Me gusta llegar a la oficina y preparar el café, especialmente los viernes. Es el mismo café, pero sabe diferente. No tengo una explicación para definir a qué se deba ese fenómeno, pero lo agradezco.
Quizás es un sorbo de fin de semana, justo antes de que suceda. Trabajamos los sábados, pero es media jornada, así que el grueso de la semana ya pasó. Creo que es el sabor de saber que hemos tenido la fortuna de ser útiles una semana más. Tal vez también influya ese disfrute de saber que, si bien aún no empieza ese período de descanso semanal, se aproximan esos momentos de menos tensión corporativa y laboral, y de mayor goce colectivo con la Familia.
La Familia. Así, en mayúscula. Por más que administraciones gubernamentales y poderes ocultos traten de menospreciar la Familia, esos mismos detractores del núcleo de la sociedad tienen algo en común. Todos proceden de una Familia. No sabemos de qué clase sea, pero la fórmula básica es la misma: un hombre y una mujer. No es algo que se someta al debate. Es una verdad innegable, por más que ese grupo minoritario, pero aparentemente influyente en las administraciones de los países plantee las estupideces que plantea.
Me sirvo otra taza, aprovechando que aún no llegan mis colegas, quienes me recuerdan con frecuencia que bebo mucho café. ¿Qué saben ellos? En un momento de introspección, disfruto otro sorbo del café del viernes. Es un elixir. Me ayuda a mejorar el sabor de las novedades, no tan nuevas, del acontecer nacional.
En la entidad que regenta la provisión de agua potable a los ciudadanos, se indica que hay millones que no cuadran con el gasto reportado. El hemiciclo dice que no puede funcionar con los cientos de millones que se destinan a lo que sea que hagan allí. Un nuevo miembro del gabinete que prometía, no aguantó la presión del apretón de manos de los honorables residentes de ese misterioso lugar, y dobló la rodilla, misma que había dicho no sería genuflexa a los conocidos apetitos de esa gente.
Mientras a los ciudadanos se nos exige el cumplimiento de las normas que nos constituyen como una sociedad civilizada, a ciertos ciudadanos se les condona todo su accionar. Vivimos en el país de las diferencias. Usted caza un reptil para consumirlo, va preso. En contraposición, si usted desfalca al país, tiene todo el derecho de demandar a quien ose llamarlo por lo que es, mientras restriega a la faz de los que sí trabajamos cómo disfruta de lo birlado al erario, y no hay manera de que la justicia local lo juzgue, y mucho menos lo castigue.
Mientras los ciudadanos debemos soportar enormes colas vehiculares por un supuesto retén policial en los cuales se generan más dolores de cabeza a los buenos ciudadanos, que malandros se capturan, los más buscados son aparentemente invisibles a las autoridades dentro de sus propias casas. ¡Oiga usted esa vaina! Aparentemente el mejor escondite para un delincuente es su hogar.
Me empieza a resultar inverosímil lo que leo, así que me tomo otro sorbito.
A los trabajadores honestos se nos descuentan los tributos, con los que cubrimos las necesidades de un sistema ingrato, en el que uno paga por sufrir. La cajeta que debía contener los medicamentos que necesitamos todos, y por los que pagamos por adelantado, está hueca por debajo, así que todo lo que entra, se pierde de manera inexplicable. Pagamos por un agua que no llega a la mayoría de las residencias. Y siempre se le pide al ciudadano que se apriete el cinturón para sacar adelante al país.
Una sugerencia, señores administradores, ¿y si sacan del presupuesto nacional el dinero para cubrir las deudas que el gobierno tiene con la mencionada cajeta, y con los del agua? ¿Y si se castiga a las empresas corruptas que no pagan lo que descuentan a sus trabajadores para aminorar la crisis? No puede ser que el mayor deudor de las entidades públicas sea el gobierno, ni que los malos empresarios, todos identificados, sigan contratando de manera pública y privada, constituyendo una desleal competencia con los que sí cumplen pero curiosamente, no son considerados para contratar. Se premia lo malo, y se castiga lo bueno. Vaya manera de desmotivar.
Nada mejorará, si buscan soluciones en la misma gente que nos metió en problemas.
Cárcel a los corruptos, no nombramientos.
No me va a alcanzar el café.
Dios nos guíe.