• 07/05/2023 00:00

Desnutrición infantil en Panamá

“[…] es obligatorio que redoblemos el esfuerzo para cumplir con el Objetivo de Desarrollo sostenible número dos, el cual propone: “Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”.”

La desnutrición infantil en Panamá y en cualquier otro país, es el resultado de la interacción entre el consumo inadecuado de alimentos y las infecciones frecuentes. Es decir, el niño padece hambre y se enferma a menudo. Estas resultan ser consecuencias de pobreza, logros educativos insuficientes, acceso inadecuado a alimentos, servicios de salud y saneamiento insuficientes o ausentes. Además, el estado de nutrición de la madre, antes y durante el embarazo determina la salud de ella, y el estado de salud del feto y el recién nacido.

En Panamá, producto de las condiciones arriba señaladas, la desnutrición infantil es un problema de salud pública, afectando principalmente a los infantes de nuestras comarcas y provincias más pobres. Agrava el panorama, el hecho de que la lucha contra la pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania y ahora la focalización de la atención gubernamental y ciudadana hacia la campaña política; no ofrece un contexto apropiado para enfrentar con efectividad la desnutrición infantil (aguda hoy), favoreciendo la falta de suficientes intervenciones para que esta se haga crónica, reproduciéndose en hijos y nietos de los niños desnutridos de hoy.

Aunque no encontré información nacional reciente sobre este importante problema de salud pública, hay dos publicaciones _que aunque deben ser actualizadas_ que permiten poner en perspectiva la magnitud del problema, y contribuir a la formulación de estrategias adecuadas.

Comencemos por el documento “Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional”, publicado por la FAO y varias agencias de las Naciones Unidas el 2018, justo antes de que comenzara la pandemia, lo cual subrayo. En todo caso, aquel documento _en mi opinión, vigente hoy_ señaló que el 19 % de los niños panameños menores de cinco años padecía de desnutrición. Superando en esta penosa estadística a países con un crecimiento económico muy inferior al nuestro, lo que obliga a repensar nuestro modelo de desarrollo económico para que beneficie a todos los panameños en todos los lugares.

Ratificando esta aseveración, el documento “Índice de Pobreza Multidimensional de Niños, Niñas y Adolescentes de Panamá 2018”, nos informa que un total de 15.6 % de NNA pobres multidimensionales carece de una alimentación variada. Este problema es mayor en las comarcas indígenas del país: en el 62.6 %, los NNA en pobreza multidimensional de la comarca Guna Yala están privados en este indicador, seguido por la comarca Ngäbe Buglé (59.3 %) y Emberá (49.9 %) y las provincias de Darién (27.7 %) y Bocas del Toro (23.9 %).

En este contexto, no hace falta ser un genio para suponer que la situación hoy debe ser similar o peor que hace tres años. Como subrayó recientemente la propia FAO, “aunque los efectos de la pandemia de la COVID-19 sobre la malnutrición aún no se han revelado del todo, se esperan impactos negativos sobre varias formas de malnutrición. Más recientemente, el conflicto en Ucrania tiene el potencial de impactar en la malnutrición a escala global”.

A estas alturas de la glosa, es obligatorio subrayar que las consecuencias de desnutrición infantil están directamente relacionadas con retardo en el crecimiento y el desarrollo psicomotor, afectación del desarrollo del cerebro, mayor riesgo de enfermedad, con efectos adversos a largo plazo, incluyendo disminución en la capacidad de trabajo físico y en el desempeño intelectual en la edad escolar, la adolescencia y la edad adulta, lo que repercute en la capacidad del individuo para generar ingresos, y lo colocará en una situación de explotación.

Dicho lo anterior, es obligatorio que redoblemos el esfuerzo para cumplir con el Objetivo de Desarrollo sostenible número dos, el cual propone: “Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”. Para tal efecto contamos con múltiples documentos, pactos, acuerdos y planes. Especial relevancia tiene, en mi opinión, el “Plan Estratégico Nacional con Visión de Estado, Panamá 2030”.

Dicho documento fue el producto de un intenso trabajo concertado entre todos los actores de nuestro país, por lo que, gane quien gane en nuestras elecciones de 2024, debe ser _con las actualizaciones que correspondan_ el referente obligado para promover el desarrollo nacional, erradicar la pobreza y la desnutrición infantil.

No me alcanzan las palabras para describir en esta glosa la estrategia propuesta en el documento. Baste recomendar su lectura completa y señalar que propone asegurar la producción y disponibilidad de alimentos para garantizar la reducción del hambre, fomentando la seguridad alimentaria. Subraya además que la reducción del hambre, la desnutrición infantil en Panamá, y la mal nutrición pasa por amplificar las formas de seguridad alimentaria centradas en las medidas socioeducativas dirigidas hacia los núcleos de población en los cuales existe prevalencia de prácticas nutricionales que no fomentan el adecuado desarrollo en la primera infancia. El énfasis está en la población vulnerable, como, por ejemplo, el desarrollo de estrategias de alimentación complementaria para niños, como nuestro programa “Estudiar sin Hambre”, la atención de mujeres y adultos mayores en riesgo. Además se propone una política de soberanía alimentaria, la cual, debe tener como centro la producción diversificada para garantizar la disponibilidad y acceso a los alimentos en Panamá.

Médico, exrepresentante de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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