• 08/05/2024 23:00

Como oveja al matadero

El haberles permitido robarnos la educación, nos tiene sumidos en la amoralidad social y colectiva

No fue sorpresa, aunque confieso que estoy sorprendido. Pedir que nuestro pueblo fuera disciplinado, inteligente, cívico, honesto, responsable, solidario, respetuoso, participativo, ordenado o consciente ante la encrucijada electoral que enfrentó, fue demasiado. Esos son hábitos, valores y principios que se inculcan con una buena educación. Una educación hecha basura durante 44 años, por parte de los distintos regímenes que se han sucedido.

Si un ciclo educativo completo tiene en promedio 17 años, esos 44 años son casi tres generaciones a quienes institucionalmente se les ha inoculado el no me importa, el qué hay pa’mí, la indiferencia, el juega vivo, la inconciencia, la chabacanería, la ignorancia, la indisciplina, la irresponsabilidad y el irrespeto. Se trata pues de una herramienta que desde el principio de los tiempos ha sido empleada por los poderosos para la explotación. ¡Pan y circo dirían los romanos! Se anula la memoria y conciencia de los individuos, para ejercer la dominación y tener impunidad ante la corrupción. Solo así se puede entender lo sucedido.

La educación ha sido el vehículo por excelencia para la protección y enriquecimiento de la memoria histórica de los pueblos. Es esta memoria la que les permite levantarse ante las injusticias, repeler aquello que les es ajeno y defender con uñas y dientes sus más caros intereses. Lo que se ha hecho es sembrar el olvido. Se trató de una actividad sistemática y dolosa iniciada en 1979, fruto del conciliábulo de los sectores oligárquicos históricos. Comenzó con derogar la reforma educativa, para luego hacerse con el control de los aparatos del Estado y una vez allí, desmantelaron toda la estructura que le dio sentido a la conciencia crítica de un país, esa que impediría la consumación de veladas maquinaciones. Fue un proceso lento, imperceptible. Involucionó valores y creencias de manera tal, que omnubiló primero y anuló después el pensamiento crítico.

Lo hemos pagado caro. El haberles permitido robarnos la educación, nos tiene sumidos en la amoralidad social y colectiva. Esa que permite decir del político ladrón: robó, pero hizo. Nos han dejado con uno de los peores sistemas educativos: alienado, antinacional y en despropósito, el cual solo ha producido generaciones enteras de seres vacíos e idiotas (al decir de Albert Einstein). Cuando el estómago habla, el cerebro calla.

No pidamos el fruto de la simiente que se arrancó. La mayoría del electorado ha actuado en directa correspondencia con lo que se le enseñó. Ha sido muy cómodo para muchos de nosotros (la clase media), mantenernos en una burbuja mirando hacia otro lado, en la medida en que nuestras necesidades estuvieron resueltas. Aquellos que de alguna manera creímos que la pluma y la denuncia eran suficientes, pues no. Es tan grave el asunto, que ello no basta. Aquellos que crean que la miseria no los alcanzará, pues se equivocan.

Los movimientos sociales y populares, tendrán que hacer un profundo análisis autocrítico de sus métodos, ya no sobre la validez de su discurso, si no acerca de su eficacia en transmitirlo. Las ortodoxias de la década del setenta en el siglo pasado no ayudan a este propósito. Con todo, siguen siendo la última línea de defensa cívica y genuinamente nacionalista.

Es un duro golpe, es cierto. Nos tenemos que reponer y hasta el último aliento, seguir cumpliendo con nuestro deber de orientación. Muy a mi pesar considero que de la peor forma, nuestro pueblo entenderá que al votar por los mismos, ha trotado como oveja al matadero.

El autor es abogado
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