• 30/12/2025 13:25

Con Donald Trump se avecina una gran tormenta para Panamá

En una mezcla de cinismo, burla y amenaza del entorno más cercano de Donald Trump, salió como bolita de lotería uno de los argumentos más tenebrosos contra Panamá, que huele a pólvora y azufre, y ha encendido todas las alarmas: Recuperar el control del Canal y militarizarlo.

El propio equipo de transición del presidente electo ha sido el encargado de lanzar en los medios y redes como confeti en carnaval, los presuntos trascendidos de que la importante vía interoceánica debe volver a ser administrada y protegida por Washington, pues forma parte de una geoestrategia más amplia cuyo objetivo principal es debilitar a China y a Rusia.

Incluir a dos adversarios históricos , muy poderoso en lo comercial el primero, y en lo militar el segundo, que le hacen demasiado sombra a su meta de recuperar posiciones pretéritas como la principal potencia mundial de posguerra, y a ello responde su slogan “Estados Unidos Primero”, parece apuntar directamente a los Tratados Torrijos-Carter a pesar de haber sido firmados hace 47 años, en busca de una sombrilla leguleya que ya provocó una miserable invasión militar en 1989 bajo el disfraz de que se trataba de una operación para capturar el general Manuel Noriega, falseando así la historia.

La mención de Rusia y China en este nuevo capítulo de Trump no tiene más sentido que ese, y de ser así, los panameños tendrán que librar una batalla muy grande en los tribunales internacionales, en los suyos y en los de Estados Unidos, para evitar tergiversaciones, y las falsas argumentaciones de que China pretende hacerse dueño del Canal, es decir, la creación artificial de un supuesto peligro para la integridad y operatividad de ese paso marino que provoque una reacción de Washington.

Todos los panameños, comenzando por el propio Omar Torrijos, están de acuerdo – y muy descontentos- de que el gran logro de retener para la patria la vía interoceánica después de 85 años en las manos impropias de Estados Unidos, fuera mediatizado por el Tratado Relativo a la Neutralidad Permanente y al Funcionamiento del Canal de Panamá, o simplemente Tratado de Neutralidad, al que, evidentemente, apuntan las amenazas de Trump.

Ese Tratado de Neutralidad fue la gran maniobra del gobierno, empresarios y militares estadounidenses, para obligar a Panamá a pasar bajo las hordas caudinas del imperio, pues una de sus cláusulas permite la intervención militar norteamericana en Panamá en cualquier momento desde hace ya 24 años, si la Casa Blanca, sin mayores elementos de juicio –o mentiras como las famosas voladura del Maine en Cuba para intervenir en la guerra contra España, o los acontecimientos del Golfo de Tonkín para iniciar la guerra en Vietnam- considera que el libre tránsito por el Canal está en peligro.

Eso podría explicar las furibundas falacias de que China se ha adueñado del Canal, y se convertiría en un leit motiv para crear un chivo expiatorio y fabricar condiciones para aplicar la maleva cláusula.

Esta última es como la base naval de Estados Unidos en Guantánamo, Cuba, que tampoco tiene fecha de caducidad debido a la Enmienda Platt. Por eso, seguramente los peritos en la materia del gobierno panameño y fuera de éste, preparan ya su réplica si eso fuera lo que hay detrás de sus amenazas, más allá de privar a la economía istmeña de su principal ingreso.

Tales inquietudes sobre una recolonización del Canal y ser Washington nuevamente el que decida qué barcos y de qué banderas pueden pasar de un océano a otro, qué pueden o no cargar, y cuánto tendrán que pagar por usar ese servicio, se encarga de potenciarlas su grupo de traspaso presidencial, y en verdad son afirmaciones muy graves y no les importa un comino publicitarlas. Es parte de la conocida “política del miedo” aplicada por Trump como empresario y como presidente.

Una mujer de ese equipo, Anna Kelly, quien parece actúa de vocera del grupo, dijo según la gran prensa estadounidense: “Cuando [Donald Trump] asuma oficialmente el cargo, las naciones lo pensarán dos veces antes de estafar a nuestro país, Estados Unidos volverá a ser respetado, y el mundo entero estará más seguro”. Y añadió: “Los líderes mundiales están acudiendo en masa a la mesa de negociaciones porque el presidente Trump ya está cumpliendo su promesa de hacer que Estados Unidos vuelva a ser fuerte”.

