• 26/05/2024 00:00

El kintsugi y las elecciones del 5 de mayo

El kintsugi es una técnica sorprendente que abraza las imperfecciones, la cual celebra la simplicidad y las bellezas de las cosas tal y como son

Las elecciones generales del 5 de mayo nos han dejado excelentes enseñanzas, nos demostró que nada es sempiterno, la propia dinámica de los aconteceres políticos moldea y solidifican grandes cambios, que, por lo general, los actores políticos del momento no lo perciben, aunque los estudiosos y analíticos del arte de la política los vislumbran anticipadamente y lo ven hacerse realidad aun con la sorpresa y sorprendidos de muchos de los actores políticos en contienda.

El kintsugi es una técnica japonesa que consiste en reparar piezas de cerámicas rotas, utilizando material adhesivo mezclado con polvo de oro, plata o platino para unir las piezas rotas. Las piezas así serán más valiosas para sus dueños, las cicatrices son parte del objeto, en lugar de ocultarse deben ser motivo de orgullo. Pero el kintsugi no solo se limita a la reparación de objetos rotos, esta técnica se puede aplicar a nuestra vida cotidiana, particular o colectiva, en vez de ocultar nuestras imperfecciones, podemos abrazarlas y convertirlas en parte integral de nuestra identidad. Como todo, el proceso de reparación lleva mucho tiempo y requiere una atención cuidadosa a los detalles. El kintsugi es una técnica sorprendente que abraza las imperfecciones, la cual celebra la simplicidad y las bellezas de las cosas tal y como son, con ella aprenderemos a ser más resilientes y agradecidos con nosotros mismos y con los demás.

Este proceso de reparar piezas rotas, haciéndolas así más valiosas, sin ocultar sus imperfecciones, producto de errores internos o externos que lo hacen más resiliente ante cualquier adversidad, es un concepto que expresa con acertada veracidad lo ocurrido por los partidos políticos tradicionales, donde fueron fuertemente golpeados por los electores, sin que sus respectivas cúpulas de poder predijeran tal resultado, quizás imbuidos en preservar el “status quo”, abandonando sus principios ideológicos y solidificar la comunicación con sus bases y el pueblo.

Si el PRD, CD, Molirena y el Panameñismo, haciendo una exhaustiva autoevaluación de sus errores, expresada en una baja votación, especialmente para sus candidatos presidenciales y en menor cuantificación para sus candidatos de alcaldías, representantes de corregimiento y diputados; siendo arrasados por movimientos independientes y de libre postulación, quienes si pudieron analizar y entender la situación política y económica del país y expresarla políticamente hacia un colectivo joven, el más vulnerable de esta crisis económica, que identificado con estas propuestas salió a votar masivamente, generando cambios fundamentales en el devenir político del país.

Apegados al libreto tradicional, disminuyeron sus redes comunicacionales con las bases, con las comunidades y los poblados; unieron las propuestas representante-alcalde-diputado- con gran ayuda económica privada y partidista que empujaron la votación hacia cada uno de sus candidatos preferidos o unidos en coalición. Con dirigencias sumidas en sus intereses particulares, sin el menor ánimo de alejarse del dominio partidista que cada cinco años aumentaban sus capitales y pelechaban de todas las prebendas gubernamentales, siguió por años imponiendo candidatos y alianzas, en todos los torneos electorales, avalados por el tribunal electoral y el Órgano Judicial.

Sin embargo, el electorado panameño, durante siete períodos gubernamentales, enajenado y enclaustrado en la depauperización y la marginalidad social, votó por una nueva propuesta electoral, que basó su propaganda en un contra cerrado de lo conocido, contra la corrupción gubernamental, imponiendo el “no vas” y “no a la reelección”.

Pero como enseña el kintsugi, es el momento de que cada partido tradicional que sueñe por no desaparecer del ambiente electoral, empiece a reparar los estamentos rotos, utilizando mezclas de poder ideológico y estudios políticos que permita unir lo roto y hacerlo más valioso para todos sus adherentes y al pueblo panameño. Recordar estas amplias y profundas cicatrices dejadas este 5 de mayo como la lección más certera de lo que no se debe hacer en cualquier ejercicio político serio y honorable.

Si el debate y la discusión autocrítica de cada uno de estos partidos tradicionales no les permite reorientar su direccionamiento político y solidificar su base electoral y su representación con el pueblo panameño, seguro que desaparecerán y no habrá kintsugi que lo repare.

El autor es economista
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