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- 07/11/2024 00:00
El costo del sentimentalismo
Viernes 20 de octubre de 2023, en medio de protestas por la forma en que fue aprobado el contrato para la minera, desde ese día el país respondió a tal abuso de autoridad de forma permanente en la calle, logrando capturar mucho más que el descontento del contrato y la mala gestión del gobierno de ese momento.
Ciertamente, lo ocurrido fue inadmisible y totalmente condenable, pero como siempre hay grupos que aprovechan las circunstancias cuando la inestabilidad política reina. Este modus operandi es frecuentemente realizado por medio del sentimentalismo y el romanticismo de las ideas. Esto permitió profundizar el enojo de la sociedad y el malestar general para terminar cerrando de golpe una actividad que aportaba cerca del 5 % del PIB.
Este cierre abrupto rápidamente freno una economía que ya venía golpeada y con un manejo que dejaba mucho que decir, pero que termino siendo la cereza del pastel para terminar de perder el grado de inversión. Pero ciertamente esto no fue lo único, el cierre de una actividad económica dentro de un sector basado en bienes de capital generó tal efecto como si tuviésemos un acordeón totalmente estirado y de la noche a la mañana lo hubiesen cerrado.
Ese efecto fue una caída en la complejidad económica del país, un aumento del desempleo, un aumento de la informalidad, inseguridad jurídica, cierre de empresas (Mipymes), dejando a miles de panameños con la incertidumbre de qué pasaría. Ese cierre, según el informe del Conep recientemente publicado bajo el título “Repercusiones socioeconómicas del cierre de operaciones de Cobre Panamá”, indica que la economía para ese IV trimestre el efecto contractivo fue tal que termino ocasionando un crecimiento de 2 % para enero, en comparación al año anterior que había sido de 9 %.
El sentimentalismo y el romanticismo de las ideas nunca son buen consejero para la toma de decisiones o para actuar explosivamente. Si bien muchos celebraron y hoy aún celebran el cierre de la minería en Panamá, lo cierto es que ese daño nos afecta a todos, lo que ha llevado a proyectar para el 2024 un crecimiento entre el 2.5% y el 3%.
Dirán que Panamá vale más sin minería o que el oro de Panamá es verde. Ciertamente, el ambiente hay que preservarlo y buscar la manera de convivir con el mismo, como ha logrado hacer el ser humano desde la revolución hasta hoy. Donde el planeta Tierra nunca ha estado mejor en materia de medio ambiente. Ya sea por hectárea reforestada, calidad del aire o acceso a agua potable.
Sin embargo, la realidad para el país es que el cierre y el activismo sentimental hacia la minería nos ha costado el acortamiento de la estructura productiva, lo que se traduce en personas especializadas, donde ese capital humano fusionado con los bienes de capital se vuelve altamente productivo y esto se traduce en un alza de los ingresos tanto para ese sector como para aquellos sectores indirectos que prestan o reciben bienes y servicios.
Además, se tradujo en un aumento de la informalidad y el desempleo, que, sumado a la pérdida del grado de inversión, los salarios de las personas empleadas se han visto afectados en su poder de compra, las tasas de interés se elevaron producto del aumento del riesgo país, de esos 38.000 empleos directos que contaba la mina, quedaron deudas hipotecarias, préstamos de carros y familias sin sustento. No por la justa exigencia de un contrato transparente y justo, sino por el sentimentalismo hacia un idealismo verde.
Hoy por hoy, muchos de los que se dejaron llevar por la euforia de las protestas están sintiendo las repercusiones o viéndolas en tiempo real frente a sus ojos, es cierto que no todo lo que pasa hoy es culpa de aquel octubre de 2023. Pero ciertamente fue un acelerante de la desastrosa forma en como se ha manejado el país en los últimos años.
Citando nuevamente la publicación del Conep, Panamá necesita crecer un 8% para enfrentar las necesidades del Estado panameño. Ese número no está proyectado ni para 2025, ni para 2026, lo que se traduce en años difíciles para el país.
Aún más difíciles cuando la sociedad, en vez de ser guiada por la razón, prefiere aferrarse al sentimentalismo, y se muestra reacia a tener que enfrentar la realidad. Una realidad de que hemos vivido con más de lo que podemos gastar. Pero que nadie está dispuesto a asumir la responsabilidad de esa mala decisión.
Prueba de ello, ha sido un presupuesto en el cual todos se alarman por el alto monto que representa, pero cuando se intentó recortar, nadie quiso que le recortaran, y lo mismo ocurre con otra importante reforma que puede costarnos muy cara si tomamos las decisiones por medio del romanticismo de las ideas fracasadas que algunos quieren vender en nombre del “Pueblo”. La reforma de la Caja de Seguro Social no puede seguir cargándose a las generaciones futuras, y mucho menos a costa de la expoliación de la riqueza de unos a través del Estado para darle a otros.
*El autor es Economista