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- 16/08/2024 00:00
Estigma de los partidos políticos
Los partidos políticos surgen en las sociedades políticas liberales occidentales, en el transcurso del siglo XIX. La posición del primer liberalismo político era absolutamente contraria a los partidos políticos, ya que este cuestionaba cualquier grupo o corporación en el entendido de que limitaban la libertad individual (Hernández, Juan 1990, p. 14). También puede considerarse, que, según Oñate, la aparición de los partidos “se registra en Inglaterra a partir del primer tercio del siglo XIX” (citado por Del Águila, 1997, p. 254), mientras que Duverger señala que los partidos se remontan a 1850 (citado por Hernández, 1990, p.15). Simultáneamente Oñate, considera: “Los partidos políticos surgen cuando la política deja de ser un asunto en el que solo interviene una pequeña minoría, para constituirse en las organizaciones que mediarán entre el poder político (el Estado) y las masas de un público ampliado (citado por Del Águila, 1997, p. 254).”
En Panamá el tema de los partidos políticos se encuentra regulado en la Constitución Política de la República de Panamá, así como en el Código Electoral, donde se establece lo relativo a los procesos electorales, lo referente a la constitución y extinción de los partidos, la inscripción de sus miembros e incluso su funcionamiento interno.
La Constitución Política de Panamá, contempla en su título IV, Derechos Políticos”, específicamente el artículo 138 las intenciones o propósito de un partido político.
“138. Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumentos fundamentales para la participación política, sin perjuicio de la postulación libre en la forma prevista en esta Constitución y la ley. La estructura interna y el funcionamiento de los partidos políticos estarán fundados en principios democráticos.
La Ley reglamentará el reconocimiento y subsistencia de los partidos políticos, sin que, ...”.
La crisis política de los partidos es un tópico constante en la discusión pública. Los partidos políticos en Panamá –y no es solo el caso de este país – atraviesan un inmenso desprestigio. Panamá, procesa las consecuencias más extremas de esta situación, que alza sus vítores por la decadencia de la confianza en los partidos que han gobernado este país en los últimos lustros, donde existe común acuerdo en afirmar que la legitimidad de los partidos políticos está siendo cuestionada por un significativo número de ciudadanos.
Leer los diarios, escuchar radio o mirar televisión y estar pendiente de las redes sociales, bastan para darse cuenta de los abundantes y comúnmente argumentos aducidos por las personas para calificar a los partidos como ineficientes, deshonestos, corruptos y demás.
Varios son los factores que explican ese progresivo descrédito, entre los que se destaca las sucesivas situaciones de corrupción que han protagonizado distintos partidos en el ejercicio de sus funciones, los relacionados a las barreras de entrada a la competencia partidista, el sistema electoral, los propios partidos o la comunicación política. Elementos que se agruparían en una dimensión común: la relación de los ciudadanos con las instituciones.
En el caso de los partidos políticos, la desviación de la conducta propia de sus líderes respecto de las normas definidas para el ámbito público lleva a un descenso de su legitimidad, distanciándolo socialmente del respeto y la adhesión de los ciudadanos.
La implicación de funcionarios de altos cargos en serios casos de corrupción impacta negativamente en la valoración de los partidos, cambiando posiciones de apoyo a posiciones de desafección política. Prácticas como el clientelismo, el nepotismo o la captación de la población, vinculada a la movilización de estos recurrentes casos de corrupción y de políticas clientelares, potencialmente coadyuvan con un impacto inmediato en la formación de una opinión desfavorable y de pérdida de apoyos políticos.
Realizar cambios estructurales en políticas y transparencias que lleven a una democratización de los partidos y a una mayor transparencia de sus cuentas es una idea que cosecha adeptos desde hace ya tiempo. Distintas han sido las reformas normativas que se han llevado o se tratan de llevar a cabo con este objetivo, sin embargo, parece ser que todas ellas resultan, hasta el momento, insuficientes para erradicarlo.
La desafección política precede al modo en el que se vehiculizan esos sentimientos, estos se refuerzan mutuamente a lo largo del tiempo por la incapacidad de asumir las acciones no institucionales. En esa línea, la desafección política trasciende las generaciones haciendo que la actitud crítica hacia los partidos y la clase política penetre entre los distintos miembros de las sucesivas generaciones. Ello debe ser especialmente llamativo entre las élites políticas o de los distintos partidos, que tienen la difícil tarea de lograr incrementar el sentimiento de pertenencia, pese a su experiencia en el manejo de otros temas.
Finalmente, la función del contenido de decisión, denominada clásicamente respuesta programática del partido político, la necesidad de plantear proyectos amplios, ciertos y personalizar estas propuestas, vincular la cohesión organizacional/afiliativa de las formaciones con sus bases electorales, es decir un cumplimiento del pluralismo político, que permita la participación ciudadana en esas instituciones, tal como lo indica el artículo 138 constitucional, son más que nunca exigibles, de no hacerlo podríamos enfrentar a futuro, la amenaza de un “populismo”, al inicio atractivo al final no sabemos.