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- 26/11/2020 00:00
La fábrica de maestros, sarcófagos y bolitas de tamarindo
Al final de la planicie del viejo aeropuerto de Santiago en el Canto del Llano, se divisa la cresta de las montañas brumosas del norte de Veraguas, y, hasta hace poco, se podían ver, cual iguanas gigantes dormidas, los esqueletos de los aviones abandonados, testigos de la sangre que una vez salpicó aquella explanada.
Donde danzaba de noche una luciérnaga sobre el panteón del cacique Urracá, allí frente al llano enorme, en una casa de ladrillos carmesí, con un jardín frontal y una huerta inexpugnable detrás, fundaron su hogar hace casi un siglo, Alejandrina y Rogelio Urieta, mis abuelos. Erigieron la base de su prole y su linaje, sobre rigurosa observación y cuatro preguntas cardinales:
-1. ¿Qué es seguro? La muerte. Instalaron una fábrica de ataúdes.
-2. ¿Cuál cosa muy posible? Equivocarse buscando felicidad. Abrieron una cantina.
-3. ¿Cómo encarar la existencia? En Canto del Llano convergen gente de planicie y montaña; realidad y la magia. Vendieron bolitas de tamarindo, ácidas y dulces.
-4. ¿Quién y qué no cambia? Todo cambia. Predestinaron un ala de la casa para alquilar a jóvenes maestros y normalistas.
En aquellos confines se abrió una escuelita, la Rubén Darío, en honor al poeta nicaragüense y cuyo abuelo paterno, Domingo García, era de Veragua.
Por el aumento de estudiantes, la escuela Normal de Santiago, abierta en 1938, producía más docentes. Al primer Congreso de la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP), en feb. 1944, Veraguas envió a dos normalistas: Perla Ferrari y Ana Donado.
La escuela RD se iba quedando pequeña. El abuelo facilitó madera que era para los ataúdes, para bancas, libreros y murales de la escuela. Todos los vecinos ayudaban. Un maestro le pidió a la abuela que le calentara en el fogón un clavo y escribió con él, en un pedazo de madera de féretro: “Si pequeña es la Patria, uno grande la sueña” (R.D).
Desde el portal de la casa, se vio llegar al llano el primer avión en 1949, un Piper Cliper de cuatro plazas, pilotado por el texano Rubén Cantú, quien abrió una escuela de pilotos.
A falta de carreteras en la provincia, los avioncitos llegaban a los potreros remotos y si aterrizaban de noche, se podía escuchar sobre el techo de la casita de los abuelos, cómo sobrevolaban avisando a los vecinos que salieran con velas, lámparas de kerosene, o autos, a iluminar la pista.
Los normalistas que organizaban campañas de educación y estuvieron presentes en la gran marcha de mujeres contra los Tratados Filós-Hines, en dic. del 1947, con A. Ducreaux, D. Ortíz y G. Coronado; y en 1958, de las protestas estudiantiles exigiendo mejoras en la educación, se levantaron contra el latifundio de la Panamá Boston Coconut Co., enquistado al sur de la provincia, cuyo territorio podía ser más grande que la propia Zona del Canal. La Normal fue cerrada.
En la RD se conocían a varios jóvenes atrincherados en abril 1959 en el Tute, liderados por el veragüense Polidoro Pinzón, exvicepresidente de la FEP. Desde el zaguán de los abuelos, se vio aterrizar el avión DC3 de la CPA, pilotado por Nene Carrizo, uno de los jóvenes pilotos santiagueños, con los oficiales policiales que llegaban a combatir a los sublevados. El saldo: cuatro jóvenes muertos, varios heridos.
Lo del Tute se convirtió en grito sordo y antorcha indómita erguida en la cordillera, de luto, el movimiento estudiantil protagonizaría, siete meses después, la Siembra de Banderas y en 1964, esa tarde del 9 de Enero, abriría en canal sus venas para reescribir de púrpura la historia con el martirio de Ascanio y una veintena de inmortales.
Los maestros fueron transformando todo a su paso, a los abuelos les instaron quitar la cantina. La abuela puso en su lugar una venta de bebidas de “Kool Aid” y frutas. Quien no compraba refrescos podía ver a los loros parlanchines de la abuela que recitaban las preposiciones de atrás para delante y poemas de Darío.
Debido a la inmigración a Canto del Llano, el abuelo sin poesía, se dedicó a la compra y venta de lotes de terreno.
Batallones de jóvenes maestros pasaron por el alquiler para enseñar en la RD, entre ellos José M. Torrijos, casado con Joaquina Herrera y cuyo hijo, Omar, estudió en la Normal y quien, siendo un joven capitán de policía, justamente por santiagueño, fue enviado desde Panamá a enfrentar a los del Tute, obedeció. Casi una década después de teniente coronel, se tomó el poder, y llevaría a EE. UU., en 1977, a firmar un tratado que ponía fin a las bases y entregaba el Canal a Panamá e1 31-12-1999; antes saldó las cuentas con la Panamá Boston Coconut Co.
Al Llano llegaron tantas familias, que hubo que trasladar el aeropuerto. Ahora hay dos institutos, el Urracá y el IPTV, al fondo la Normal; en el corazón del aeródromo una extensión de la Universidad de Panamá. Al final, como corona del llano, sigue la RD.
¡Feliz día del maestro a aquellos que transformaron la montaña y el llano, porque, si pequeña era la Patria, ellos grande la soñaron!