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- 15/02/2025 00:00
Canal de Panamá: soberanía, verdad y manipulación política
Desde que el Canal de Panamá pasó a estar bajo administración del pueblo panameño hace más de 25 años, hemos sido testigos de un constante ataque a nuestra soberanía por parte de voces extranjeras, en su mayoría provenientes del coloso del norte. Las mentiras y falsedades que se esparcen sobre el Canal de Panamá y su administración alcanzan proporciones insostenibles, pero lo más preocupante es la intención detrás de estas calumnias. Es necesario entender, ¿qué se busca con tales afirmaciones, especialmente cuando provienen de las autoridades de la nación más poderosa del mundo?
Recientemente, hemos visto una nueva ola de desinformación en torno a la gestión del Canal, con acusaciones absurdas que han sido emitidas por el presidente de Estados Unidos y sus voceros. Se ha llegado a afirmar que el Canal está controlado por los chinos, que su construcción fue exclusivamente obra de los estadounidenses y que la administración panameña no es capaz de mantenerlo adecuadamente. Todo esto, como si el pueblo panameño, con sus propios recursos y capacidades, no hubiera demostrado a lo largo de las décadas que es capaz de gestionar su mayor activo con profesionalismo y eficacia. Ejemplo: su ampliación, obra realizada por la administración en manos panameñas.
Lo primero que debemos aclarar es que el Canal de Panamá, desde que fue entregado a nuestra nación, con los Tratados Torrijos-Carter en 1977, ha estado bajo control exclusivo del gobierno y el pueblo panameños. La Administración del Canal de Panamá (ACP) es una entidad autónoma, formada por panameños, que ha logrado mantener y operar esta arteria vital para el comercio internacional con eficiencia. La presencia de empresas chinas o la contratación de trabajadores extranjeros es prácticamente inexistente en el manejo y funcionamiento del Canal. Los chinos solo tienen concesionados dos puertos en las entradas del Canal, pero no son empleados del Canal ni tienen ningún control sobre su administración, la cual sigue siendo completamente gestionada por panameños. Las acusaciones sobre una presencia mayoritaria de chinos en el Canal son completamente infundadas. Panamá, como nación soberana, decide cómo gestionar sus recursos y mantener relaciones comerciales, pero el Canal sigue siendo una propiedad del pueblo panameño, administrado exclusivamente por panameños.
Entre las otras falsedades que se han repetido en los últimos días, se encuentran las afirmaciones de que el Canal no tiene un mantenimiento adecuado, que la ciudad está llena de letreros escritos en chino y que los panameños no se benefician del Canal, sino solo una oligarquía criolla. Es importante recordar que el Canal de Panamá está siendo cuidadosamente mantenido y administrado por profesionales panameños, y los ingresos generados son utilizados para el desarrollo de nuestra infraestructura y la mejora de la calidad de vida de nuestros ciudadanos. En cuanto a los letreros, la mayoría de estos están escritos en inglés debido a la naturaleza internacional del Canal, pero esto no refleja un cambio de soberanía, sino la realidad de que el Canal es un punto de conexión global, y el inglés es el idioma común en el comercio y la navegación internacional.
Es cierto que la construcción del Canal de Panamá fue un esfuerzo internacional, que involucró a miles de trabajadores de diferentes nacionalidades, entre ellos, muchos de las islas del Caribe, así como panameños y otros. La afirmación de que más de 38.000 estadounidenses murieron durante la construcción del Canal puede ser una exageración o confusión. La mayoría de las muertes en la construcción del Canal, tanto durante la fase francesa como la estadounidense, fueron causadas por enfermedades como la malaria y la fiebre amarilla, y afectaron principalmente a los trabajadores locales y de otras nacionalidades.
El rol de los estadounidenses fue crucial, especialmente después de que Estados Unidos tomara control de la construcción en 1904. Sin embargo, la magnitud del proyecto y los sacrificios realizados por otros grupos de trabajadores también deben ser reconocidos. La obra fue, en muchos aspectos, una colaboración internacional, y aunque el Gobierno estadounidense tuvo un papel fundamental, no fue un esfuerzo exclusivo de una sola nación.
Lo más grave de todo esto no son las mentiras de un presidente que busca crear un ambiente de desconfianza y enfrentamiento, sino la traición de aquellos que, dentro de Panamá, se dejan seducir por estas falacias. Los “falsos patriotas” que olvidan el sacrificio de generaciones de panameños que lucharon por nuestra soberanía y nuestra independencia, aquellos que cedieron su sangre por una causa más grande que cualquier interés personal. No podemos permitir que la historia y el sacrificio de nuestros próceres sea manipulado por intereses ajenos.
Panamá ha demostrado, a lo largo de los años, que ser una nación soberana es mucho más valioso que seguir arrodillados ante una potencia extranjera. Nuestra lucha no fue por un puñado de dólares o por satisfacer los intereses de otro país, sino por nuestra libertad, nuestra dignidad, y nuestro derecho a decidir nuestro destino. Como pueblo, siempre hemos defendido nuestra soberanía con la convicción de que nunca debemos rendirnos ni doblar la rodilla ante nadie, como lo hicieron aquellos hombres y mujeres que, con su valentía, nos dejaron el legado de un Panamá libre y soberano.
Hoy, más que nunca, debemos recordar que la lucha por la libertad y la independencia no es solo un derecho, sino un deber. Debemos rechazar las mentiras que nos atacan y alzar nuestras voces en defensa de nuestra nación. Panamá sigue de pie, firme, y nunca de rodillas.