Otro de sus colegas consideró que la amenaza de Trump de romper el Tratado Torrijos-Carter, violarlo o tratar de modificarlo para volver a controlarlo, “no se trata de una chapuza, hay un tejido conectivo coherente en todo esto, y Trump sabe qué palancas utilizar y qué barreras existen, y está en una posición de poder en la que puede utilizarlas”.

Aunque esos personeros no lo digan, es evidente que la atmósfera creada por Washington desde el mismo momento de la firma del Tratado -lo cual incluye al recién fallecido ex presidente Carter-, con los acuerdos de seguridad impuestos a Panamá -que no han cesado pues son como una carta de intenciones protectora del Tratado de Neutralidad-, está sirviendo de base al proyecto de Trump, del cual ha dado únicamente los elementos que mantiene el suspense a lo Alfred Hitchcock , pero el 20 de enero podrían comenzar a expresarse con mucha fuerza y claridad.

Todos los gobiernos panameños posteriores a la muerte no aclarada de Torrijos, pusieron su grano de arena en tal sentido, con la firma de los acuerdos de seguridad vigentes sin pasar por un debate en la Asamblea Nacional. No es un secreto y los panameños lo saben.

Como botones de muestra están los rubricados en 1999 y 2000 por la ex presidenta Mireya Moscoso como Salas – Becker, por el cual cedió la soberanía para que Estados Unidos actuara en el espacio aéreo y el mar territorial nacional a su libre albedrío, en violación de los principios de autodeterminación, y contraproducente con los términos del propio Tratado.

Martín Torrijos (2004-2009), siendo hijo del general, tampoco veneró la memoria histórica y no anuló esos acuerdos de seguridad que mantienen al país, y de facto al gobierno, como si fuese un aliado del Pentágono, de lo cual alertó su padre de forma muy amarga al analizar las causas y consecuencias de la imposición del Tratado de Neutralidad, y menos aun Ernesto Pérez Balladares.

En ese contexto se inscribe también la entrega de soberanía a Estados Unidos –como la oposición política le señaló en su momento- del gobierno de Ricardo Martinelli (2009-2014) al aceptar la intromisión militar del Pentágono con un acuerdo para la construcción de 12 bases aeronavales con presencia de “asesores” norteamericanos.

Con las amenazas de Trump brotan a la superficie los anclajes del Tratado de Neutralidad como recurso presuntamente legal para intentar pretensiones neocoloniales que afectan la soberanía nacional de Panamá, pero es muy difícil, a pesar de eso, que Estados Unidos pueda lograr que la propiedad del Canal regrese a sus manos.

Una autoridad en el tema como Arístides Royo recordó hace pocas horas a una agencia internacional de noticias la existencia de tratados que impiden a EEUU recuperar unilateralmente el Canal de Panamá, y citó al respecto razones contractuales y entendimientos bilaterales que pusieron fin al tratado Hay-Bunau Varilla de 1903, el cual dio a Estados Unidos los derechos a perpetuidad para construir y usufructuar el canal.

Royo recordó que hay también dos declaraciones firmadas, una por Torrijos y otra por Carter, que «son prácticamente idénticas» y dicen que EE.UU. «nunca interferirá con la soberanía de Panamá, con su territorio, con su sistema político, y que se respetarán absolutamente los términos del tratado».

Y también fue corregida una pretendida enmienda –que se ha calificado de inconstitucional- al Tratado de Neutralidad por el senador demócrata Dennis DeConcini por la que se autoriza a EE.UU. a la «intervención en cualquier caso», en la cual se aclara que «podrá intervenir en caso de grave amenaza y desde luego para la defensa de ese canal», pero «no autoriza absolutamente ningún otro tipo de acción».

De manera que una decisión militar y la ocupación del Canal y su antigua zona de exclusión no son tan factibles como se pretende hacer creer, pero en cambio sin son probables presiones muy fuertes al gobierno de José Raul Mulino para obstaculizar, o bajar el perfil de la relación contractual actual de China y Panamá, que tensará las relaciones políticas, económicas y financieras entre Washington y Beijing, y afectará de manera importante al comercio mundial y al sistema financiero.

Esta hipótesis podría ser una respuesta al planteamiento inicial de este artículo sobre la declaración de los voceros de Trump de que la nueva política sobre el Canal y las amenazas a México, Canadá y Groenlandia, son partes de un proyecto más ambicioso que tiene como puntos focales el debilitamiento de Rusia y China y la reconversión de Estados Unidos en una potencia económica, militar y financiera sin par en el mundo.

Pero son el tiempo y la historia los que dirán la última palabra, a pesar de que el umbral de la guerra se expande peligrosamente con Trump, y no solamente en Panamá.lma

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