• 08/08/2024 00:00

El amor en los tiempos de la reforestación

“Para el cariño y el querer, la distancia no es un problema. El problema somos los humanos que no sabemos amar sin tocar, sin ver, sin escuchar, y el amor se siente con el corazón, no con el cuerpo ni con la mente”, Gabriel García Márquez.

Muchos dirán que esta es una percepción idealista que no aplica. Sin embargo, muchas personas salvaron su amor, porque se abrazaron con el amor a distancia.

Las manifestaciones del amor son a veces imperceptibles. Necesitamos sacarlas a la luz

Un árbol ilustra la idea de un amor que no se percibe. Él no puede ver, oír y no tiene sentido del tacto, pero vive, siente, y no es de locos pensar que el árbol ama. Ama la tierra que lo nutre, el agua que le da vida, sus retoños. Ama porque la naturaleza es una sinfonía armoniosa, reflejo de su Creador. Recuperemos la sapiencia del hombre primitivo para poder ver esto.

La voz milenaria, del nativo es valiosísima, su aporte vital, su sabiduría trascendente. Comenzamos eliminando una media verdad que indica que los árboles no se mueven.

Ellos no pueden trasladarse, por sus propios medios. Su movilidad está en sus raíces.

Este ensayo se basa en comentarios sobre el trabajo de la ecologista Suzanne Simard, de la Universidad de Columbia Británica, y Peter Wohlleben, científico alemán que investiga la interrelación de los árboles.

Suzanne ha probado que los árboles se comunican, intercambian nutrientes utilizando sus raíces y una red de hongos del subsuelo. Una red como internet. Los árboles establecen un ir y venir, un lenguaje entre ellos. Los biólogos conceden que los árboles “dialogan”, se ayudan, intercambian medicinas, alimentos, y agua. Esta red arbórea es una asociación simbiótica, producto de la evolución vegetal.

Suzanne presenta sus ensayos en su libro Nature’s Internet; How Trees Talk to Each Other. Establece en su tesis doctoral, que los árboles se comunican en un lenguaje especial, ayudándose, enviando señales de alarma y hasta transfieren nutrientes y medicinas a los árboles enfermos. Suzanne acuña la frase “El Bosque Social” en donde los árboles matriarcas protegen a sus retoños (plántulas). Es tanta la dependencia entre los árboles madre y sus plántulas, que cuando se talan los árboles jóvenes y se dejan en pie las matriarcas, estas se mueren. Lo contrario también ocurre según sus ensayos. ¡Esto es asombroso! ¿Acaso define una comunidad de amor en la floresta? ¿Esto es ciencia, o ciencia ficción al estilo de Avatar? La terminología no es correcta, pero existe una interdependencia entre matriarcas y retoños que, llevada al plano lingüístico, se definiría como amor; pero los árboles no aman como los humanos. Es necesario acuñar un nuevo vocablo para definir este amor arbóreo. Amarbor pudiese funcionar. Arbor del latín, significa árbol y amar, palabra compuesta con significando, “amor de árbol”

Afirmar que los árboles aman y conversan es controversial más aún sustentar que son inteligentes. Los científicos europeos no aceptan estos conceptos. El investigador alemán Peter Wohlleben, es la punta de lanza en Europa, por sus teorías revolucionarias. Su libro The hidden life of trees, está cambiando nuestra percepción de los árboles y le ha ganado aprecio y rechazo. Le ven como un científico cabalístico, esotérico, promotor del rito de abrazar árboles. El responde con ensayos contundentes.

Peter estudia una situación incomprensible de las plántulas. ¿Cómo es posible que los retoños sobrevivan al lado de estos gigantes del bosque, que atrapan para sí, toda la luz solar? Peter demuestra que sobreviven porque las madres, les alimentan, administrando compuestos de azúcar a sus raíces, amamantando sus retoños, y cuando un árbol matriarcal es talado, los demás árboles alrededor, mantienen el tacón con vida alimentándolo. El tacón ya no retoña, pero no le abandonan, pasa a una casa de retiro, hogar para discapacitados. Es el “bosque social” en plena acción que indica Simard.

La comunicación arbórea se da por medio de señales químicas y hormonales. También se comunican por el aire, usando feromonas.

En África, Peter descubrió que cuando una jirafa comienza a alimentarse de una acacia, esta resiente el daño y emite gas etileno, para que sus vecinas se protejan, y llenen sus hojas con un tanino de mal sabor. De esta forma se establecen un sistema de alarmas. Sin embargo, si es un humano quien corta sus ramas, el árbol reconoce la diferencia y envía sustancias químicas medicinales, para curarse. El árbol reconoce la diferencia. ¿Árboles inteligentes? ¿Árboles que aman? ¿Árboles que dialogan? ¿Hasta dónde podemos estirar estos conceptos, entenderlos y aceptarlos?

Así es la ciencia. Un incesante abrir y cerrar de puertas, que nos introduce en mundos fascinantes.

La explotación maderera, sin un plan de reforestación, y la cultura del potrero con su tala y quema, constituyen la mayor amenaza a nuestra vida y nuestros bosques. Estas tendencias deben ser revertidas y la reforestación debe ocuparnos a todos

La nueva visión de este ensayo, nos brinda la oportunidad de educar de una manera diferente y dinámica, utilizando el enfoque del árbol matriarcal, que ama y vive en el bosque social. Esta nueva visión apasionada y científica es de alto impacto, y moverá a todos, a ver a natura con un genuino respeto y cariño, porque el bosque ya no será un organismo pasivo que entorpece el desarrollo.

Reforestemos y formemos al niño y al joven, para lograr un adulto ecológicamente consciente.

El autor es técnico en redes de agua
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