• 22/03/2022 00:00

Exclusión aérea

“[...] en la actualidad todos los países tienen el dedo en el gatillo. Rusia no hubiera emprendido una acción tan arriesgada sin antes movilizar a todas sus fuerzas de respuesta en crisis [...]”

En los medios noticiosos asoma con frecuencia un reclamo de los dirigentes ucranianos, expresado como deseo, para que se imponga sobre los cielos de Ucrania una “zona de exclusión aérea”. ¿Qué significa ello? ¿Quién impondría ese paso?

Simple y llanamente significa que quien imponga esta medida prohíbe el vuelo de aviones sobre el territorio así protegido, y si algún aparato surca el aire este debe ser derribado por aquel “juez” que dio la orden.

¿Cómo se entiende esto? ¿Quién establece esa prohibición? Se entiende que Rusia y controla los cielos ucranianos y por consiguiente esa orden debería provenir nada más y nada menos que de la OTAN.

¿Qué autoridad tiene esa coalición bélica sobre los cielos de Ucrania? Ninguna.

Pero entienda el lector que ya es una medida adoptada con anterioridad. Cuando Occidente decidió apoderarse de Libia y de sus riquezas gasíferas y petroleras organizó una rebelión local en Bengasí; naturalmente el ejercito libio procuró usar su aviación contra los rebeldes y fue entonces cuando las potencias occidentales Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia gritaron al unísono: “¡Así no se vale! ¡Hay que privar de aviación al régimen de Gadafi, pues es una ventaja alevosa!”.

Fue entonces que dictaron, como reyes del mundo civilizado, una orden de “exclusión aérea” sobre los cielos de Libia; es decir, se prohibió a los aviones libios levantar el vuelo sobre su propio espacio aéreo so pena de derribarlos. Acto seguido la aviación occidental sobrevoló libremente los cielos de Libia ametrallando a mansalva a las tropas libias que no podían obtener protección aérea propia. En buen panameño, era una pelea de tigre suelto contra burro amarrado. Es menester recordar que la aviación francesa peinó el desierto hasta hallar y ametrallar la caravana de Gadafi, quien había tenido la osadía de reclamarle al presidente francés Sarkozy treinta millones de dólares que le había prestado para financiar su reelección.

En la actualidad, ¿quién podría dictar una orden de exclusión aérea sobre los celos de Ucrania? La ONU estaría inhibida por la presencia de los poderes de veto de China y Rusia. ¿Será la OTAN el organismo supranacional, cual tigre suelto? No estamos ya en tiempos de la valiente y extinta Yugoslavia luchando contra una OTAN que impusiera el orden de las trasnacionales. Permita el papel de este escrito que exprese una franca risotada ante esta perspectiva, pero advierto el peligro.

Sepa el lector que en la actualidad todos los países tienen el dedo en el gatillo. Rusia no hubiera emprendido una acción tan arriesgada sin antes movilizar a todas sus fuerzas de respuesta en crisis; ya sea en los océanos, o en el aire, o al pie de la cohetería, todo ello en previsión de cualquier locura de Occidente. No deseamos a los Estados Unidos otra cosa que un despertar de lucidez en medio de la locura.

Recuerdo a aquel primer secretario de Defensa, de apellido Forrestal, que insistía machaconamente en el peligro ruso; solo su esposa sabía que estaba “ñame” y un día consiguió una orden psiquiátrica para su internación: cuando estaba sentado en su despacho de la Secretaría de Defensa se abrió la puerta y entró su esposa acompañada de tres robustos enfermeros. Se paró, y gritando “que vienen los rusos”, se tiró por la ventana, siendo apañado por la tolda de una ventana situada más abajo. Tiempo más tarde, y ya en el psiquiátrico, logró suicidarse efectivamente, siempre al grito de “vienen los rusos”. ¿Cuántos locos sueltos no quedarán en Washington y en el Pentágono?

Médico, miembro del Consejo de la Paz.
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