Ciudad experimental

Actualizado
  • 30/05/2020 12:40
Creado
  • 30/05/2020 12:40
Con la llegada de la pandemia del coronavirus se pueda aprovechar el momento para realizar los cambios que nuestra ciudad necesita

La cuarentena total es el experimento urbano más interesante de los últimos 70 años, y es tan relevante para las ciencias sociales y la arquitectura como los grandes cambios provocados por la segunda guerra mundial. Comenzando en noviembre del año 2019 y luego en abril del 2020 durante la cuarentena total, he realizado encuestas y experimentos para entender cómo funciona la cognición espacial urbana. 

Para el neófito, este incipiente campo dentro de las ciencias cognitivas (un campo totalmente multidisciplinar con arquitectos, neurólogos, sociólogos, etc.) busca entender el uso que le damos al espacio como ordenador de la comprensión simbólica, desde que somos infantes. Las instituciones necesitan el espacio para funcionar; no hablo del espacio como materia tangible, sino del espacio también como símbolo de realidades imaginadas que le permiten al cerebro anticipar lo que debe hacer y nuestra conducta. 

Estamos en una acera y no se nos ocurriría saltar a la calle de espaldas como si se tratara de una piscina, por ejemplo. ¿Por qué no? Pues desde la infancia aprendimos qué hacer cuando vemos ciertos tipos de imágenes y sabemos diferenciar una acera del pavimento. Hay símbolos rodeándonos pero también hay simbologías imaginadas que nos hacen pertenecer a diferentes grupos culturales. Hasta aquí una brevísima introducción. Ahora, los resultados de mis investigaciones. 

Uno de los hallazgos más sorprendentes fue encontrar una relación directa entre rutas y maneras de explicar el sistema mundo: Las personas que tienen rutas diarias similares, por ejemplo rutas dentro de áreas urbanas densas, poseen también maneras de ver que trascienden las clases sociales. Por otro lado, encontré que las clases sociales se interpretan unas a otras de acuerdo a lo que ven en sus recorridos diarios y por medio de su acceso a información clave. 

Por ejemplo, un estudiante que recorre la ruta desde Arraiján para llegar a la Universidad de Panamá todos los días, tiende a explicar los medios de vida de las clases sociales a través de lo que ve en su recorrido. Suponen que los ricos trabajan en conexión con el canal o son propietarios de empresas en los centros comerciales y los pobres buhoneros en la central, todos sitios que tienen que ver con los espacios que frecuentan y cuyas funciones imaginan. En el caso de los ciudadanos que recorren áreas más densas, suelen considerar que los ricos son profesionales que poseen trabajos en oficinas corporativas con aire acondicionado y muchos privilegios sin darle importancia a otras maneras de explicar el mundo económico. El espacio ayuda al ser humano a construir una narrativa que explica el mundo. Esta narrativa determina nuestra conducta futura porque organiza los símbolos de los que hablamos en la introducción.

En una segunda etapa, realicé encuestas durante la cuarentena total, y entre otros datos encontré que un 83% cree que estos días de cuarentena cambiarán para algunas personas la manera en que ven la ciudad. Y el 91% de esta población considera muy posible o posible una repetición de este evento catastrófico para el mundo llamado Pandemia. Como ahora sabemos que nuestras creencias ordenan las simbologías que nos definen como parte de grupos culturales específicos y orientan nuestra conducta, ¿por qué no aprovechar el momento para realizar los cambios que nuestra ciudad necesita, ahora que se ha abierto una brecha cognitiva entre el antes y el después?

Una brecha cognitiva significa que psicológicamente estaremos durante varios meses inmersos en un proceso de re-aprendizaje simbólico sobre cómo se vive en la ciudad y cómo debemos comportarnos en ella. Es una oportunidad única en la historia de nuestro país y el mundo que otros están sabiendo aprovechar. Comencemos por colocar las ciclovías necesarias para reducir el tráfico en automóvil, sembrar árboles donde hace falta sombra y peatonalizar la calle 50, la vía España y el casco antiguo para reducir la huella de carbono y luchar contra uno de los autores del COVID-19, el calentamiento global y nuestra dependencia del petróleo. 

El autor es urbanista, escritor y emprendedor. 

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