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- 26/07/2024 23:00
Con un poco de amnesia y otro de sueño
Ahora recién empieza el “lamento panameño”. Aunque no ha terminado la luna de miel, ya inició el arrepentimiento.
Que triste es nuestra realidad política. Igual que en el fútbol, jugamos como nunca y perdimos como siempre. Entiéndase, muchas personas votaron por independientes, pero no la mayoría. Así pues, quedó lo más representativo de las tradicionales formas de poder depreciadas y grises. Sin embargo, esto era algo que (en honor al sentido común y la lógica) se veía venir. Porque nada ni nadie cambia, sin el esfuerzo suficiente. Menos aún, de la noche a la mañana. Pero, el panameño quiso soñar de nuevo, y el positivismo hizo lo suyo. Entiéndase, un poco de amnesia y otro de sueño.
Claro que, en comparación al gobierno saliente, pandemia y todo lo demás ... cualquier cosa resultaba mejor. Ahora recién, empezamos a entender que los viejos esquemas, en lugar de ser eliminados, fueron reforzados. Aun así, no todo ha sido culpa de los votantes. Si hace dos administraciones atrás, en lugar de practicar venganza, se hubiera hecho justicia cabalmente, ahora no estaríamos en esto. ¿Acaso ya nos llegó el momento de abrir bien los ojos y escuchar nuestras verdades amargas?
Primero que todo, dejar de pensar que “los nuevos de la asamblea” pueden hacerlo todo. Porque no son la mayoría, sino más bien “la mayor minoría”. Como se demostró, las minorías no mandan. Ellos no son, ni podrán ser, cuantitativamente efectivos. Si el pueblo no sale a apoyarlos, el tiempo los disipará entre dos tristes opciones: entregarse al olvido, o aliarse a la corrupción.
También he venido escuchando comentarios de personas que dicen: “debemos dejar de llorar, y prepararnos para el 2029”. Por ese esquema mental, las democracias no funcionan en pueblos apáticos y conformistas. Que se rinden demasiado rápido. Entiéndase, al primer gol en contra entregan el partido, afectados por tremendo sentimiento derrotista. O, por el contrario, al primer gol a favor se echan a dormir, afectados por tremendo sentimiento triunfalista. ¿Le suena esto conocido? Las votaciones no son un cheque en blanco. Si aceptamos eso, y nos replegamos muy cómoda y prematuramente, jamás podremos generar el nuevo caldo de cultivo del cual cosecharemos mejores líderes el día de mañana.
Aparte de la imagen hollywoodense del hombre rudo llorando mientras le ponen la banda presidencial, ahora tenemos la “no tan nueva” distracción de este gobierno: La constituyente. Aquella liebre de cartón que le ponen al panameño por delante, como fenómeno mesiánico, que está supuesto a curar todos los temas de corrupción, inequidad social, malos salarios, explotación, carencias etc. Y para dar mayor credibilidad al espectáculo, lo encabezan con una de las figuras más probas y versadas en el tema. Sin embargo, tengamos claro que eso no afectaría a Panamá en los próximos cinco años. Además, la constituyente solamente crea una nueva constitución. Es decir, ¿Cómo quedarían después los códigos, reglamentaciones y demás intríngulis legales que tuercen la justicia panameña a cada rato? No señores, la constituyente no es, ni de borrador, ni de facto, la cura para todos los males panameños. La constituyente, es apenas, por decirlo de esta forma, el abanderamiento de un proceso que puede tomar años.
Por otro lado, está el famoso “tren a Chiriquí”. ¿A qué le recuerda eso? Esto ya lo hemos vivido, hace unas cuantas administraciones atrás. De hecho, por el metro, mucha gente recuerda como “buena” a una de las administraciones más controversiales y cuestionables que ha tenido Panamá en toda su vida republicana. Pero, se ha preguntado usted de dónde saldrá el dinero para construirlo, ¿Cuánto durará su construcción, será rentable, será para carga o para el transporte de gente, a quiénes favorecerá y cómo?
En fin, todo esto no se trata de ser negativo o pesimista, ni vidente mucho menos. A veces sólo se necesita abrir bien los ojos y no engañarse a uno mismo, sin importar que tan desesperados estemos. Pero, por ahora, todo indica que estamos volviendo a lo mismo. En consecuencia, si el panameño no quiere tener que llorarles a sus esperanzas en el cementerio (nuevamente ...) tendrá que seguir luchando por ellas en las calles.