La ceremonia, a la que está previsto que lleguen Jefes de Estado de todo el mundo, estará oficiada por el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista...
- 18/01/2023 00:00
Holocausto, masacre o violación de Nankín (1937-1939)
Las guerras son las más insensatas actividades del género humano. Las más crueles y cobardes son los asesinatos, pero la más incomprensible y repudiable de todas es el genocidio contra natura de personas civiles no beligerantes e indefensas por parte de seres sádicos y sicópatas que emplean un poder armado incuestionable para destruir la vida e infligir los mayores sufrimientos imaginables por el puro placer de dar rienda suelta a sus más bajos instintos.
Eso fue lo que ocurrió el 13 de diciembre de 1937, en la Segunda Guerra Sino-Japonesa en Nankín, capital de la República de China, cuando, al abandonar Chiang Kai Shek la ciudad y dejarla desprotegida, el Ejército Imperial Japonés entró para arrasar y avasallar al pueblo chino, que quedó a merced de los nuevos bárbaros –sucesores de los Hunos (con el perdón de Atila)- que no dejaron, como advirtió Jesús en el Templo, piedra sobre piedra.
El 5 de agosto de 1937, el emperador Hirohito había ratificado la propuesta de su ejército de eliminar las restricciones de las leyes internacionales para el trato de prisioneros chinos. En consecuencia, también se borró del vocabulario el término «prisionero de guerra», con lo cual todo ciudadano chino quedó desprotegido.
Solo en las primeras seis semanas en Nankín, los crímenes de guerra cometidos incluyeron el pillaje, la violación masiva de mujeres, hombres, ancianos y niños, la matanza a sangre fría y la quema en carne viva de civiles y prisioneros de guerra. Se estima que murieron más de 300 000 chinos.
Sin embargo, según documentos de guerra desclasificados en diciembre de 2007 y recién publicados, que hasta entonces habían sido un secreto de Estado, el régimen de Estados Unidos consideró el número total de muertos en Nankín, en 500 000.
Si consideramos el total de chinos muertos desde 1931, es casi seguro que superan los 27 millones por parte de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial, pero los soviéticos no sufrieron tan horrendo fin.
Ya antes, con la invasión de Manchuria por los japoneses en 1931 y el establecimiento de un régimen títere –el Manchukuo– Japón debió retirarse de la Sociedad de Naciones, antecesora de la ONU, por su conducta aberrante.
Los japoneses hacían concursos para saber cuántas cabezas podían decapitar con sus espadas (katana) y, en este sentido, fue célebre la competencia entre dos soldados, cada uno de los cuales decapitó a 105 o 106 chinos. Para desempatar, los falsos y cobardes samuráis alcanzaron la cifra de 150 cada uno. Al terminar la guerra, ambos criminales de guerra fueron ejecutados.
En términos comparativos, la Unión Soviética tuvo 27 millones de muertos en la Segunda Guerra Mundial, y China, al menos 23 millones, sin contar a los que murieron en países vecinos. La gran diferencia es que los soldados soviéticos murieron legalmente por razones de la guerra, mientras que los chinos murieron ilegalmente por genocidio y crímenes de guerra.
Según el historiador Chalmers Johnson:
“Tratar de establecer cuál de los dos agresores del Eje, Alemania o Japón, fue el más brutal hacia los pueblos que persiguió no tendría sentido. Los alemanes mataron a seis millones de judíos y veinte millones de rusos [sic, por soviéticos]; los japoneses masacraron a treinta millones de filipinos, malayos, vietnamitas, camboyanos, indonesios y birmanos y, al menos, a veintitrés millones de etnia china. Ambas naciones saquearon los países que conquistaron a una escala monumental, aunque Japón robó más durante un periodo más largo que los nazis. Ambos conquistadores esclavizaron a millones y los explotaron como mano de obra forzada —y, en el caso de los japoneses, como esclavas sexuales, Mujeres de consuelo para las tropas en la línea de combate. En el caso de ser prisionero de guerra de los nazis procedente del Reino Unido, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelandia o Canadá (pero no Rusia), se enfrentaban a una tasa de mortalidad del 4 %; [en comparación] la tasa de mortalidad para los prisioneros de guerra aliados detenidos por los japoneses era de casi el 30 %.” (Johnson: Looting of Asia).
El Ejército Imperial Japonés fue responsable de canibalismo, trabajo forzado, matar de hambre cuando era evitable y esclavitud sexual.
El odio y el resentimiento sembrados en numerosos países asiáticos contra Japón, que se resiste y niega a reconocer públicamente sus crímenes, es un factor que debilita y atenta contra ese país y que hace nada creíbles o legítimas sus alianzas contra países vecinos, especialmente de Estados Unidos, Reino Unido y Australia contra la República Popular China.