Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
Aquellos que desde las aulas institutoras de un nido de águilas, hoy orgullosos de pertenecer al medio siglo de la separación de nuestra hermana Colombia, nos asiste el derecho y deber de sostener las consignas transmitidas y heredadas para construir una nueva patria, donde impere nuestra soberanía y la verdadera democracia, como el básico derecho a ser felices. Por lo anterior y más, te invito a discurrir sobre el pasado y presente de esta “patria tan pequeña”, como poetizó Ricardo Miró, para guiarnos a vislumbrar el cumplimiento prometedor de un futuro sentenciado para la felicidad general.
Conservemos: ¿Sabías que nuestro istmo fue el último eslabón hace miles de años que, estrechamente, surgió de las aguas para unir todo este continente? Con una posición geográfica única, atravesado de oeste a este, con sus costas mirando al norte y sur. Imagínate tan extraña e irrepetible posición geográfica ¿Inicio de un destino manifiesto al mundo?
Cuando la conquista –colonización española- en el continente americano, las construcciones y convivencia comunitaria no asomaban signos con afanes de poder material, sino de convivencia tribal, más bien fue de pacífica convivencia hasta la participación en señalar el mar del Sur.
Desde esos instantes pasados surge nuestro istmo como punto mundial para orientar decisiones con propósito de intercambios pacíficos o violentos. Por lo anterior, no es de sorprender la sentencia premonitoria de Simón Bolívar cuando dijo, saludando al avecinado Congreso Anfictiónico: “Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, el istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino, colocado como está en el centro del globo, viendo por una parte el Asia y por la otra el África y Europa”. Previo a lo anterior, dijo en su famosa carta de Jamaica: “Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos”. Manifestaciones que fueron fortalecidas por nuestro más insigne jurisconsultor, pensador, visionario, en su obra cumbre El Estado Federal del Istmo.
Los acontecimientos pasados y las premonitorias palabras, visionarias de gigantes pensadores, nos invitan a rectificar un actuar que se aleja de nuestra misión para contribuir a un mundo feliz. Pero, para hacer feliz a otro, primero debemos ser felices nosotros. ¿Cómo?
1.) Formando educadores ejemplares en toda su expresión, que estimulen comportamientos de amor para servir y respeto a las diferencias. 2.) Con campañas permanentes de estímulo, tanto en lo privado como estatal, para destacar y premiar virtudes y no debilidades explotadoras para enriquecimiento personal. Estimular en niños y adolescentes escolares la presencia de valores morales y espirituales. 3.) Crear organismos para la buena comunicación, con consulta, evaluación de toda importante actuación, administración gubernamental, para premiar o sancionar públicamente. 4.) Ejecutar anualmente, con participación de las organizaciones cívicas y gubernamentales, una evaluación de lo ejecutado y proponer medidas de mejoramiento. Previo, a lo anterior, aplicar una encuesta nacional para extraer opinión sobre el nivel de satisfacción general.
Solo así y más, podremos cumplir, ejemplarmente felices nuestro destino, de no solo ser un istmo con un canal, puente del mundo y corazón del universo.