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- 16/09/2020 00:00
Escuela de Ciudadanía (II): revolución educativa en Panamá
El mayor problema que ha tenido la humanidad es querer imponer creencias, religiones y tratar de menos a aquellas personas que usan la razón y la ciencia. Las Cruzadas, la Inquisición, la colonización de América, la esclavitud, el Tercer Reich y el Apartheid son solo algunos ejemplos.
Por otro lado, en pleno siglo XXI, nos siguen manipulando intelectualmente los Gobiernos de extrema derecha y extrema izquierda; uno, con un capitalismo que ignora completamente la ciencia y los servicios básicos de salud y educación, mientras que, para el otro, la igualdad significa populismo y robarles a los ciudadanos hasta más no poder. Ambos de la mano de las corporaciones, refugiados cobardemente en excusas religiosas, mientras nos manipulan y embrutecen con la sobresaturación de información en las redes sociales, la televisión, la computadora, los celulares y con un sistema educativo arcaico que anula el pensamiento crítico.
Las crisis modernas nos han dado la oportunidad de inclinarnos hacia una sociedad más inclusiva, hacia el desarrollo humano y sostenible, hacia una reinvención económica que ponga la calidad de vida de las personas por encima del dinero. Sin embargo, vivimos en una época en donde la creatividad individual y la intelectualidad están en extinción. Hemos crecido tan acostumbrados a la tecnología y los recursos a solo un clic de distancia, que nos hemos estancado justo donde estamos. Tenemos todo, tan fácil, que casi nadie se atreve a tomar la iniciativa de crear algo nuevo o ir contra el sistema.
En vez de debatir, entre amigos, cómo mejorar la calidad de nuestro sistema de salud, nuestra movilidad urbana, o el desarrollo humano y sostenible de las comunidades, muchos prefieren pasar horas pegados a la televisión o al celular, hablando sobre la última serie que vieron, o la última moda que acapara las redes sociales.
Los colegios se refugian en la tradición y, en vez de mirar hacia el futuro, se dedican a destruir el pensamiento crítico de los jóvenes, obligándolos a memorizar fechas, a estudiar personajes de una historia humana escrita y manipulada por los poderes religiosos y económicos, desde siempre.
La inteligencia no es memoria, pues cualquiera puede memorizar. Y toda la vida nos han obligado a memorizar mentiras como si fueran verdades absolutas.
Un gran ejemplo a seguir es la Escuela Neoplatónica de la Biblioteca de Alejandría, donde los profesores y estudiantes eran iguales. En realidad, todos eran estudiantes, porque los expertos en un tema nunca hacían sentir a otro estudiante como menos, ni los adoctrinaban.
En las clases se utilizaba el método socrático, y las personas presentes simplemente escuchaban y discutían diferentes puntos de vista. Mediante los debates llegaban a consensos, y solo así aprendían. En la biblioteca tenían una mentalidad abierta hacia todas las culturas del mundo, todo era bienvenido y utilizado para el desarrollo de la ciudad.
Alejandría era una ciudad intelectual, e invitaba a cada ciudadano a explotar su inteligencia y priorizar en la búsqueda del conocimiento y de la verdad. Se definió la inteligencia como la habilidad de crecer cada día mediante el pensamiento crítico y filosófico, la creatividad artística, la investigación y la lectura libre. Donde la ciencia y la búsqueda de la verdad estaban por encima de cualquier creencia religiosa o política. Un lugar donde los valores democráticos y civiles estaban por encima de cualquier interés individual.
La Biblioteca de Alejandría debe ser recordada como lo que realmente representa: sabiduría inconmensurable, inclusividad social, la educación constante de la ciudadanía, la armonía intelectual y la creatividad humana. Era una verdadera Escuela de Ciudadanía. Una institución donde existía la igualdad de género y donde se defendían los derechos de todos.
Hay quienes se atreverían a decir que una Escuela de Ciudadanía con esas características es inconcebible en una Latinoamérica desbordada por la corrupción y los prejuicios sociales de hoy en día. Sin embargo, en Panamá ha nacido una alternativa concreta cuyo objetivo es revolucionar el sistema educativo y volver a empoderar a la ciudadanía, para así luchar permanentemente en la defensa de los valores democráticos, los derechos humanos y la responsabilidad social.
Se trata de la Escuela de Ciudadanía Alberto Quirós Guardia, una ONG que llevaba décadas en construcción de la mano del periodista y docente Betito Quirós Guardia, quien dedicó toda su vida a la lucha constante por la ciudadanía. Desde 1960 denunció las injusticias sociales y se enfrentó a las dictaduras militares de los 70 y 80, lo cual le costó varios intentos de asesinato y su exilio político. Al volver, siguió luchando activamente por un mejor Panamá de la mano de otros ciudadanos ejemplares y comprometidos, como lo han sido Carlos Iván Zúñiga, Thelma King y Chinchorro Carles. Betito luchó en su emisora de radio hasta la fecha de su muerte, el 15 de agosto del 2015.
Personas como ellos mantuvieron un profundo sentido de amor a la patria y la convicción de que un ciudadano nunca debía mantenerse indiferente ante las injusticias. Y, aunque ninguno de ellos está con nosotros, su legado es hoy una realidad. La Escuela de Ciudadanía Alberto Quirós Guardia nos invita a toda la ciudadanía, sin distinción de sexo y clase social, y respetando todas las creencias e ideologías políticas, a formar parte de este ambicioso proyecto que busca revolucionar el desarrollo social.
No solo a involucrarnos en el proyecto como ciudadanos panameños y del mundo, sobre todo nos invita a crear soluciones concretas, para así al fin rescatar a Panamá de la corrupción institucionalizada y de un sistema educativo tradicional que ha limitado todo nuestro potencial intelectual y humano.