• 08/03/2019 01:00

Hilando fino

La diferencia entre Pedro Carmona, aquel empresario que en 2002 tomó el poder por 48 horas en Venezuela

La diferencia entre Pedro Carmona, aquel empresario que en 2002 tomó el poder por 48 horas en Venezuela, y el joven diputado Juan Guaidó ahora, es que aquél quiso ‘coronarse' sin apoyo popular y contraviniendo la Constitución, y este, en cambio, se ha procurado —prudente y equilibrado— una base institucional con apoyo de la calle y sin exhibir las ínfulas de un salvador de la patria. Desde el pasado 23 de enero, cuando se juramentó como presidente interino, Guaidó ha sorprendido a propios y extraños, a pesar de su corta edad y su discreto trayecto político.

En muchas ocasiones, parte de la dirigencia opositora venezolana insistía en que no estaba planteado regresar al modelo político del pasado y que una eventual sexta república poschavista suponía la participación de un nuevo liderazgo político al frente del país. Ahora Guaidó representa, precisamente, esas aspiraciones y, por ello, es menester brindarle todo el apoyo posible, desde cualquier parte y sin distingo de color o ideología.

Venezuela vive un momento inédito en lo institucional. Jamás se había presentado una situación similar en el país. En el pasado, las diferencias se zanjaron brillantemente en el terreno electoral o manejando con fineza las tormentas políticas que se presentaban, pero la llegada del chavismo cambió todo eso.

Chávez llegó al poder convirtiendo al Estado en su feudo personal. Trastocó gravemente la institucionalidad y Maduro terminó de darle la estocada final, convirtiendo un corrupto modelo populista en una despiadada narcotiranía.

La victoria aplastante de la oposición en las parlamentarias de 2015 significó el inicio del cambio de esta hegemónica pesadilla que destrozó a Venezuela sin misericordia. Fue la antorcha que encendió el pebetero. A partir de allí los venezolanos demócratas sentimos que la razón y las leyes no nos habían abandonado, que siempre habían estado de nuestro lado. Sin tropiezos y con muchos desengaños, se inició un duro camino que significó la muerte y el exilio de muchos venezolanos que lucharon por el cambio en este último tramo de vida del país.

Antes de su ascenso como presidente interino, Guaidó llegó a la Presidencia de la Asamblea Nacional, producto del acuerdo parlamentario de los cuatro partidos de la extinta MUD, según el cual cada uno de ellos toma la Presidencia durante un año. Y así ha sido. Primero le tocó a Acción Democrática, luego a Primero Justicia, después a Un Nuevo Tiempo y ahora a Voluntad Popular.

El joven dirigente forma parte de la camada que se ha formado al lado de Leopoldo López y ambos son fundadores de Voluntad Popular, el único partido que tiene un programa de Gobierno, diseñado con la mayor filigrana, para ser puesto en práctica en la era poschavista, que Leopoldo ha desarrollado desde su prisión. Su tarea principal será devolverle la institucionalidad al país y conducir a Venezuela a unas elecciones justas y democráticas, libres de este desprestigiado CNE, un tribunal electoral totalmente controlado (por) la maquinaria fraudulenta del chavismo.

La llegada de Guaidó, un político joven, prudente y surgido de abajo, le devuelve las esperanzas al país. La oposición y todo el país deben cerrar filas en torno a este joven, que irrumpe en el escenario político como si los planetas se hubiesen alineado a la perfección. Después de lo ocurrido el pasado 23 de febrero en Cúcuta, con los intentos de hacer ingresar la ayuda humanitaria, ha quedado demostrado que el camino es abrazar la causa de este nuevo líder.

No imaginamos a ningún otro de los dirigentes actuales cabalgando en esta coyuntura que supone el cambio de timón anhelado por todos los venezolanos. Como decía al principio: queríamos un líder joven y desintoxicado de las prácticas del pasado, pues allí está.

La situación es inédita, sin lugar a dudas. Por un lado, Guaidó asumiendo las funciones de presidente, amparado en el artículo 233 de la Constitución, y por el otro, el desprestigiado y patético ogro, deslegitimado por sus atrocidades, intentando aferrarse a un poder que solo le sirve para no ser procesado por sus innumerables delitos. Él y su narcorégimen tienen el tiempo contado. Las sanciones contra ellos comienzan a hacer estragos. La comunidad internacional será clave en estos días postreros de la dictadura madurista.

PERIODISTA Y ANALISTA; EN TWITTER, @HUGOSANTAROMITA.

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