Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 22/12/2015 01:00
Fijemos en nuestra memoria el genocidio
Cuando pienso en lo que me ha contado un médico del Hospital Santo Tomás que no rehuyó prestar sus servicios en las horas aciagas en que se producía en nuestro país la invasión norteamericana en aquel 20 de diciembre de 1989, en que se arrumaban cientos de cadáveres, unos sobre otros, porque no cabían en la morgue, mientras otros médicos faltando a su juramento hipocrático y por cobardía le daban la espalda a un pueblo que se desangraba, sin contar en sus manos con qué responder, patrióticamente, al agresor, hago pausa aquí para repudiar a los que por distintos medios, conscientes o inconscientemente, se empeñan en no hacer mención del genocidio que se produjo en el interés que tenía Estados Unidos de disolver el proyecto de liberación nacional, iniciado por el general Torrijos. Tras su desaparición física ocurrida el 31 de julio de 1981, ese proyecto había quedado en pie y el sucesor había sido el general Manuel Antonio Noriega.
Ahora bien, sin discusión alguna, ante los hechos objetivos, Estados Unidos tenía en sus archivos algunos errores cometidos por Noriega desde el poder que lo hacían vulnerable y apuró el paso en su labor injerencista, azuzando con financiamiento a los llamados civilistas que eran los mismos que se habían opuesto a la descolonización de la antigua Zona del Canal y la reversión de la vía interoceánica y a todo su andamiaje militar foráneo.
Sin pretender desviar el rumbo que llevo en estas líneas, debo admitir que durante las negociaciones para un nuevo Tratado del Canal, Estados Unidos siempre encontró en el General Torrijos una integridad moral que, sin regateo alguno, era notoria en la personalidad del presidente Carter. Creo que a este nivel de dignidad, hicieran posible que culminara con éxito la aprobación de dichos tratados, por encima de la oposición de algunos senadores estadounidenses y de constantes movimientos sediciosos que se dieron en nuestro país en que se quiso aprovechar la desaparición del sacerdote Héctor Gallego, en que más bien Torrijos no veía ninguna oposición en su labor religiosa y cooperativista y seguramente como lo reconoce la historia el cura se enfrentó a otros intereses.
Noriega ha pedido perdón públicamente por sus errores, seguramente el más grave que lo llevó a ser juzgado en un Tribunal de Miami, Florida, por el que fue condenado a 40 años, tras su rendición, luego de haberse alojado en la Nunciatura de esta ciudad, pero debemos hacer énfasis en que Estados Unidos invadió nuestro país porque Noriega se negó a acatar algunas órdenes que pretendieron imponerle, que de haberlas obedecido hubiera frutado el triunfo de los sandinistas, convertido en un sirviente del imperialismo, lo que habría sido el retorno al colonialismo, tras la imposición de otras medidas que condujeran a la abrogación de los Tratados del Canal.
La diferencia era que Noriega no era el Pinochet que pretendía Estados Unidos.
ABOGADO Y PERIODISTA