Bajo el Dintel del Creador es la primera novela que publica Olo Waypiler López González, un joven de la comunidad de Ogobsuggun, comarca Gunayala. Esta novela publicada en enero del presente año fue presentada en dos lugares: Galería Manuel E. Amador de la Universidad de Panamá y en Tribal Gathering, en Casco Viejo, contiene aspectos relevantes sobre la fragilidad de la vida y la experiencia del autor en tiempos de pandemia.
Este escritor, que se proyecta como joven promesa para adentrar en el maravilloso mundo de la literatura, compartió con su público su visión de la cultura y las vivencias personales en tiempos en que el mundo tuvo que enfrentarse a la pandemia en donde muchos amigos y conocidos fallecieron. La obra es narrada en primera persona y su tema central está desarrollado de una forma amena, pero al mismo tiempo con un “impacto significativo”, desde el dolor de la realidad a la que tuvo que enfrentar cuando perdió a su padre que fue “sembrado”, para renacer en otra dimensión en el cementerio de Ogobsuggun, tierra del gran Yaigun, líder y dirigente que fundó esa comunidad. Los lugares que se mencionan y algunos términos gunas llevan al lector a conocer sitios ignotos.
Es una novela que refleja el escenario totalmente nuevo para los lectores que no están familiarizados con entornos y la sabiduría del pueblo guna, presenta una oportunidad para conocer un poco más a través de esta obra. La convivencia en áreas rurales y de la ciudad se entremezclan creando escenarios atractivos, a pesar del tema principal que ha causado luto en muchos hogares panameños.
La presentación de la obra estuvo a cargo de dos reconocidos críticos literarios: Daniel Domínguez, quien es periodista y editor también, y el escritor y pintor Marcos Weber Araúz. Ambos destacaron las características principales de la lectura. Weber señaló lo siguiente: “Me Llamó la atención, que Waypiler en su rol de narrador, nos lleva de la mano a conocer nombres autóctonos a los que regularmente no tenemos acceso y que, bajo el concepto de nacionalismo, estamos en la obligación de proyectarlos de alguna manera, como parte del conocimiento general en torno a nuestra cultura nacional. En esa vía pudimos identificarnos, por ejemplo, con la existencia de un río totalmente desconocido para nosotros, llamado Sugandi, en Ogobsucun”.
Los capítulos como El inicio de mi suplicio, El adiós a mi padre, Regreso a la ciudad, Comienzo de la crisis, Signos del desasosiego, Prueba de valor, Odisea en la sala siete, Ángeles terrenales, Refugio en el desamparo, Lecciones de coraje y amor, Un paso hacia el horizonte, A la sombra del desastre y de los recuerdos, Entre la soledad y la tinta, Cuando tú te vayas de los dos, yo seré el más triste, que describe el encuentro con el poeta Arysteides Turpana unos días antes de su muerte por la pandemia, fácilmente captan la atención de todo lector. Este poeta de la comunidad de Gwebdi le había aconsejado al joven escritor, quien solo había publicado unos cuentos en plataformas digitales, títulos como Marineros, Sirenas en el convento, y otros, a que siguiera escribiendo: “Sigue escribiendo y, sobre todo, sigue leyendo”.
La novela encierra un cúmulo de sentimientos entrelazados, de soledad, angustia, pero también de coraje para seguir hacia adelante ante la situación que se le había presentado. En cada capítulo se reafirma la resistencia de la cultura y expone un mundo lleno de saberes, de narraciones llenas de expresiones literarias, la sensibilización ante los problemas constantes en el mundo actual y la fragilidad de la vida que el autor compara con la estrella fugaz: “Somos como las estrellas fugaces, venimos a este mundo imponiendo nuestra presencia con el primer grito de guerra que damos al nacer, brillamos con luz propia en esta tierra, para luego esfumarnos, como aquel mensajero de los astros que solo iba dibujando el brillo de su llanto, para después caer rendido en la infinidad del éter”.
Bajo el Dintel del Creador encierra una historia del propio autor que se aferra a la creencia de sus tradiciones para ir superando los obstáculos cuando lo imposible parecía difícil de superar; la fortaleza y la convicción de creer en los seres que ama solo fueron posible que él contara a través de estas páginas su crónica de vida.
El epílogo titulado La huella de lo que amamos recapitula su escrito de una forma llamativa, enfocando siempre a todo lo que le había pasado a través de la cosmovisión de su pueblo: “En nuestra cosmovisión, Olonidalibibbilele, luna, es considerado un hombre, un símbolo de fortaleza y guía. Permanecía ahí, inmutable, recordándonos que cada ser querido que se marcha deja una huella imborrable en nuestro interior, en un lugar sagrado que guardamos para siempre en nuestros corazones”. Y sobre la fortaleza de la vida para seguir conviviendo en este mundo, concluyó: “En medio de la crisis, cada gesto de bondad y empatía nos recordaba que, a pesar de todo, la esperanza seguía viva y que había luz al final del túnel. Aunque la pandemia nos cambió, también nos enseñó valiosas lecciones sobre la importancia de la fortaleza en tiempos difíciles”.