• 13/06/2024 00:00

Decodificando valores: inversión y riesgo

Pensamos en una “inversión” como la provisión de nuestra plata a otra persona para que desarrolle algo que nos devuelva dividendos. Para esto hay que calcular el muy subjetivo riesgo pues, por más profesional que nos creamos, no existe una fórmula segura para el éxito (Warren Buffett perdió $1,500M en Paramount).

Lo que menos consideramos es que el dinero no es nuestra más cara inversión, pues viene y va. Nuestra más cara inversión es una muy limitada, que todos tenemos por igual y que nunca será recuperada, nuestro tiempo, por lo tanto, debemos invertirla sabiamente, pues se pierde para siempre. La mayoría de nosotros, necesariamente, invertimos nuestro tiempo, energía, esfuerzo y reputación en ganarnos la vida, con lo poco restante en el ocio. Es importante cuestionar si invertimos nuestro tiempo de la forma más balanceada, pero, a mí me intriga más la pregunta, ¿con quién?

En una investigación en la que se encuestaron moribundos, la gran mayoría se arrepintió de no haber pasado más tiempo con su familia y amigos. Opino que la vida más satisfactoria no es aquella con las mejoras experiencias o plata, sino en la que logramos balancear entre nuestras necesidades físicas como mentales beneficiando (o al menos no perjudicando) a los demás, especialmente a quienes queremos. Pero muchas veces nos confundimos convirtiéndonos en el objetivo de un engaño.

En Israel durante la década del año 2000, el carismático Shimon Cooper se aprovechaba de mujeres tristes, divorciadas y hambrientas por compañía, para vivir a su cuenta. Él invirtió mucho tiempo alabándolas y comprándoles flores, inventando que es un espía u hombre de negocios y en su desesperación ellas ignoraban el vago mentiroso que era. Con los años ellas, cansadas de su artificio, trataban de abandonarlo. Entonces él causaba su muerte de forma astuta (disfrazándola como suicidio) y quedándose con su herencia. Solo una de sus cuatro mujeres sobrevivió proporcionando la evidencia necesaria para condenar a este romántico asesino. Muchas veces queremos tanto algo que ignoramos las señales de un engaño.

Otra anécdota es la del inversionista de capital que decidió invertir no solo su dinero, sino su tiempo, sabiduría y energías en la bella y casada emprendedora. Al principio parecía que su motivación era el éxito de la empresa, pero él se aprovechó de su posición privilegiada para cortejarla hasta prometiéndole casarse con ella apenas él consiga divorciarse. Solo al descubrirse el adulterio, la emprendedora entendió que el inversionista la había engañado, pues no pretendió nunca casarse con ella. Ella al final perdió puesto, dignidad, matrimonio y el respeto de toda su familia.

Podemos considerar que estos son incidentes extremos, aislados, pero no lo son. Constantemente personas invierten su tiempo para satisfacer o avanzar sus intereses sin importar perjudicarnos, ya sea comercial o personalmente. Para protegernos no solo debemos de permanecer alertos y cuidarnos de en quien confiar, sino en educarnos sobre cómo engañan. Para “reclutar” a alguien no se necesitan de coimas, regalos o favores. En su detallado libro, La naturaleza humana, el autor americano Robert Green explica cómo una persona “conquista” al interlocutor hablándole íntimamente sobre sí mismo, con historias personales emocionales, su niñez o tragedias. Green afirma que tendemos a bajar nuestras defensas al escuchar a un interlocutor expresarse de forma “íntima” y al “parecer” vulnerable. Esta inversión requiere de mucha paciencia y astucia, tal como lo hacen los estafadores y espías. Todos adoramos la atención y apreciamos a quien quiera estar con nosotros confiando sus secretos, prometiéndonos un exitoso futuro con ellos, aunque todo sea inventado. Pero hasta los mejores mentirosos, extorsionistas o embusteros, les cuesta esconder su artificio en los pequeños detalles, en las expresiones en su cara, en su lenguaje corporal, tal como explica Green. Pero esto se dificulta con la actual cultura digital a distancia facilitando el chantajeo.

Para superar esta humana debilidad, debemos primero de reconocer que existe y calcular las consecuencias de nuestras acciones, como la de una traición marital. Debemos de ver a las personas en la cara y tratar de entender si son honestas, no con su retórica, sino con sus acciones y sospechar si invierten demasiado en nosotros o suenan demasiado optimistas. De ser necesario, debemos investigar su pasado y consultar con personas de nuestra confianza, aquellas que nos conocen, no como un profesional sino, como quien verdaderamente somos: débiles, dudosos y sensibles sobre con cuál nueva persona involucrarnos.

Nuestra más cara inversión es nuestro tiempo y no debemos de perderla con aquellos quienes no lo valoran. El “presente” es un regalo que debemos de atesorar, pues eventualmente llegará el momento de abandonar esta tierra y entonces ya será muy tarde reconocer que no invertimos nuestro tiempo de forma sabia y positiva con aquellos quienes de verdad se lo merecen.

El autor es arquitecto
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