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- 04/11/2021 00:00
El ensayo como poética del pensamiento
El reciente fallo, que declara desierto el premio de la sección ensayo del Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró, me ha motivado a expresar mi inconformidad por el evidente e inexcusable desconocimiento del ensayo, como género literario, no solo del jurado, sino, y principalmente, de la Dirección de Letras del Ministerio de Cultura.
El tema propuesto debía referirse al Bicentenario de la Independencia de Panamá de España. En el fallo, el jurado, compuesto por dos historiadores extranjeros, miembros cada uno de sus respectivas academias nacionales de historia, y por una antropóloga panameña dictaminan lo siguiente: en honor al concurso Ricardo Miró, a la importancia del tema y al prestigio del jurado, las obras presentadas adolecen de excelencia en la investigación sobre el tema, originalidad, y uso de fuentes primarias propias de la investigación histórica por lo que con fundamento en el reglamento del certamen se declara desierto.
Cualquier amante de la literatura podrá advertir que las consideraciones que sustentan la decisión del jurado reflejan desconocimiento sobre la naturaleza del ensayo. El Concurso Ricardo Miró es un certamen nacional de literatura y no un concurso de monografías, o tesis de investigación en ciencias sociales, sean históricas, filosóficas, sociológicas o de cualquier otra disciplina, tal y como lo señalan las bases de la sección ensayo.
Las exigencias de cumplimiento de parámetros y de uso de fuentes primarias, propios de la investigación histórica en un ensayo literario, es ignorancia en quien juzga.
Es evidente, que el respetable jurado, no solo desconocía el estatuto del ensayo literario, sino, las propias bases del concurso, que, con relación a la sección ensayo, dispone: “… no se aceptarán obras que sean monografías o tesis”.
El problema fundamental estriba en que ninguno de los jurados es ensayista, escritor en algún género literario ni especialista en alguna disciplina literaria, o miembro de la academia de la lengua de su país.
La mayor responsabilidad en este yerro recae en quien los eligió, quien quizás, por tratarse del Bicentenario, consideró que doscientos años son muchos y del pasado solo el historiador sabe, lo cual no es cierto.
Si seguimos el criterio de este jurado, ni el gran ensayista y premio Nobel de Literatura Octavio Paz ni Jorge Luis Borges ni Carlos Fuentes ni José Martí, ni siquiera el creador del género, Michel de Montaigne, ganarían el Ricardo Miró con ninguna de sus celebradas obras.
“El tres de Noviembre”, el insuperado ensayo de interpretación histórica de Diógenes De La Rosa sobre la independencia de Panamá de Colombia hubiera sido igualmente desdeñado, por carecer de fuentes primarias en la investigación.
Deberían saber que el ensayo no amerita rigor investigativo alguno. El ensayo es reflexión crítica en su expresión estética, es poética del pensamiento, como afirma Liliana Weinberg, referencia necesaria en los estudios del ensayo en Hispanoamérica.
Dicha ensayista, autoridad en materia del ensayo, nos dice que el ensayo plantea sin demostrar, y defiende sin utilizar últimas pruebas. Con parecida comprensión, la argentina Micaela Cuestas propone que, al ensayo, lo caracteriza ese deslizarse entre dos mundos -ciencia y arte- que adquiere valor y potencia precisamente en el movimiento, en el recorrido.
El ensayista es un escritor, un pensador crítico, que más allá de una mera voluntad estética, interpreta y reinterpreta la realidad desde la imaginación poética, las formas literarias y su saber enciclopédico.
La Dirección de Letras del Ministerio de Cultura debe entender que, en un concurso de literatura, la valoración del esfuerzo ensayístico es asunto de ensayistas, escritores y de especialistas en la lengua, y que la sección ensayo, no es un certamen de trabajos de investigación científica de ninguna disciplina de las ciencias sociales.