La ceremonia, a la que está previsto que lleguen Jefes de Estado de todo el mundo, estará oficiada por el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista...
- 22/02/2016 01:00
El bigote de Hitler
Es fácil reconocer a ese personaje de la historia llamado Adolfo Hitler, quien usaba un peculiar bigote, que era del ancho de su nariz. El cual comenzó a utilizar, de acuerdo a algunos historiadores, en la primera gran guerra, para que se amoldara mejor a su rostro la máscara antigas. Bigote que usó hasta que murió. Después de Hitler, no he visto a ningún otro personaje con ese bigote. Lo usó Rafael Leónidas Trujillo de República Dominicana, cuando aún Hitler no era tan malvado. Lo que nos indica que no es un ejemplo a imitar ni siquiera en el bigote.
Bueno, con los apellidos no ocurre igual que con el bigote Hitler. Y es aquí el punto o centro de este escrito. A la mayoría de nosotros nos han comparado o relacionado con nuestros parientes. Las comparaciones no son buenas, aunque sean buenas, pues cada uno de nosotros tiene su propia identidad y capacidades. Conozco gente que le pesa tanto el apellido que hasta les cuesta decirlo en público y cuando se presentan solo dicen su nombre.
En un país pequeño como Panamá es difícil que no seamos hijos, sobrinos y primos o abuelos, padres o tíos de algún funcionario. ¿Quién dice que por ser pariente de algún alto funcionario no puede una persona aspirar u ocupar un cargo público? Yo, en lo personal, he sufrido comparaciones buenas, por decirlo así. Aunque advierto, estoy orgulloso de mi parentela. Lo que no puedo aceptar es que se me inhabilite o quiera demeritar mis capacidades diciendo que, porque soy pariente de este o aquel, no puedo aspirar a un cargo público.
Hay normas constitucionales, disposiciones legales y reglamentarias que plantean cuáles son los impedimentos para ocupar cargos públicos. Hay quienes pretenden ir más allá de lo que plantean esas normas. Con los cuales no estamos de acuerdo.
A todas aquellas personas que de una u otra manera han sido víctimas de las comparaciones les puedo decir, en resumen, que con los apellidos no ocurre igual que con el bigote de Hitler, porque no lo podemos rasurar.
ABOGADO