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- 04/03/2025 16:12
Fantasmas de la imaginación
¿Qué tienen en común la imaginación, la memoria y nuestras mentiras? ¿Pueden estos tres distintos conceptos formar un improbable y amoral círculo virtuoso?
Lo maravilloso de la imaginación es que es verdaderamente incomprensible, sin primero descifrar el misterio de su forma infinita y circular, tan parecida a nuestra memoria y paradójicamente a nuestras mentiras, piadosas o no.
Pero ¿qué tienen en común la imaginación, la memoria y nuestras mentiras? ¿Pueden estos tres distintos conceptos formar un improbable y amoral círculo virtuoso? De hecho, estas tres nociones son funciones íntimas de nuestro cerebro, parte importante de la creatividad humana y de nuestro pensamiento racional, con una coherencia parecida al “bien, la belleza y la verdad” que los griegos llamaban “kalakogathía”.
Así, nuestra memoria almacena imágenes mentales, como recuerdos de corto o largo plazo, en distintas regiones del cerebro, siendo el neocórtex y el tálamo los responsables de controlar nuestra imaginación, como estructuras de nuestra experiencia humana, con lo cual también se ayuda a descifrar su significado fenomenológico y su alcance imaginativo.
Por eso, en la práctica, nuestra imaginación utiliza múltiples funciones cerebrales como las emociones, la memoria, los pensamientos, etcétera, para desarrollar plenamente nuestras capacidades creativas e inventivas.
Por eso también, nuestras mentiras no son nada más que manifestaciones exageradas de nuestra imaginación, sin duda mayormente usadas para el mal, con connotaciones negativas dependiendo de sus varios niveles de perversidad.
Por supuesto, mentir está en contra de nuestros cánones morales y éticos occidentales, si bien los filósofos y teólogos están divididos sobre si se puede mentir en algunas circunstancias especiales, particularmente si estas “mentirillas” ayudan a alguien o si no hacen mucho daño.
Entonces, estas mentirillas blancas podrían considerarse como unos de los fantasmas de la imaginación, con las que especulamos mentalmente sobre la realidad que nos rodea. De esta forma, nuestra imaginación conforma parte de nuestras emociones e intelecto, dándole su relevancia en nuestras vidas.
Lo cierto es que esa circunferencia humana que nos circunda y limita a la vez, se deshace con nuestra imaginación porque esta no tiene linde que la circunscriba. De allí la grandeza de la literatura, en especial de la poesía, que a pesar de ser muy humana, tiene más de fantasía y pasión, o sea, de imaginación, como su fuerza primaria y creativa.
Nuestras reacciones emocionales, a lo que vemos o sentimos, nos facultan a ser libre y a crear posibilidades porque nuestra imaginación es total, aun cuando lo que imaginamos son “una mezcla de impresiones pasadas y conocimiento reciente” por ser una imagen mental, como bien lo señaló Jean-Paul Sartre en su “El imaginario: una psicología fenomenológica de la imaginación” (1940).
Sartre dice que lo que se necesita para que se produzca el proceso imaginario es una percepción de la realidad, ya sea un cuadro, una fotografía o un boceto que adquiere el sentido del objeto; por ejemplo, una foto que sustituye al sujeto ausente fotografiado, sin estar nosotros atrapado en lo “real”, dado que podemos imaginarlo.
Con su teoría de la imagen, que afirma tener dos existencias, Sartre confronta la confusión entre esencia y existencia, parte del problema de la imaginación, tema para otro escrito.
Lo imaginario como objeto irreal, toda vez que proyecta algo ausente o inexistente y su intersección en la literatura con el uso del misterio de la imaginación, introduce una forma distinta de ver el mundo, tan esencial para nuestra realidad, tanto literaria como humana.
Sin embargo, la imaginación tiene sus limites a pesar de su poder. Hagamos buen uso de ella y de sus fantasmas.