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- 01/06/2024 14:29
Cincuenta y dos años de la aparición de ‘Pueblos Perdidos’ en el Perú
“Yo amo las labores agrícolas. En verdad, soy un hijo del Chagres, a cuyas orillas he crecido y no concibo la vida sino cerca de él, arrancando a la tierra mi sustento” (Palabras de Camilo Vera, personaje de “Pueblos Perdidos” de Gil Blas Tejeira, 1962).
“Pueblos Perdidos” de Gil Blas Tejeira es una novela histórica panameña que se conoció en el Perú en 1972, una década después haber sido publicada por Impresora Panamá y solo cinco años después de su segunda reimpresión en 1967. En aquellos días, la tierra de los incas gozaba de la existencia de dos gestores culturales de talla latinoamericana, ambos además propietarios de editoriales, que sostenían una tenaz y amigable competencia por divulgar las obras de peruanos y de autores continentales como la del tabogano Tejeira. Carlos Milla Batres y Juan Mejía Baca eran los nombres de estos promotores del saber que apostaron por el lector peruano en una época en donde no existía el libro electrónico ni la IA que roba el encanto de una buena lectura. Cuenta la anécdota que fue Milla quien finalmente se adelantó a Mejía; en el afán de difundir otros enfoques de la realidad panameña de entonces y aprovechando el “Año Internacional del Libro 1972” concibió un conversatorio en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en la ciudad capital, Lima, el 10 de noviembre, donde se comentó “Pueblos Perdidos”. Por un tema de costos, los ejemplares para este encuentro académico llegaron al Perú vía marítima y se ofrecieron con precios subsidiados a los estudiantes en la “Feria del libro viejo” que aconteció ese día.
Ibánez (2021) señala que “el objetivo principal de la obra [de Tejeira] es relatar los sucesos de la construcción del canal (1879-1914), con particular énfasis en las poblaciones sumergidas por el lago artificial resultante de la construcción de la presa que sirvió para controlar las aguas del río Chagres [...] La primera parte la novela está dedicada a consagrar la figura heroica de Prestán, cuya muerte es responsabilidad de los extranjeros. En la segunda, la historia rescata la vida en los pueblos del interior del país, esos buenos pueblos de raíz católica-hispánica que fueron hundidos por los foráneos para construir el lago artificial Gatún necesario para el funcionamiento del Canal”.
Pedro Prestán un personaje real, abogado afrodescendiente natural de Cartagena de Indias donde nació en 1852 que alcanzó notoriedad por su práctica jurídica y porque se levantó en armas en marzo de 1885. Traicionado por sus seguidores más cercanos fue condenado a la horca el 18 de agosto de ese año luego de un juicio sumarísimo y amañado. La revuelta responde a la situación retratada por Bennet en 1912, dos años antes de la inauguración del Canal, que afirma que “Panamá, con la construcción del Canal, sufre el coste demográfico, el coste sociológico y el coste psicológico de un pueblo que ve ‘crecer en medio de su territorio una máquina gigantesca y aplastante cuyo funcionamiento, cuyo mecanismo, cuyo beneficio le fue vedado como una zona prohibida’”.
En la segunda parte de la novela el protagonista es Camilo Vera, personaje ficticio de padre francés y madre guatemalteca. La primera parte se hilvana con la segunda a través de un hecho fortuito. Durante la revolución de Prestán un militar procedente de Bogotá dio muerte en Gatún al sacerdote Rogelio por criticar el gobierno de Rafael Núñez. Ese derramamiento de sangre pesa sobre el pueblo y creen que alguna desgracia sobrevendrá a Gatún. Se cumple el vaticinio cuando los estadounidenses les comunican que deben abandonar sus tierras. Camilo Vera se opone a ellos rechazando una situación injusta y, luego, ante lo inevitable, reclamando el justiprecio por sus propiedades. Vera -a pesar de sus orígenes franco-guatemaltecos se declara en todo momento “panameño”- se revela como paradigma de campesino que una vez sumergido su pueblo por el lago artificial decide instalarse en sus orillas para seguir cultivando la tierra a la que identifica como el hogar, “la patria de la cual no quiere separarse”. Tejeira crea así un personaje modernista, pero con valores tradicionales que prefiere el Panamá del interior porque lo percibe como más auténtico. Finalmente, ante las distorsiones generadas por un progreso desigual, Tejeira transmite un paralelismo sobre el camino bélico adoptado por Prestán y el de la resistencia pacífica llevada a cabo por Vera.
Es en suma, una novela panameña profunda próxima a conmemorar sus cincuenta y dos años de su aparición en el Perú.