• 22/03/2025 00:00

El ‘spaghetti western’ de Donald Trump

En las clásicas películas del Viejo Oeste llamadas en su momento como spaghetti western o macaroni western, ya que muchas fueron dirigidas por italianos y con actores italianos, existe en la mayoría de los casos un vaquero malo que entra en una cantina, se sienta en una barra, pide una cerveza o whisky golpeando el mostrador haciendo gala de que es el más “macho” del lugar.

La mirada y actitud de bravucón es clásica del personaje que encarna el tipo duro en la conquista del oeste norteamericano que está dispuesto a batirse en duelo con cualquiera. En la mayoría de estas películas hay una notable discriminación hacia los latinos mexicanos y también hacia los indios que son presentados como los villanos que atacan al “blanco civilizado” que viene en son de hacer progresar las tierras que pertenecen a los indios y mexicanos, casualmente.

Los indios son llevados casi al borde de la extinción de acuerdo con la historia real, y confinados en reservas para que no puedan salir a “molestar” o denunciar el atropello del que fueron víctimas. Son tratados por el blanco dominante como piezas de museo para mostrarles al mundo que ellos “también tienen historia”.

El estereotipo del migrante inglés e irlandés fundamentalmente que recoge las películas del Viejo Oeste es casualmente la singular postura del hombre que tiene que viajar a otro continente para “progresar” y hacer fortuna a costa del atropello, la intimidación y la eliminación del elemento nativo.

En el clásico del spaghetti western El bueno, el malo y el feo, protagonizado por Clint Eastwood (el bueno), Eli Wallach (el feo) y Lee Van Cleef (el malo) se mira un escenario donde prácticamente no existe la ley, la cual tiene que recurrir al uso de “cazarrecompensas” para imponer la justicia en un mundo donde no todos son iguales, ya que la diferencia de estatus viene marcada por la capacidad de hacer dinero fácil imponiendo el miedo.

En El bueno, el malo y el feo en realidad no existe nadie bueno, porque el supuesto “muchacho héroe” del filme, Clint Eastwood, se dedica a cometer estafas junto al feo Eli Wallach, cobrando recompensas fraudulentas. Ellos junto a el Malo, encarnado por Lee Van Cleef, representan al “migrante caucásico” que va detrás del oro o el botín, no importa el medio al que tengan que recurrir para lograr su cometido.

Estos son los personajes que están presentes en la figura o el perfil del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y que también personificó Ronald Reagan con otros matices. Ambos bravucones, ambos “rofiones”, ambos que dicen actuar en nombre de la ley como el alguacil corrupto de Los Imperdonables (1992) otro “clásico” de vaqueros “cazafortunas”. Tanto Ronald como Donald son dos nombres que provienen de caricatura o de payaso y que protagonizan acciones fuera de toda sensatez. Irrumpen en el mundo desafiando en especial a los débiles latinos igual que en los spaghetti western apuntando con su “pistola” a los que no cumplan sus imposiciones. No ha existido en la historia de Estados Unidos ningún presidente que no tenga una historia de bisabuelos migrantes, sin embargo, dicho Estado enfila su escopeta contra los “indocumentados” que provienen de diversos países de Latinoamérica tachados por Trump de “indeseables” o “maleantes”.

Donald Trump acaba de entrar “a la cantina” y coloca su pistola en el mostrador. Amenaza y ofrece recompensa por la cabeza de todos aquellos que representan un peligro para la cultura blanca caucásica. Toca su arma, la manosea y promete “algo explosivo” a los que no se pongan a sus órdenes de “alguacil” malo, corrupto y dispuesto a romper cualquier regla si fuera necesario.

*El autor es sociólogo y docente
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