• 15/08/2019 02:00

Ciudad de Panamá: monumentos y políticas de memoria

‘¿Cómo recordaremos el pasado en el siglo XXI? Constituye una interrogante necesaria. En fin, los monumentos invitan al debate para plantearnos el ‘futuro' sin desconocer el pasado [...]'

La conmemoración del V centenario de fundación de la Ciudad de Panamá constituye un valioso contexto histórico para promover la discusión y conservación de su patrimonio cultural. Los monumentos conforman esos elementos icónicos del espacio público. Expresan memoria colectiva. Son signos y soportes materiales del recuerdo. Y son promovidos por grupos que seleccionan el pasado a recordar y buscan legitimar proyectos políticos. Contribuyen a crear identidad, actualizan mitos y encarnan ser orientadores del presente y el futuro, al establecer una conexión y continuidad entre virtudes de los héroes que deben servir de ejemplo. Los monumentos son resignificados y reinterpretados y trasmiten imágenes cambiantes en el tiempo. En un documento de archivo de 1881 se lee una ley para erigir una estatua a Fernando de Lesseps en la ciudad de Panamá, y en abril de 1903, la Asamblea departamental aprobó asignar presupuesto para una escultura al general Carlos Albán, muerto en la Bahía de Panamá, en 1902. Esas políticas de memoria se pospusieron o quedaron en el olvido.

El 2 de septiembre de 1903, La Estrella de Panamá publicó un acuerdo municipal que aprobó rendir homenaje, erigiendo un monumento, al general Tomás Herrera, ante la proximidad del centenario de su nacimiento el 21 de diciembre de 1904. La disposición municipal contempló la publicación de la biografía de Herrera y organizar juntas patrióticas para enmendar un compromiso aplazado con el héroe nacional, declarado desde 1855 ‘Benemérito de la Patria'. Los hechos de noviembre de 1903, impusieron actualizar el pasado y las figuras que debían recordarse y ser promovidas por quienes dirigieron el nuevo proyecto político de Panamá. El periódico El Mercurio (15/9/1906) informó sobre la remodelación de un parque de la ciudad de Panamá para levantar un monumento al héroe ‘auténtico' Balboa, a Arosemena y a Fábrega, y obtención de documentación relativa al traslado de la ciudad de Panamá, el 21 de enero de 1673, por Antonio Fernández de Córdoba. En 1909, una carta del 4 de mayo, reiteró sobre dos estatuas en homenaje a Balboa y Herrera. En su edición del 6 de mayo de 1916, el semanario La Exhibición cuestionó la prioridad presupuestaria asignadas a esas políticas de memoria, ‘si no había plata para la erección de la estatua del preclaro hijo del Istmo, general Tomás Herrera, menos la hay para la de Balboa'. Pese a esas críticas los promotores del ‘Descubridor' del Mar del Sur, como héroe nacional, trabajaron intensamente en la consecución del monumento inaugurado el 29 de septiembre de 1924. Un día después, el Diario de Panamá, en la sección ‘callejeras', publicó los comentarios de un articulista bajo el seudónimo de Ajedrez, que objetó al héroe al considerar dudosa la personalidad del Gran Adelantado como ejemplo digno para las presentes y futuras generaciones de Panamá, y advirtió que su promoción debió hacerse con ciertas reservas. Ajedrez manifestó una lectura distinta sobre el héroe ‘nacional' Balboa, para entonces aún no se concretaba el compromiso histórico de rendir homenaje al general Tomás Herrera a través de un monumento.

En su editorial titulado ‘El monumento a los próceres de 1821', El Diario de Panamá (29/11/1921) advirtió que sería muy ingrato no culminar esa obra y apeló a las autoridades estatales, municipales y a la suscripción popular para su consecución, ‘sepamos recompensar una vez, por lo menos, los desvelos por los que lucharon por legarnos una patria altiva, independiente y próspera'. En 1928, se inauguró un busto a Urracá (Diario de Panamá, 12/10/1928). Los discursos sobre el héroe indígena hicieron énfasis en su rebeldía, valentía y ‘amor patrio' y establecieron una conexión con el presente de Panamá: la ocupación extranjera. ‘Amabas tus montañas, tus playas y tus selvas', expresó María Olimpia de Obaldía, en su poema A Urracá. En esas primeras décadas del siglo XX Panamá estableció vínculos con el tiempo para concebir el pasado, el presente y el futuro y se instituyó una política de memoria. En ese proceso los monumentos cumplieron una función de ‘pedagogía cívica' al recordar los héroes dignos de conmemoración, en fin, contribuyeron a la circulación del pasado y la ciudad de Panamá en un libro abierto que narraba el pasado de la nación.

Los monumentos descritos constituyen el compendio de la historia del país y su función consiste en impedir el olvido. Fijan una representación del pasado. Este escrito no pretende agotar este amplio y complejo tema. Es necesario continuar indagando documentos que ofrezcan alternativas a esas iniciativas oficiales y un análisis de los contextos históricos de Panamá en el siglo XX. Los monumentos en homenaje a los Mártires del 9 de Enero de 1964 ocupan un papel central en el recuerdo del proceso de recuperación del Canal e impulsaron el consenso social de la legítima aspiración de soberanía de los panameños, aunque en el quincuagésimo aniversario, medios de comunicación y agrupaciones cívicas advirtieron sobre su olvido. Este año, al cumplirse el trigésimo aniversario de la invasión militar estadounidense, la ciudadanía será testigo de si continuará la política de olvido, silencio o la promoción de la memoria y reparación de las víctimas, como recientemente se planteó en un cine foro en el teatro Gladys Vidal. Los monumentos son útiles para discutir el pasado, sus promotores seleccionan héroes y personajes, según las conveniencias del presente, excluyen otros.

¿Cómo recordaremos el pasado en el siglo XXI? Constituye una interrogante necesaria.

En fin, los monumentos invitan al debate para plantearnos el ‘futuro' sin desconocer el pasado, justamente, en tiempos de imposición de las leyes de mercado y la urgencia de ciudadanía para una vida democrática.

PROFESOR DE HISTORIA, UNIVERSIDAD DE PANAMÁ.

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