• 11/08/2024 00:00

El costoso fracaso de la ATTT

Ahora que inicia una nueva Administración, urge una reforma profunda de la ATTT, solo así mejorará la necesaria convivencia ciudadana en nuestras vías, y aumentarán las posibilidades de desarrollo para todos

Conductores circulando en sentido contrario. Transporte pirata poniendo en peligro la vida de miles. Desatención total de las señales de tránsito. Comercios y PH marcando “estacionamientos” en la vía pública. Giros en U en cualquier parte. Cruce sobre isletas. Peatones arriesgando la vida. Semáforos inservibles. Vías con evidentes problemas de diseño que generan accidentes diarios. Piqueras arbitrarias en vías de alta circulación. Circulación a deshora de vehículos comerciales. Calles utilizadas para estacionamientos creando embotellamientos. Empresas constructoras con señalización deficiente, o trabajos que nunca acabar. Miles de heridos y muertos por exceso de velocidad. Vialidad que no responde al crecimiento del país. Automóviles incendiándose constantemente. Taxis como vehículos para el crimen. Camiones pesados con manejo agresivo y desordenado. La total desprotección del usuario de transporte público y privado.

Podría llenar esta sección de opinión con hechos y situaciones a las que nos estamos peligrosamente acostumbrando, pero que en realidad evidencian el costoso fracaso de la Autoridad del Tránsito Transporte Terrestre (ATTT) en la vida del país: pocas entidades están haciendo tanto daño a la calidad de vida, seguridad y desarrollo de Panamá como esta.

Todos los días se pierden miles de dólares en demoras; personas resultan lastimadas en accidentes por imprudencias y crece la sensación de peligro constante en la vida de millones que salen a estudiar o trabajar.

Hablamos de una institución progresivamente saqueada por la política, que cada cinco años “le toca a fulano”, y cuyo desempeño ineficiente nos cuesta a los contribuyentes alrededor de $175 millones cada año.

Tal vez ya se nos olvidó, pero la ATTT tuvo su origen a inicios de los 90 tras una gran huelga de transportistas en la que el país vio la necesidad de reemplazar la estructura clientelar en la que los militares habían convertido el transporte. Un poco más adelante, en 1999, nace la ATTT con la idea de que una institución moderna acompañara el crecimiento del país, modernizara la estructura de transporte a nivel nacional, y sobre todo profesionalizara una actividad vital para el desarrollo de cualquier nación.

En lugar de ello, hoy sufrimos de una institución hueca, sin ningún tipo de rectoría ni liderazgo sobre los importantes temas que debería estar administrando. Está ausente tanto en lo reactivo, como en lo proactivo.

Por sus problemas de transparencia e ineficiencia, la ATTT claramente tiene nula confianza de parte de la ciudadanía. La institución no está presente ni tiene ascendencia sobre ningún tema, salvo algunos punitivos que establece la ley: en eso se ha convertido, en una caja registradora para cobrar (si hay sistema, claro), y garantizar nombramientos políticamente.

No deja de ser sintomático que cada tanto la institución publica orgullosa la cifra de boletas que coloca, como si fuera un mérito y no en realidad la evidencia de su fracaso. Porque si algo me queda claro es que su total ausencia en la vida ciudadana (sin campañas serias y sostenidas, ni pedagogía en las escuelas ni en la calle), la ciudadanía se ha abocado a un todos contra todos sin Dios ni ley. Manejar en Panamá es cada vez más un ejercicio de alto riesgo.

Las autoridades de tránsito modernas tienen mucho que aportar en temas como incorporar tecnologías avanzadas, sistemas de gestión del tráfico en tiempo real, cámaras de vigilancia y aplicaciones móviles para mejorar la gestión y la seguridad del tránsito; planificar la infraestructura vial, incluyendo la construcción y mantenimiento de carreteras, señalización, y sistemas de semaforización; analizar los datos sobre el tráfico y los accidentes viales para identificar problemas y desarrollar soluciones efectivas; trabajar en conjunto con otras entidades gubernamentales, organizaciones no gubernamentales y la comunidad para mejorar las condiciones del tránsito y la seguridad vial.

Nuestro país no se puede dar el lujo de continuar con una institución que abandonó su crítica misión.

Ahora que inicia una nueva Administración, urge una reforma profunda de la ATTT, solo así mejorará la necesaria convivencia ciudadana en nuestras vías, y aumentarán las posibilidades de desarrollo para todos.

El autor es periodista
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