropiarse de los fondos públicos como el chavismo en Venezuela durante 22 años. Es cierto que ninguno de ellos cayó en el autoritarismo de regímenes despreciados por representantes de la nueva izquierda, como Cuba, Nicaragua o Venezuela.
Es propio de algunos dirigentes políticos del patio aplaudir esas dictaduras latinoamericanas, a pesar de que todos han dejado tras sí una secuela de destrucción institucional y han llevado a sus pueblos a escenarios de miseria y extrema pobreza, hasta el punto de que sus ciudadanos huyen en montones de los “paraísos” que dicen haber construido. Lo vivimos a diario.
Lo que nuestros pueblos requieren no es que sigamos con esos pregones que si son derecha o izquierda. El filtro a utilizar para medir a nuestros gobernantes debe ser doble. El primero, su grado de compromiso con el combate a la corrupción y, simultáneamente, con qué equipo de Gobierno esperará dirigir los destinos del país con un plan de trabajo que aglutine a todas las fuerzas que se unirán, suscitando el apoyo del resto del país por la transparencia con el que se mueva. Esas dos condiciones fundamentales asegurarán una gestión de gobierno eficaz y comprometida con sus promesas de campaña.
Es ese el dilema que vive el país en este momento, donde se piensa que competirán en las próximas elecciones dos figuras del pasado: el PRD, con el que terminen de escoger y Martinelli.
¿Podremos esperar cambios hacia un Panamá más decente y solidario con esas alternativas? ¿Será por eso que quien se presente como independiente, podrá sumar a todos los decentes en los partidos tradicionales y tener opción en 2024?
Las próximas elecciones están a la vuelta de la esquina. No podemos esperar hasta inicios del 24 para buscar esas opciones diferentes al sombrío panorama que se presenta hoy. En nuestras manos está el porvenir del país y sus gastadas y obsoletas instituciones.
Más que izquierda o derecha, queremos mandatarios honestos y capaces, con la suficiente humildad para escuchar y tomar decisiones entre todos.