• 10/07/2022 15:14

BORIS JOHNSON & CAMERON, ARTÍFICES DEL REINO (DES)UNIDO

El Brexit fue un despropósito. Vladimir Putin y Donald Trump se salieron con la suya: debilitar a la Unión Europea que perdía así su segunda potencia

La camada de jóvenes políticos que van desde David Camerón a Boris Johnson puede pasar a la historia como la generación más dañina para los intereses de la Corona Británica. El primero puso en marcha el mecanismo diabólico de un referéndum para salir de la Unión Europea, convencido de que lo ganaría y reforzaría su posición política; pero perdió y comenzó el desastre que solo ha empezado a pagar su país. Cameron es hoy un apellido político detestado en el Reino Unido. Y Johnson, sinónimo de frivolidad e irresponsabilidad. Su resistencia numantina a dimitir ha sido una película de suspense. Lo abandonó hasta Larry, el gato ratonero de Downing Street. Cerró mal la salida de la Unión Europea, incumplió los acuerdos y dejó un volcán ardiendo en Irlanda del Norte y otro en Escocía que acabará entrando en erupción. El nombre oficial del Estado es Reino Unido: pero sería más riguroso llamarle Desunido.

Nunca estuvo tan cerca la reunificación de Irlanda, sobre todo después de las últimas elecciones que ganó el Sinn Fein. Y para noviembre, la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, quiere convocar otro referéndum de independencia. Ya lo pedía antes de la caída de Johnson. Sostiene que no es cuestión de un individuo, sino una aspiración más profunda. Y sentencia: “El sistema de Westminster está roto”. En ambos casos, hay razones históricas, políticas y sentimentales particulares. Pero una en común: irlandeses del norte y escoceses no quieren dejar de ser europeos. Esa aspiración arraigada, sumada a las reivindicaciones históricas, pueden ganar las consultas en favor de la independencia de Londres.

El Brexit fue un despropósito. Vladimir Putin y Donald Trump se salieron con la suya: debilitar a la Unión Europea que perdía así su segunda potencia. Por eso se volcaron enviando a sus mejores tropas cibernéticas en apoyo de los partidarios del Brexit. La operación fue insostenible hasta estéticamente. Al conocerse la victoria del “sí” al Brexit, su principal promotor, el populista nacionalista Nigel Farage, renunció y desapareció. Cameron tuvo que dimitir por inútil, al haberse creído las encuestas que le permitieron dormir tranquilo. Y la empresa Cambridge Analytica, que manipuló la campaña, se disolvió. La mano de Steve Bannon, que aupó a Trump al poder, se dejó sentir en la consulta británica manejando y alterando datos que vulneraban la privacidad de las personas y deformaban la realidad.

El Brexit, además, dejó cicatrices en muchas familias. Los jóvenes no perdonan a sus padres, y sobre todo a la nostalgia imperial de sus abuelos, que votaran en favor de la salida de Europa. Aunque quizás muchos de esos jóvenes aquel día tuvieron pereza de ir a votar. Lo cierto es que hoy tienen menos derechos y menos posibilidades laborales. Si en una empresa instalada en Londres se ofrece una plaza laboral interesante en cualquier ciudad europea, a cubrir con urgencia, antes la ocupará un francés, un español o un alemán porque ellos no necesitan un permiso de trabajo. La juventud británica perdió el derecho a trabajar libremente en cualquier país comunitario. Las manifestaciones pidiendo otro referéndum (para revocar la decisión de salida) no lograron su objetivo. Por eso escoceses e irlandeses del norte ven en su independencia la oportunidad de mantener su condición europea. Buen trabajo, Cameron. Excelente faena, Johnson. Vienen tiempos difíciles en todo el mundo, pero en el Reino Unido la marejada tendrá además sello particular. Muy pronto en sus pantallas.

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