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- 24/12/2022 00:00
Comida de pobres en Navidad
Bueno, esto no es nada extraordinario, todos los gobiernos hacen lo mismo. Reparten pavos, jamones, verduras, etcéteras y etcéteras, cuando llegan estos tiempos. Destinan dineros y dineros para celebrar días de madres y navidad, gastos que van a parar a las bolsas de valores, y no regresan de ninguna manera a los fondos del Estado. Para mí son gastos que no debieran hacerse, ni por misericordia, porque tanto el día de la madre, como la navidad, son festejos que debieran ser particulares y todo depende de cómo los cree cada ciudadano. Pero en el fondo hay un detalle que es lo que me anima escribir este artículo: ¿cuál es el fin de regalar pavos y jamones y crear en la población esa ansiedad ridícula de que la gente se muere por un jamón? Puede haber muchas respuestas. Puede que sea proselitismo politiquero; si es este el fin, el Tribunal Electoral ha dicho que esto es un delito; pero tal vez no es politiquería y sea un acto misericordioso del gobierno al ver a la gente muriéndose porque no comen un jamón en navidad. Si es este el fin, entonces es una hipocresía despiadada, porque estimulan una miserable súplica de quienes corren desesperadamente a buscar un jamón entre trifulcas y suplicios, quejas y maldiciones, y en el fondo es como someter a los humildes a una especie de humillación que degrada su dignidad, cuando el deber constitucional de todos los gobiernos es, según lo establece el artículo 64 de la Constitución Nacional: “El trabajo es un derecho y un deber del individuo, y, por lo tanto, es una obligación del Estado elaborar políticas económicas encaminadas a promover el pleno empleo y asegurar a todo trabajador las condiciones necesarias a una existencia decorosa.” Esos escenarios que ocurren todos los años disputándose un jamón de miserias, no es una vida decorosa de alto nivel. En una vida decorosa, cada quien debiera estar en condiciones de comprarse el jamón por su propia cuenta y a su gusto, no andar desesperadamente en actitud indignante, peleándose un jamón regalado. Pero lo que agrava este escenario es que entonces los politiqueros salen a hacer alarde de “buena gente”, de dadivosos, de protectores, de filántropos, de gente que sí hace por el pueblo cuando el pueblo lo necesita; pero que nunca informan algunas preferencias y marullos que surgen con esa repartición de jamones y fiestas de las madres que salen de los fondos del Estado.
Para mí esto no es más que un acto de humillación contra la gente pobre, porque eso no es lo que necesita el pueblo. El pueblo lo que necesita es fuente de trabajo digno y bien pagado, un plan responsable de desarrollo sostenible de la agricultura entre los pequeños y medianos productores; atenciones dignas en los centros médicos y hospitalarios y un programa de educación integral al más alto nivel; además de carreteras de dignidad en todo el país. Repartirles jamones y fiestas de madres en algarabías es someter a una humillación el honor y la dignidad de la gente que más necesita; y andar de politiquero dadivoso es un acto de sinvergüenza.