• 22/03/2025 00:00

El no fracaso en la educación

Con la educación efectiva, los docentes tienen objetivos claros y centrados en el estudiante para su desarrollo integral, más allá de proponerse el no fracaso

Establecer un esquema de análisis de la educación panameña en el momento actual nos lleva, más que pensar en metodología, estadísticas o estándares, a ver el escenario del rendimiento, el aprovechamiento y desenvolvimiento del ente educando en el marco de competencias, destrezas y habilidades. Esto supone ver resultados, evaluaciones y logros; es decir, medir un poco la eficacia del proceso enseñanza-aprendizaje.

Desde teóricos como Jean Piagget, con “un enfoque comparativo e integrador de disciplinas, sosteniendo la necesidad de un diálogo fluido entre la teoría, los espacios institucionales de decisión y la realidad del aula, sin perder de vista el desarrollo cognitivo...” y otros investigadores acuciosos que plantean el “aprendizaje invisible” (“conocimiento adquirido por los estudiantes en sus interacciones con la tecnología y el entorno”), el “aprendizaje autodirigido” (“proceso donde la persona toma la iniciativa de planificar, implementar y evaluar su propio aprendizaje”), “la educación en línea” (“uso de videos explicativos facilitando la accesibilidad del aprendizaje”), la “creatividad en la educación” (“repensar la forma en que se enseña y valorar las diferentes inteligencias”).

Estos señores nos ofrecen una amalgama de enfoques, métodos y maneras aplicables en nuestro vínculo diario con estudiantes en los distintos escenarios. Lógicamente, ellos buscan ofrecernos herramientas y manera de analizar, interpretar y ejecutar acciones en aras de logro educativo: aprendizaje significativo.

No obstante, plantearse el no fracaso de los estudiantes implica suponer que son grupos biogenéticamente homogéneos, con capacidades iguales y desarrollos potenciales iguales, que todos tienen igual capacidad intelectual, disciplina, actitud y aptitud para asumir con madurez y sin ningún impedimento el aprendizaje. Siempre por diversas causas o factores habrá fracasos, máxime en el momento actual donde la disfuncionalidad múltiple de los hogares, la irresponsabilidad de los padres de familia al no educar desde casa a sus hijos y a meterse en la formación de ellos, amén de su visión errónea de la educación y la no motivación a sus hijos para ser responsables y tener sueños académicos que los lleve a profesionalizarse, se darán índices altos de fracasos en nuestros centros escolares.

Para proponer el no fracaso como punto de convergencia de la acción académica debe existir una serie de condiciones infraestructurales, tecnológicas y culturales que proporcionen al discente la receptividad eficiente y el deseo de ser asertivo con su estudio en el centro escolar y el potencial que el mismo le ofrezca para desarrollar competencias, habilidades y destrezas. De no ser así, el no fracaso, constituye una farsa, un engaño, una mentira disfrazada de verdad.

Asimismo, el no fracaso parece ser más un ideal que un objetivo viable en nuestra realidad. Pues, más allá del uso de metodologías y técnicas, de gestión en el aula por parte del docente, ajustes curriculares, de entender aquello de esta nueva generación y su perfil, habrá fracasos en distintas asignaturas, salvo que se flexibilice extremamente la evaluación y se sea consecuente con la gran mayoría de los estudiantes, lo que puede propiciar algo similar a una “alcahuetismo académico”, y creo que no debe ser el norte de un proceso tan complejo e importante como la educación.

Entonces, nuestras autoridades educativas, más que buscar disfrazar cifras y esconder la realidad académica de nuestros estudiantes, deben armonizar con su equipo docente y plantearse métodos y técnicas que funcionen en la realidad regional de las distintas zonas. Ajustar el proceso y entender que “... La educación está relacionada de forma natural con una determinación de los fines deseados...” y, desde luego los fines deben responder, en cierto modo, a un interés sociológico.

Traduciendo un poco el planteamiento precedente, consideramos que nuestros centros escolares deben contar con docentes bien capacitados que entiendan su sensitiva labor de formar, con administradores que sean capaces de tener objetivos claros y apegados al entorno, a la realidad sociocultural y económica del estudiante y que más que proponerse “el no fracaso”, como una subjetividad coyuntural, lo haga como un proyecto que lleva consigo mejorar en todo sentido el centro y las condiciones para estimular, resetear y enrumbar a los jóvenes a entenderse, a identificarse con el proceso y desde allí, acometer la faena pedagógica. Es decir, si realmente se desean cambios cualitativos se debe visualizar la complejidad de lo deseado y formar equipos multidisciplinarios en función coherente, en una misma dirección y contar con instalaciones educativas a todo meter, abarcando todas las necesidades del ente educando. En otras palabras se debe invertir sin miramientos en la educación de nuestros jóvenes y, por ende, lograr resultados más satisfactorios, que no propicien falsas estadísticas y se esconda una realidad a todas luces deplorable.

*El autor es docente
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