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- 22/03/2025 00:00
Cifras que acusan: radiografía de la opresión femenina
En el laberinto de la desigualdad, los números son como heridas abiertas que sangran verdades incómodas. El lema del Día Internacional de la Mujer del año 2025 “Para las mujeres y niñas en toda su diversidad: derechos, igualdad y empoderamiento”, es un grito de esperanza y denuncia. Son palabras que resuenan como un martillo contra el cristal de un sistema que se niega a romperse mientras que en este mismo año la ONU-Mujeres conmemora tres décadas de la Declaración y Plataforma de Beijing; aquel pacto audaz acordado entre 189 gobiernos para impulsar educación, salud, participación política, empoderamiento económico y eliminar la violencia para transformar la realidad de mujeres y niñas.
Como fragmentos de cristal cortando la piel de la injusticia, en Panamá las estadísticas de violencia doméstica dibujan un paisaje demoledor: según el Ministerio Público, 7.436 denuncias en el año 2022, un escalofriante ascenso a 9.389 en 2023 y 6.934 en el año 2024. Esas escandalosas cifras retratan de cuerpo entero a esta sociedad violenta.
La violencia de género es como un monstruo de múltiples cabezas que afecta profundamente la vida de las mujeres. Muerde desde lo psicológico, desgarrando la autoestima con menosprecios y amenazas; viola desde lo sexual, forzando cuerpos y voluntades; golpea en lo laboral y económico contaminando instituciones y empresas que niegan derechos y cercenan oportunidades, y se infiltra a través de los medios de comunicación perpetuando estereotipos que sacrifican a las mujeres impunemente con balas invisibles que validan y normalizan la desigualdad.
Los números nos gritan en las estadísticas de 3.692 delitos sexuales cometidos entre julio del año 2024 y enero de 2025, y nos dejan un martilleo ensordecedor donde el 90 % de las víctimas son mujeres y niñas, según el diario La Estrella de Panamá del 4 de marzo de 2024. ONU-Mujeres confirma esta tendencia con su escalofriante radiografía global: 736 millones de mujeres en el mundo han sufrido violencia física o sexual ejercida por su pareja o una persona cercana.
El empoderamiento económico no es un lujo, es una necesidad vital para las mujeres. Aunque Panamá presume de tener la brecha salarial de género más baja de América Latina, según ECO, con apenas de 3,64 % de diferencia en noviembre de 2024, esa cifra esconde un paisaje desolador: apenas el 50 % de las mujeres en edad de trabajar tiene empleo, según la Encuesta de Mercado Laboral (año 2023). La pobreza muestra su rostro más cruel cuando constatamos que una de cada cinco personas de la población vive en la miseria y de esas, 46.960 son mujeres, según el Ministerio de Economía y Finanzas y La iniciativa Panamá sin pobreza.
Permítanme llevarlos por una travesía que revela las adversidades que las mujeres afrontan en este país lleno de abundante riqueza, pero donde la inequidad en su distribución refleja el mismo desequilibrio que existe en el reparto de derechos entre ambos géneros.
Yahaira, 34 años, licenciada en Administración, vende postres caseros por Instagram, limpia casas tres veces a la semana y es mesera ocasional en eventos, trabaja 60 horas semanales, pero apenas le alcanza para sobrevivir en un cuarto sola con sus tres hijos.
Carmen, 19 años, denuncia acoso sexual de un profesor. La comisión especial que investiga, archiva el caso por “falta de pruebas”, mientras sus compañeros empiezan a evitarla. Seis meses después, ella abandona la universidad.
Ana, ejecutiva de 45 años y de alto nivel, es interrumpida a gritos y constantemente en las reuniones, al tiempo que sus ideas son ignoradas. Cuando su colega masculino repite exactamente su propuesta, todos la aplauden como brillante.
Combatir la violencia, impulsar el empoderamiento económico y disminuir la pobreza no es un capricho romántico; es la única ruta hacia el desarrollo sostenible (ODS). Ahora Panamá es miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; ello le abre una oportunidad histórica para contribuir espléndidamente en tomar decisiones para impulsar la paz y seguridad mundial. Como dice el viejo adagio: “El buen juez por su casa empieza”.
Desmantelar el patriarcado y defender la igualdad de género no es solo un derecho de las mujeres, es una revolución; una que se escribe con estadísticas, con gritos, con resistencia, con esperanza. Una revolución que no admite pausas.