• 18/05/2020 10:44

¿Qué aprendimos de la tormenta?

Sentir miedo es un algo natural en el ser humano y peor aún en las circunstancias que vivimos hoy día.

Recientemente leía el evangelio de San Mateo 8:23-27, el pasaje donde Jesús calma la tempestad y me puse a pensar que si los discípulos de Jesús, quienes estaban a su lado y veían todos los milagros y prodigios que este hacía, sintieron miedo de la tormenta; cuánto más no sentiremos nosotros frente a la Covid-19, una tormenta invisible pero devastadora que se ha levantado en este tiempo.

Sentir miedo es un algo natural en el ser humano y peor aún en las circunstancias que vivimos hoy día; la vida nos cambió de un día a otro.

Rememoro y en diciembre éramos felices, apenas se escuchaba sobre un virus desconocido en Wuhan, provincia de Hubei, en China, que remoto se escuchaba eso; tal vez muchos ni le prestaron atención. Llegó enero, disfrutamos febrero; en marzo apenas iniciaban las clases cuando de pronto aquella nube gris que se veía tan lejos se convirtió en la temida tormenta que actualmente mantiene al mundo paralizado y a todos confinados en casa.

Con 4.8 millones de contagiados y más de 317 mil fallecidos a nivel global, el coronavirus nos ha azotado fuertemente; el mundo no se lo esperaba, sencillamente no estábamos preparados para esto.

Hoy, nos llena la duda, la incertidumbre y el temor; muchos sienten asfixiarse en sus propios hogares el lugar que debería brindarle paz y tranquilidad.

Por otro lado la falta de empleo arrecia, son millones de plazas de empleos que se han perdido; la economía mundial va en picada los pronósticos no son para nada alentadores, pero los gobernantes apuestan por planes estratégicos para reactivar los diversos sectores económicos y así evitar que más puestos de trabajo se pierdan. En Panamá a través de diversas políticas públicas y en conjunto con el sector privado y los trabajadores, el gobierno busca rescatar la mano de obra suspendida por la pandemia y a su vez crear más capacidades productivas para generar nuevos empleos.

Pero no todo está perdido, el confinamiento nos ha enseñado a valorar más a nuestras familias a quienes no podemos ver; el verdadero sentido de un abrazo, de una conversación, tomarse un café con amigos, poder reírnos de un mal chiste.

De esta tormenta me quedo con los hermosos gestos de solidaridad para con quienes más lo necesitan; con la bondad de muchos corazones despojados que han mostrado que se puede ayudar desinteresadamente; con quienes han aprovechado el encierro para inventar algo, los que muestran sus talentos, el que te da ánimo y te hace sentir que nada pasa.

Aprendí que hay que cambiar las circunstancias a nuestro favor, buscarle el lado positivo a la tormenta y no dejar que sus olas nos envuelvan y ahoguen. Creo que después de esto debemos ser mejores, la pandemia nos ha dejado grandes lecciones, sino cambiamos de nada habrá servido atravesar la tormenta. ¿Y tú qué aprendiste de la tormenta?

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