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- 14/10/2023 00:00
La cultura del panameño
La cultura es el conjunto de elementos y características propias de una determinada comunidad, que incluye las costumbres, las tradiciones, las normas y la manera como un grupo humano piensa de sí mismo, se comunica y construye una sociedad. Veamos algunos ejemplos.
La basura. Algunos señalan que no tenemos la estructura para recoger los desechos, y que la falta de sistemas, presupuestos y equipos son las causas de la presencia de basura en lugares públicos. No obstante, los panameños nos desentendemos de la manera correcta para disponer de nuestros desechos y optamos por tirar la basura en cualquier lado, lo que afecta la salud, la imagen de la ciudad y la calidad del entorno donde vivimos.
Como resultado, este problema lo simplificamos diciendo que los panameños no tenemos la cultura para botar los desechos, aunque vivamos en la inmundicia.
Los impuestos. Estos constituyen una de las principales fuentes de ingreso del Estado para ejercer sus funciones y cumplir sus responsabilidades. Pero no todos pagamos impuestos, unos porque están exentos de ellos, otros porque se amparan en programas sociales subsidiados y otros, porque se benefician de leyes especiales y exoneraciones empresariales. A estos se añaden quienes burlan el pago de impuestos con la interpretación ventajosa de las leyes fiscales y aquellos que violan la ley al evadir la tributación e incumplen sus responsabilidades con la sociedad.
Ante esta situación, aseveramos que no tenemos una cultura para pagar impuestos y por ello justificamos las ineficiencias en el cobro de los tributos y minimizamos las penas por evasión o desviación de las obligaciones fiscales.
El agua. Panamá ostenta uno de los consumos de agua per cápita más altos del mundo. Por la cantidad de lluvia que cae en este país, creemos que la disponibilidad de agua para consumo humano es infinita y que su costo es mínimo o inexistente, lo que tal vez explica la renuencia ciudadana a reconocer su valor y pagar por ella. Es común ver comunidades enteras sin el servicio de agua, somos testigos del desperdicio de agua en las redes de distribución y, por razón de la mala gestión del agua en todo el país y ahora por los efectos del clima, hoy enfrentamos graves problemas que debieron ser previstos y resueltos hace muchos años.
A pesar de esta condición y sus graves repercusiones, somos lentos para generar soluciones que garanticen la disponibilidad, el suministro y el uso del agua, y simplificamos el problema diciendo que no tenemos una cultura de agua.
Las calles. Como instrumento de política, los gobiernos construyen carreteras a lo largo y ancho del país, muchas de ellas ineludibles, algunas no tan indispensables y otras totalmente innecesarias, pero todas, sujetas a actos de manipulación y corrupción. Una vez finalizadas, asumiendo que su diseño y construcción cumplen con las condiciones de uso anticipadas, se inicia el proceso de deterioro de las superficies de rodadura, la integridad de las losas, la funcionalidad de las cunetas, la limpieza de los desagües, y comienzan a aparecer los acostumbrados huecos, la causa de tantos accidentes y daños a las personas y sus vehículos.
Ya es costumbre escuchar que los panameños no tenemos una cultura de mantenimiento y, por lo tanto, es más fácil esperar una desgracia para entonces salir a tomar las acciones correctivas necesarias.
Los hospitales. En nuestro país se construyen hospitales y centros de salud en respuesta a la responsabilidad del Estado de velar por la salud de la población. Sin embargo, es común encontrar que el tamaño de estas obras no se relaciona con la población a la cual se busca servir y que, luego de construidas, no cumplen su propósito por la falta de personal, equipos y servicios, como resultado de la inexistencia de procesos de planificación que sustenten las inversiones realizadas.
Pero cuando analizamos la génesis de la desconexión entre lo que necesitamos y lo que construimos con fondos públicos, se nos dice que no tenemos la cultura de planificar y, por lo tanto, nos mueven otras razones más comerciales, incluyendo el mercadeo político en búsqueda de votos.
Estos son tan solo algunos ejemplos. Entonces vale preguntarnos ¿qué clase de cultura estamos construyendo? Hasta ahora es obvio que al querer resolver nuestros problemas, los panameños preferimos ignorar o evadir nuestras responsabilidades, buscar culpables en otro lado y atrincherarnos en posiciones extremas en espera de imponer nuestras posiciones. La crisis generalizada de institucionalidad y el desgaste económico, social y ambiental que sufre nuestro país nos obliga a redefinir nuestra cultura y ponernos de acuerdo para construir un Panamá más próspero, más justo, solidario, equitativo e incluyente.