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- 14/12/2022 00:00
Batalla campal de la Plaza de la Independencia, 1947
“Después de haber cumplido mis labores como profesor en el Primer Ciclo Secundario de La Chorrera (después colegio Pedro Pablo Sánchez), tomé la “chiva” hacia Panamá pasado el mediodía, para marchar junto a mis compañeros universitarios y la población que esa tarde se dirigiría a la Asamblea Nacional en rechazo al Convenio Filós-Hines, mediante el cual se le extendía a los Estados Unidos la permanencia de 14 bases militares, que, por razones de defensa, había construido con carácter temporal fuera de la Zona del Canal, debido a la Segunda Guerra Mundial, terminada en 1945.
Del atracadero del ferry en La Boca, el conductor avanzó por avenida “A” y me bajé próximo a la Plaza de la Independencia, donde ya habían empezado los choques entre la Policía y los manifestantes, y me uní a la protesta. En ese momento supe que la Policía había dispersado violentamente la manifestación unas horas antes en la plaza de Santa Ana y calles vecinas, y ahora nos impedía el paso en la plaza de la Independencia, por la avenida Central, que era el camino amplio para llegar a la Asamblea Nacional, entonces ubicada en la plaza de Francia.
La Policía cargó furiosamente contra la manifestación; sable en mano, arremetía montada sobre sus caballos. No habiendo piedras en la calle, unos cuantos corrimos hacia un camión de reparto de Coca Cola que estaba próximo y le arrebatamos las llaves al conductor, y con las botellas de soda, que en ese tiempo solo existía la pequeña, enfrentamos a la caballería.
“¡Cornejo, agáchate!”, gritó un compañero en medio de la refriega, a quien le debo haberme salvado la vida. El silbido de un sable me pasó sobre la cabeza: un oficial de la Policía se me había acercado por la espalda y desde su caballo me lanzó tan mortal ataque. Alcancé a derribarlo de un botellazo a un costado del rostro y cayó aturdido entre las patas del animal asustado; temí haberle quitado la vida y me sentí abrumado, pero, gracias a Dios, nunca se escuchó en las noticias de la muerte de algún policía en esa ocasión; sin embargo, los lesionados del lado de la Policía también iban en aumento por las andanadas de botellas de vidrio que les arrojábamos.
La Policía comenzó entonces a disparar y nos dispersamos. Después supe que Sebastián Tapia, uno de los manifestantes, había caído herido de bala en las escaleras de la Catedral; asumí que le habían disparado por la espalda cuando trataba de alcanzar la iglesia, pues una bala le había afectado la columna vertebral dejándolo paralítico por el resto de su vida. De los estudiantes detenidos o heridos nunca supe una cifra exacta, pero se hablaba de no menos de 50.
Al caer la noche, ya yo me había retirado de la plaza. El Gobierno suspendió las garantías individuales, pero nada aplacó la convulsión nacional durante los días siguientes, y el 22 de diciembre, ante miles de ciudadanos congregados en la plaza de Francia y en las calles vecinas, la Asamblea rechazó el Convenio Filós-Hines y Estados Unidos dio inicio al desmantelamiento de las bases militares rechazadas”.
El anterior relato es de uno de los tantos patriotas panameños que, sin carácter de dirigentes ni buscando serlo, participaron valientemente en esa gesta heroica por Panamá, de la que se han cumplido 75 años este diciembre de 2022. Su nombre fue Luis Cornejo Amores, en ese entonces de 28 años, educador toda su vida, fallecido en 2007.
(*) Relato transcrito por Milson Cornejo Castillo.