• 03/03/2024 00:00

Bonos de deuda subprime y el canal como fiador

Buena parte de la actual historia democrática panameña se ha medido por el entusiasmo por el crecimiento del sector financiero como señal de prosperidad, los bancos y los mercados financieros se han contemplado como un coste de hacer negocios en el Istmo.

Desde comienzos del año 2023 se advirtió que estábamos ad portas de una crisis financiera como la que ocurrió en el 2009 con la crisis griega, si no enfrentábamos y rescatábamos el programa de Invalidez, Vejez y Muerte para poder elevar nuestras evaluaciones en Standard & Poor, Moody y Fitch Raiting. Fueron esfuerzos en vano y la estrategia de la cuota política era dejar jefes que licitaran infraestructura y dejara morir la búsqueda de la plata de las jubilaciones de los panameños.

En febrero 2024 tuvimos en cartelera: 3100 millones de dólares más de deuda en forma de bono y nuestro actual premio nobel de economía, regidor de las decisiones financieras de la nación por “microcréditos en forma de traslados de partido”, propició durante los últimos años, pequeñas crisis financieras recurrentes donde se evidenciaba la regularidad con la que se asignaban partidas en direcciones improductivas y sin beneficio para el país, perturbando, en últimas instancias el flujo de dinero y de bienes en la economía real panameña. Las inversiones a los auxilios económicos para estudiar cine en California, pagos de hospitalizaciones en hospitales privados a músicos tipiqueros panameños o cirugías bariátricas (no esenciales) a la élite y delegados de su partido político nos han endeudado y han distorsionado nuestra economía.

La intermediación financiera, eso que en pocas palabras es la conversión de depósitos a corto plazo en hipotecas y créditos empresariales, la disponibilidad instantánea de dinero en metálico mediante préstamos a corto plazo o la plata que los hogares panameños tienen que pagar algo ( liquidez ) y la evaluación crediticia muy probablemente se va a afectar este año, porque nos hicimos los ciegos y sordos para rescatar el programa IVM de la Caja de Seguro Social por el afán de amañar los pactos bicentenarios, amañar los monólogos que se vendieron como diálogos por rescate de las jubilaciones.

No hemos mejorado la arquitectura de las decisiones económicas más acertadas luego de la pandemia de la covid y no hemos podido evitar los préstamos predatorios -préstamos que explotan la ignorancia, la confusión y la vulnerabilidad- del erario panameño para pagar la planilla estatal.

En la era del cangrejo se ha menoscabado la ética y el objetivo de los servicios públicos para satisfacer los negocios de los donantes de campaña reduciendo la capacidad y la confianza del gobierno, donde se han sacrificado los objetivos del Estado por la “estabilidad política”. Lo que necesita nuestra República es dejar de sostener la política insostenible del clientelismo disfrazado de descentralización paralela y tener un séquito de hombres íntegros en la Contraloría que amen al país y cuiden la plata de nuestros impuestos.

Cuando el gobierno deja de invertir en su propia capacidad, como ha pasado con el canal de Panamá, se vuelve menos seguro de sí mismo, menos capaz, y aumenta la probabilidad del fracaso. Asimismo, se hace más difícil justificar la existencia de una función particular del gobierno, lo que conduce a recorte en el presupuesto o a la privatización. ¿Nuestros diputados están dispuestos a privatizar nuestro canal interoceánico a las empresas estatales del dragón asiático?

Lo importante para el gobierno es no hacer cosas que los individuos ya están haciendo, y hacerlas un poco mejor o un poco peor, sino hacer esas cosas que en el momento actual nadie hace. Jonh M. Keynes, The End of Laissez-Faire, 1926.

El autor es cirujano subespecialista
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